Una mamá para navidad

Capítulo 11

 

—¡No! ¡No!

Marco le sujetaba de las manos y se las llevaba a la boca, aquel vacío en su corazón que sintió la primera vez que ella se fue, estaba ahí de nuevo. Ella lo estaba dejando de nuevo pero esta vez se iría para siempre y no volvería jamás.

—No puedes dejarme, no otra vez. No soportaría tu ausencia una vez más. Abre los ojos mi hermosa Valkiria, Damiana.

La abrazo y las lágrimas empezaron a correr por sus mejillas, aun recordaba su sonrisa, aquellos hermosos ojos que lo tenían embelesado.

—Abre tus hermosos ojos amor mío, no puedo perderte —empezó a besar su rostro, beso sus labios y los sintió fríos. Ya no tenían la calidez que una vez sintió. Que cruel era el destino, ella acaba de regresar a su vida, pero, así como había llegado se iba alejando de su lado. Rogaba a Dios que no le pasara nada, que no se la quitara de su lado, si una vez sintió morir cuando la perdió, ahora no podría soportarlo y de seguro moriría con ella.

El monitor cardiaco empezó a emitir unos sonidos y Marco pudo sentir el pulso de Damiana.

Cuando llegaron al hospital, la puerta se abrió y varios hombres sacaron la camilla.

—Su ritmo cardiaco es débil —soltó la mujer—, necesita una operación de emergencia.

—Sala de operaciones —hablo el doctor y Marco observo como desaparecían por el pasillo.

—Ahora está en buenas manos —trato de reconfortarlo el paramédico.

—Su esposa es muy valiente —agregó la mujer antes de salir del hospital.

Marco no pudo sostenerse en pie y cayo de rodillas, las lágrimas recorrieron su rostro, agradecía a Dios que ella aun estuviera con vida, el destino le estaba dando una oportunidad y no la desaprovecharía. Su celular empezó a sonar y vio que era la nana.

—Señor —hablo preocupada—, ¿pudo encontrarla? ¡La pequeña dama pregunta por usted!

—Estoy en el hospital —respondió tranquilo—, Damiana está en operación.

—¿Como se encuentra la señorita? ¡Todos en la casa estuvimos angustiados! ¡No pudimos pegar ojo en toda la noche!

—¿Como esta mi hija? —pregunto preocupado por su pequeña.

—Aún está durmiendo señor, lloro toda la noche, y rezo para que no le pasara nada a la señorita.

Marco sabía que su hija quería a Damiana como a su madre, era increíble como la pequeña le tenía tanto cariño, y quería que fuera su madre.

—Nana, cuando despierte mi hija, la puedes traer al hospital, estoy seguro que estará feliz al ver a su maestra.

—Claro que sí señor.

Cuando termino la llamada, se comunicó con el tío William, le pidió que le trajera ropa limpia y una pequeña cajita de su escritorio. Los minutos pasaron y cuando vio salir al doctor de la sala de operaciones, se aproximó rápidamente.

—Su esposa está a salvo, aunque la bala no alcanzo órganos internos, perdió mucha sangre, me informaron de su corazón se detuvo por unos instantes, es un milagro que este viva.

—Un milagro de navidad —agregó Marco.

—Ahora se encuentra descansando, la llevaran a una habitación y puede estar con ella hasta que despierte.

—Gracias doctor.

—Fue un placer ayudar.

Observo como el doctor se retiró y una enfermera se acercó a él.

—Señor Campbell, la habitación de su esposa esta por aquí, sígame.

Marco camino en completo silencio, sentía que sus pies le pesaban con cada paso que daba. Cuando la enfermera abrió la puerta, observo que Damiana ya se encontraba ahí. Su rostro estaba pálido y solo se notaban los hematomas de los golpes que recibió. La enfermera salió y Marco camino lentamente hasta que llego a su lado, había una silla al lado de la cama y dejándose caer, sujeto su mano y agradeció por que aun estuviera viva. Sintió una tranquilidad al tener su mano entre la suyas. Examino cada aspecto de su rostro, vio las marcas de unas manos alrededor de su cuello y sus muñecas estaba con vendas para que no le quedaran marcas por las heridas. Una ira invadió todo su ser, si hubiera llegado más antes, él la hubiera protegido con su vida, no hubiera pasado por todas esas situaciones, el miedo, la desesperación y el haber tenido que matarlo ella misma. Si no la hubiera dejado ir cuando eran más jóvenes, tal vez ahora sería su esposa, la madre de sus hijos, si la hubiera buscado y explicado que Damaris no era su hija, otra hubiera sido la historia, para todos, la pequeña dama era su hija, ese fue el último deseo de Bertha, que me hiciera cargo de su hija cuando ella falleciera, los más cercanos a él sabían la verdad. Damiana también debía saber la verdad. El destino le estaba dando otra oportunidad y no la desaprovecharía. El sonido de la puerta lo saco de sus pensamientos y al girarse vio a William con su ropa.

— Señor, aquí esta lo que me pidió —hablo mientras le entregaba una bolsa con su ropa, del bolsillo de su abrigo, saco una pequeña cajita de terciopelo, se la entrego en sus manos y Marco abrió la cajita, sonrió al ver lo que había dentro y lo guardo en su abrigo. William salió de la habitación y Marco se cambió la ropa en el baño, cuando salió, ya limpio y aseado, se acomodó al lado de la cama y siguió contemplando a Damiana.  No sabía cuánto tiempo se quedó dormido, pero cuando abrió los ojos aun Damiana estaba dormida. Beso su mano delicadamente y pudo sentir como ejercía presión. Al dirigir su mirada la observo con los ojos abiertos.




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