Una mamá para Artemisa.

7. Escorpio

 

AMIR KAZEM

 

Observo desde una esquina oculta como esa usurpadora toma a mi hija entre sus brazos y la arrulla. Artemisa ni llora, no hace ni una mueca salvo al principio y yo siento en mi corazón los latidos de la traición. 

 

«Tú la contrataste», rebate mi consciencia. 

 

«Lo sé y me da igual», gruño lleno de celos y más aún, confusión, cuando observo como le da a mi hija un curioso sonajero. 

 

Cierro mis manos en puño cuando siento unos celos desconocidos abrumarme; solo yo puedo darle regalos a mi hija. 

 

«Ahora ella también puede, es su madre sustituta». Mi mandíbula se tensa mientras siento que me dará un ataque al corazón. Ni siquiera con la loca de Fatma me había sentido con esta necesidad de quitársela de los brazos. 

 

Sin embargo, la palabra “Aparentar” se remarca en mi consciencia. Refunfuño mientras salgo de mi escondite. Yo le iba a dar el tetero a mi hija y viene esta… así me empieza a caer mal. 

 

Ella se mira bastante concentrada dándole arrumacos a mi hija.

 

—Espero que hayas desinfectado esa cosa que le compraste a mi hija —hablo sonando más áspero de lo que esperaba. Su mirada asustada, de seguro por mi intromisión, cae sobre mí. Sus faros marrones me observan con impresión a la par que sostiene a mi hija con más firmeza. 

 

Se pone tensa, tan tensa como estoy yo, de seguro. 

 

—Yo… —empieza a hablar y su dulce tono me hace gruñir a la par que niego con mi cabeza. La escaneo de arriba hacia abajo sin nada de recato y una mueca de asco se forma en mi rostro al ver esos feos y desgastados zapatos pisando el suelo de mi limpia y moderna casa. 

 

—Y por lo que veo, tampoco se cambió los zapatos —agrego con tono obvio mientras detallo con desprecio como trata de esconder ese insulto de calzado de mi vista, cosa que es imposible. 

 

—Pensé que al menos podría conservar…

 

—¿Conservar algo de su pasado? —respondo sabiendo lo que diría, ella asiente cabizbaja, yo parezco un animal de tanto que gruño—. Su presente ahora es la niña que tiene en brazos, pensé que había recibido dinero para comprar un calzado mejor y…

 

—Bueno, bueno, mire que yo aguanto cualquier cosa, menos malos tratos —responde atrevida y mi boca se abre ante la incredulidad. 

 

De verdad se atrevió a interrumpirme.

 

»¿Cree que es bueno para la niña escuchar, aun así tenga cinco meses, que su padre trata de esta manera a una mujer? ¿Le gustaría que cuando Artemisa sea grande, la traten de esa manera? —sigue cuestionando y como siga así la voy a despedir, definitivamente lo haré. 

 

—Hablas mucho y muy rápido, no puedo entender gran parte de lo que dices —respondo rabioso, no ha pasado ni veinticuatro horas en esta casa y ya me cae de lo peor. Lo más fatal es que si la entiendo, solo que la quiero fastidiar. No es muy maduro de mi parte, lo acepto, pero, ella me roba a mi hija. 

 

—¿Qué no me entiende nada? —ella repite, su rostro se encuentra tan rojo que creo que va a explotar, mi hija solloza suavemente entre sus brazos en busca del biberón, ocasionando que sus ojos rabiosos dejen de mirarme para enfocarse en mi pequeña bebé que se encuentra en medio de esta trinchera.

 

Enseguida me acerco para inspeccionar el trabajo, sé que debo mantener las apariencias, pero joder, no puedo simplemente quedarme quieto mientras esta usurpadora le da lo que yo todas las noches. 

 

Y mi ritual, joder… ¡Mi ritual del biberón! Suspiro quejumbroso mientras, cerciorándome de que todo está bien, me alejo en contra de mi voluntad para darme una ducha. 

 

Por suerte no hablamos más, sin embargo, no puedo negar que disfruté en demasía lo tensa que se sentía mientras la observaba dándole de comer a mi chiquita.  

 

Subo por las escaleras, no sin antes llevarme la radio que me permite escuchar todo lo que sucede en aquella sala. 

 

Anhelo una ducha caliente y relajante, mi día no ha sido menos estresante y no ha ayudado mucho el hecho de que una respondona latina está sentada en mi sofá siendo la madre sustituta de mi hija. 

 

Las cejas pobladas, pero atractivas de aquella mujer de rostro delicado, se movían con cada palabra haciendo que luciera tan rabiosa como tierna y…

 

Rápidamente sacudo mi cabeza mientras tomo una toalla, ¿qué demonios estoy pensando? Es evidente que mis pensamientos solo pueden ser invadidos por tres cosas, enfocado; debo estar muy enfocado. 

 

En mi hija.

 

En mi trabajo.

 

Y en aparentar todo, pero todo. Desde que soy el hombre más engreído de la tierra… que bien, sí lo soy… eso me sale natural. 

 

La única cosa que debo aparentar es que no quiero a mi hija y esa… esa única cosa es la que me destroza por completo. 

 

Me despojo de cada prenda de ropa mientras me miro al espejo y me doy cuenta el rasguño que está en mi pectoral. 




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