Una mamá para navidad

Capítulo 2

 

Su reunión se extendió más de lo que creía, cuando reviso la hora en su Rolex se dio con la sorpresa de que faltaba 10 minutos para que su hija saliera del jardín.

—Fredy —soltó mientras sujetaba el saco de su perchero—, cancela todas mis reuniones de la tarde, debo ir a recoger a mi hija.

—Descuide señor, me encargare de todo —abrió la puerta de la sala de reuniones para que saliera el hombre.

Marco tenia una constructora de nivel mundial, el legado de su padre seguía en lo alto de su apogeo, el edificio de 15 pisos era uno de los rascacielos mas impresionantes de la ciudad.

—Llegará tarde señor —hablo William el conductor mientras veía a su jefe.

—Ni me lo digas, la reunión se extendió más de lo que creí.

—La pequeña dama debe estar esperándolo —empezó a manejar lo más rápido posible.

—Tal vez la nana fue a recogerla —soltó mientras sujetaba su celular para llamar a la mujer.

—No señor, ella informo que no iría a recogerla —respondió.

—Bien —agregó más angustiado.

Los minutos se hicieron eternos, el tiempo estaba en su contra, cada semáforo detenía su camino, cuando llego al edificio, observo a la pequeña que estaba de la mano de una mujer.

—La pequeña dama esta con su maestra —agregó William mientras estacionaba el auto.

—Gracias —soltó mientras bajaba del vehículo y se encamino hasta su hija.

—Damaris —hablo cuando llego hasta ella.

Su hija se soltó de la mano de la maestra y corrió hasta los brazos de su padre.

—Papi —hablo cuando la levanto en sus brazos.

—Usted debe ser el padre de Damaris —hablo Damiana mientras se giraba y al ver al hombre que tenía delante de ella se sorprendió. Él estaba allí, tenía miedo de volverlo a ver, ahora entendía el parecido de la pequeña, era demasiada coincidencia, es su misma imagen.

Marco la miro y pudo sentir como su pulso se aceleraba, allí estaba ella, después de cinco años sin saber de su vida, allí estaba delante de él. Tan hermosa como la última vez que la vio. Su cabello ondulado estaba más largo, lo tenía hasta la cintura. Aquellos ojos verdes que añoraba ver, lo miraban de nuevo.

—Damiana —soltó Marco con un brillo en los ojos—, ¡que sorpresa verte!

—Marco —añadió un poco nerviosa—, nunca imagine que te volvería a ver.

—Después de cinco años —no dejaba de admirarla—, me alegra mucho verte.

—Cinco años pasaron volando —empezó a jugar con la correa de su cartera—, tienes una hija hermosa.

—Papi, ¿conoces a mi maestra? —pregunto la niña contenta de que su plan haya funcionado.

—Es una gran amiga mía —miro a su hija y le sonrió—, si hubiera sabido que eras la maestra de mi hija, hubiera venido mucho antes.

—Es una gran coincidencia, vi el gran parecido que tenían, me sorprendí cuando la conocí, pero jamás imaginé que fuera tu hija.

—Papi, ¿podemos invitarla a almorzar? —pregunto mirándola.

—Claro que si —contesto rápido—, ¿nos acompañarías?

—Gracias por la invitación, pero no creo poder aceptar. Tengo un almuerzo...

—Amor... —Marco escucho una voz masculina tras él y al girarse se encontró con un hombre—, lamento llegar tarde.

Camino hasta Damiana y sujetando su rostro beso sus labios.

—Te extrañe —agregó y vio a las dos personas que observaban en silencio—, disculpen. Soy Fabio Montessori, su prometido.

—Un gusto conocerlo —respondió Marco correspondiendo el saludo.

—Tu debes ser la pequeña Damaris —miro a la pelirroja—, Damiana me hablo mucho de ti. Veo que te quiere mucho, me dijo que le gustaría tener una hija tan linda como tú. Lástima que no sea pelirrojo como tu papá.

—Mi papá es su amigo de la infancia, verdad papi —miro a su papi.

—Cierto princesa. Soy Marco Antonio Campbell.

—Campbell de Industrias Campbell, dueño del hotel 5 estrellas y el famoso Restaurant de la chef Valkiria.

—Si.

—Amor, no me dijiste que tenías un amigo tan poderoso como Marco —miro a la joven.

—No tenía por qué hablarte de él, hace cinco años que no sabía nada de su vida...

—Pero debiste mencionarlo —la corto—, señor Campbell, si me permite me gustaría tener una reunión con usted, quisiera hablar de unos negocios con usted.

—Fabio —soltó Damiana de manera tajante—, podemos irnos.

—Cierto, nuestras familias nos esperan, tendremos un almuerzo familiar, nuestra boda esta próxima, debería acompañarnos con su esposa, le hare llegar la invitación.

—Gracias, pero temo informarle que mi esposa falleció cuando mi hija tenía meses de nacida.

—Lo lamento —se disculpó—, no sabía.

—Claro que no sabias —hablo Damiana—, lo acabas de conocer. Pero ciertamente te hable de Damaris y ya deberías de saberlo.




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