Una mamá para navidad

Capítulo 5

 

Marco manejo el auto lo más rápido que puedo, cuando llego a la casa, se sorprendió que todas las luces estuvieran apagadas. Cuando estaba a punto de ingresar, escucho la sirena de la policía.

—Buenas noches señor —hablo el oficial de cabello rubio mientras bajaba del vehículo.

—Buenas noches —respondió Marco mientras caminaba en su dirección.

—Usted vive allí —soltó el otro oficial.

—No —respondió mirando su celular—, soy Marco Campbell.

—Señor Campbell, ¿que hace en una casa que no es suya? Recibimos una llamada de un hombre, indicando que estaban maltratando a una mujer.

—Mi chofer les llamo —soltó y sujetando su celular, les mostro el video que le haba enviado William—, vine hasta aquí a ver si ella estaba bien.

—Conoce a la mujer del video —soltó un oficial.

—Es una conocida de la infancia y también la maestra de mi hija.

—¿Por qué su chofer grabo el video? —pregunto el oficial.

—La envié con mi chofer a su casa, y cuando la dejo noto que algo estaba mal y grabo eso, créame que si no lo veía no lo creería.

—Cree que es la primera vez que pasa eso —indago el oficial de cabello rubio.

—No lo creo —soltó preocupado—, mi hija hoy me dijo que lo vio golpearla en su salón de clases.

—Averiguaremos que es lo que pasa —añadió mientras se dirigía a la puerta y tocaba el timbre de la casa.

—Parece que no hay nadie —añadió otro oficial y sujetando la manija de la puerta se sorprendió al ver la puerta entreabierta.

—No creo que se fueran dejando la puerta abierta —el rubio respondió y sujetando la pistola de su cintura—, señor Campbell será mejor que se quede aquí.

—De ninguna manera —soltó preocupado—, tengo que asegurarme de que Damiana está bien.

En completo silencio ingresaron a la casa, por el pasillo principal no había ningún rastro, Marco pudo ver una foto de ambos abrazados, se notaba la felicidad en sus ojos. Continuaron caminando y en la sala encontraron varias cosas en el piso, un jarrón completamente destrozado, el televisor estaba en el piso y en el sofá pudo observar rastros de sangre.

—Pide refuerzos —soltó el oficial rubio mirando a su compañero, este asintió y salió del lugar rápidamente.

El oficial siguió recorriendo la casa, después de un tiempo regreso y negó con la cabeza.

—No hay nadie en la casa —guardo su pistola en su cinturón.

—Se la llevo —soltó preocupado Marco—, debemos salir a buscarla.

—Señor Campbell, será mejor que vaya a casa a descansar.

—Necesito encontrarla.

El camino se hacía cada vez más lento, Damiana solo podía ver como se alejaban de la cuidad cada vez.

—Siga de frente y a doscientos metros llegara a su destino.

—Pronto llegaremos a la gasolinera —soltó Fabio mientras la miraba.

Damiana tenía las manos atadas y sentía como sus muñecas empezaban a dolerle.

—¿Necesito que me sueltes? —escupió molesta.

—Te dije que te alejaras de él, pero no me hiciste caso —estaba demasiado molesto—, tuviste la desfachatez de pasearte con él y la mocosa esa.

—No hables así de ella —lo golpeo y él le soltó una cachetada.

—Te lo dije —le sujeto del cabello.

—Déjame ir —pidió mientras lloraba.

—Sera mejor que cierres tu maldita boca —salió del auto y empezó a llenar el auto con combustible.

Damiana miro a todas partes y cuando no lo encontró empezó a buscar un papel o algo con lo que pudiera escribir, salió del vehiculó.

—¿A dónde crees que vas? —soltó mientras la detenía.

—Necesito ir al baño —suplico—, no creo que quieras que ensucie tu auto.

—Sera mejor que no pienses en hacer algo estúpido —sacó un navaja de su bolsillo y corto la soga que sujetaba sus manos—, mantén la cabeza agachada.

Damaris ingreso a la tienda seguida de Fabio, a lo lejos pude ver a un hombre de mayor edad.

—Buenas noches —hablo un hombre—, les puedo ofrecer algo.

—¿Me podría prestar el baño? —Damiana trataba de no sonar alarmada—, tantas horas de viaje hace que me sea difícil aguantar.

—Claro —soltó el hombre mayor mientras le entregaba la llave del baño—, al fondo a la derecha.

—Gracias.

Damiana se dirigió hasta el baño y cuando ingreso saco el papel de su pantalón y empezó a escribir, sabia a donde se dirigían y eso sería muy útil para encontrarla.

—Están de luna de miel —soltó el hombre mientras miraba a Fabio.

—Nuestra segunda luna de miel —añadió y con paso veloz se dirigió hasta el baño.

—Damiana —golpeo la puerta—, será mejor que salgas.




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