Una mamá para navidad

Capítulo 9

 

—¡¿Como que la boda se cancela?! —hablo su padre mientras se dejaba caer en el sillón.

Sin muchos ánimos marco volvió a contar la historia de como habían sucedido las cosas esa mañana en su oficina. Cuando terminó de narrar. Su padre se sujetó el puente de la nariz y mirándolo negó con la cabeza.

—Lo mejor será que la dejes, necesito tiempo para pensar. Ahora debe estar pensando en que le fuiste infiel.

—Pero yo no hice nada, padre —soltó ofuscado.

—Eso lo sé, hijo —trato de calmarlo—, pero ponte a pensar que ahora ella está dolida. Dale tiempo. Sé que cuando se calme ella te escuchará. Ahora debemos informar a la familia que la boda se cancela. No entremos en detalles, digamos que se apresuraron las cosas. Que ustedes son aún jóvenes.

—Entiendo

—Ahora concéntrate en lo que mejor sabes hacer, quiero que te sigas preparando para que tomes mi lugar en la empresa.

—Sí claro, padre, como tú digas. Ahora, si me disculpas, necesito ir a mi habitación a descansar. Fue un día muy agotado.

—Claro que sí, hijo descansa.

Marco subió arrastrando los pies hasta su habitación. Aún no podía creer lo que había pasado, ¿cómo era posible que ella se fuera sin que le dejara explicarle la situación? Al ingresar a su habitación se dejó llevar por la luz que iluminaba el cielo oscuro de la noche en su escritorio pudo observar varias de las fotos que había de los dos los últimos años que habían pasado juntos como pareja. ¿Cómo había pasado todo eso?  sin duda alguna el destino le estaba jugando una mala pasada. ¡¿Cómo era posible que su compromiso se arruinará en esa tarde?! Y todo por un simple malentendido, sujeto el marco de fotos en sus manos, aquella era la foto que se había tomado el día que se habían comprometido, aun recordaba aquellas palabras que él dijo. Sin duda alguna el amor que sentía por ella era sincero. Estaba molesto, claro. Pero aquello no impediría a que su amor se fuera desapareciendo con el tiempo. ¿La amaba? Claro que la amaba de eso estaba seguro. La amaba desde el primer momento, aunque no quisiera aceptarlo se había enamorado de ella por su forma de ser. Aquella pequeña niña amable y poco sociable. Al principio pensó que el cariño que sentía era como él de un hermano queriendo proteger a su hermana menor. Pero con el paso de los años ese cariño se fue transformando en amor. Estaba dispuesto a esperarla. Del bolsillo de su pantalón  sacó la pequeña caja de terciopelo. Al abrirla pudo ver aquel anillo que le habría dado en el compromiso. Aquel anillo que estaba utilizando hasta ese día. El anillo lo encontró sobre la mesa de su escritorio junto con una nota de Berta pidiéndole perdón por lo que había ocasionado no había sido su intención que las cosas se malentendieran. Pero no podía hacer nada al respecto las cosas ya estaban hechas. Sólo le quedaba esperar. ¿Pero cuánto tiempo podría estar esperando?

—Damas y caballeros, por favor abróchense los cinturones porque ya vamos a aterrizar —hablo la aeromoza por la línea.

Damiana había pasado todo el viaje durmiendo sin duda alguna eso le había ayudado a no seguir derramando lágrimas, pensar en Marco sólo hacía que le doliera el corazón, aún no podía entender cómo era posible que él le hubiera hecho aquello, era posible que le haya engañado con ella. Le había dicho miles de veces que la amaba, que ella era el amor de su vida. Fue una tonta al pensar en eso. Pero estaba enamorada lo amaba con todo el corazón y era difícil sacarlo de su mente. Aún recordaba aquellas palabras. Ella estaba embarazada y. estaba esperando un hijo de Marco. No podía quedarse ahí, sabía que si se quedaba él buscaría la manera de hacerse responsable, pero sin dejarla a ella. Tal vez separaría a su bebe de su madre. Eso no lo permitiría. Ella sabía lo que era vivir sin un padre y una madre, cuando sus padres murieron no le quedó nada, llegó a casa de sus abuelos porque eran sus únicos familiares, y necesitaba el amor de una familia. Sin duda alguna, ese amor lo consiguió ahí en aquella casa.

Damiana se encontraban en la sala de espera. No tenía idea de adónde ir, era la primera vez que salía de Escocia no conocí a nadie. Tampoco tenía un amigo ahí. Miró a la gente que iba y venía en ambas direcciones.

—Qué alegría volverte a ver aquí.

Al escuchar aquella voz se giró y vio a aquel joven con el que había entablado una conversación en el aeropuerto de Escocia.

—Fabio —se volvió a presentar—. Veo que no te acuerdas de mí.

—Lo siento. Estoy tan distraída que no recordaba tu nombre —Se disculpó con una sonrisa.

—Está bien —soltó Fabio—. ¡Qué te parece si a modo de disculpa me aceptas un almuerzo!

A Damiana le pareció extraño que aquel joven le pidiera un almuerzo a modo de disculpa, pero viendo la situación, ella no conocía a nadie más que a él. Fabio era la única persona con la que había entablado una conversación antes de que empezara el vuelo y sin duda alguna aceptó.

—Por supuesto —contestó mientras lo miraba

—Perfecto —agregó el joven mientras sujetaba su maleta—. ¿Qué te parece si primero te llevo a tu hotel? Dejas tus cosas y después vamos a almorzar.

—Creo que primero vamos a almorzar, la verdad es que no tuve tiempo para hacer ninguna reservación en algún hotel.

—Vaya, veo que saliste demasiado deprisa de Escocia, descuida yo conozco un buen hotel sé que te encantará la casa. La casera es buena, sin duda alguna tendrá una habitación disponible para que te puedas quedar. Anteriormente yo me quedaba en su hotel, pero ahora me quedo en el hospital.




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