Una mamá para navidad

Capítulo 4

 

Acaso aquello era un golpe, observo bien su rostro y sin pensarlo, poso su mano sobre el morado que empezaba a notarse por debajo del maquillaje. Tenía ganas de preguntarle ¿Que le había pasado en el rostro? ¿Necesitaba saberlo?

—Papi —soltó la niña mirándolo y rápidamente retiro su mano de la mejilla de Damiana.

—Lo siento —añadió tranquilo—, tenía una pelusa.

—Gracias —contesto Damiana mientras se llevaba la mano a la mejilla para ocultar el golpe.

—Papi —hablo la pequeña llamando la atención de su padre—, podemos ir a almorzar con la maestra.

—Creo que eso deberías preguntárselo a ella —soltó mientras miraba a Damiana y Damaris también la miro.

—¿Podemos ir a almorzar? —junto sus manitos a modo de súplica—, por favor.

Damaris no pudo negarse a la petición de la pequeña, y sin dudarlo un segundo asintió.

—Claro —soltó y vio como los ojos de la niña brillaron de alegría.

—Si... —abrazo a su padre—, vayamos a un lugar hermoso.

—Como digas princesa —soltó Marco mientras besaba la mejilla de su hija—, Felipe —hablo mirando al hombre de la recepción—, indícale a mi secretario que cancele mis reuniones de hoy.

—Si señor, como usted diga.

—Vayamos entonces —Marco coloco a la niña en el suelo y ella sujeto las manos de ambos adultos, ambos amigos se miraron y al ver la sonrisa de la niña, empezaron a caminar en silencio.

—Tío William —hablo la niña cuando vio al chofer—, hoy iremos a almorzar con mi maestra.

—Buenas tardes señor —hablo mirando a Marco—, señorita, un gusto conocerla, la pequeña dama nos habló mucho de usted.

—El gusto es mío —soltó Damiana correspondiendo el saludo.

—Pequeña dama —hablo mientras abría la puerta para que ingresaran los pasajeros.

—Gracias tío —la niña le regalo una sonrisa mientras subía al auto.

—Adelante —hablo Marco mientras le indicaba a Damiana que subiera al auto.

—Gracias —contesto mientras subía sin dirigirle la mirada en ningún momento.

El día transcurrio de lo más normal, Damaris le contaba todas sus aventuras a la maestra, le hablo de la vez que fueron a un museo, al parque acuático y lo que nadaron con delfines.

Damiana escuchaba atenta las vivencias de la niña, hablaba en ocasiones para preguntar o contar sus propias aventuras.

—Mi papá es un excelente nadador —soltó la niña alagando a su padre.

Damiana aun recordaba la vez que Marco la salvo en la playa, al principio a él no le gustaba nadar, pero como ella era una excelente nadadora, él tuvo que aprender para así protegerla.

—Aún recuerdo —añadió Damiana mientras recordaba el pasado—, que a tu padre no le gustaba nadar.

—En serio —soltó Damaris sorprendida—, ¿eso es cierto, papi?

—Es cierto —respondió Marcos reviviendo cada momento—, tuve que aprender.

—Waooo —su hija estaba sorprendida—, mi papi venció su miedo.

Marco le guiño un ojo y añadió:

—Si... pero no le digas a nadie, será nuestro secreto.

—Yo se guardar secretos —añadió la niña y miro a su maestra—. Verdad maestra.

—Claro que si princesa —respondió mientras la miraba.

—Llegamos señor —hablo el conductor.

—Gracias William —respondió mientras abría la puerta y ayudaba a bajar a Damiana y a su hija—, ve a la casa, te llamare para que vengas.

El almuerzo transcurría con normalidad, la pequeña Damaris hablaba de varias cosas, quería saber todo. Y su padre no dudo en contarle los mejores recuerdos que tuvieron.

—Papi —soltó la niña—, ahora podemos ir al parque de diversiones.

—Deberías preguntarle a tu maestra si nos puede acompañar —soltó Marco mirando a Damiana.

—¿Puedes acompañarnos? —junto sus manitas a modo de súplica.

—Claro... pero solo por unos momentos —soltó sonriendo.

Era un día perfecto, Damaris estaba contenta con la cita que tenían su papá, su maestra y ella. En ocasiones podía ver como su padre la abrazaba y ella le correspondía, sin duda alguna tanto Marco como Damiana estaban felices de volver a compartir vivencias como la que vivieron años atrás. Marco sabía que ella era la misma, aquella sonrisa, su mirada, la forma en como lo miraba, sabía que ella aun sentía algo por él.

Después de varios juegos y paseos, la pequeña Damaris, hizo que su padre la cargara en brazos y en poco tiempo termino en un sueño profundo.

—Gracias por acompañarnos —hablo Marco mientras la miraba, estaban en la puerta principal del parque de atracciones esperando el auto que los llevaría de regreso.

—Hace tiempo que no divierto tanto —soltó mientras posaba una mano sobre la espalda de la pequeña—, y todo se lo debo a Damaris.




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