Una mamá para navidad

Capítulo 12

Capítulo 12

 

Fue lo último que pudieron escuchar antes de que la puerta se cerrara y se quedaran en completo silencio. Damiana empezó a reírse de lo que dijo la niña.

—¿Te agrada la idea? —preguntó Marco mientras le sujetaba la mano

—Claro que si —agregó con una sonrisa en los labios—. Siempre soñé con tener un hijo contigo.

—¿Solo uno? —preguntó sujetándole la mano.

—Por ahora me conformare solo con uno —añadió tranquila—, además ya tenemos a la pequeña dama.

—Veo que ya despertó —habló el doctor—, tuvo demasiada suerte. Como su esposo dijo, que siguiera con vida fue un milagro de navidad

—¡Mi esposo! —Soltó sorprendida.

—Habla de mí, mi vida —Marco le sujeto de la mano.

—Espero que se recupere pronto, estará unos cuatro días en el hospital, hasta que se recupere muy bien, después le daré de alta para que se vaya a casa y disfrute de la navidad.

—Gracias doctor —Marco le tendió la mano y el doctor la estrecho gustoso.

—Con permiso —salió de la habitación y los dejo a solas.

—Así que esposo.

—Ellos creyeron que lo era —se cruzó de brazos.

—Y tu dejaste que ellos pensaran eso, no lo negaste.

—Para qué negarlo, me sentía muy bien cuando me informaban de mi esposa —tenía una hermosa sonrisa en los labios.

El sonido de la puerta los interrumpió y Marco sin muchos ánimos se dirigió a la puerta, y se dio con la sorpresa de ver a los abuelos de Damiana.

—Abuelo, abuela —añadió Marco saludándolos—, ¿Qué sorpresa verlos aquí?

—Hijo —soltó la abuela—, ¿Por qué no nos avisaste que estabas en el hospital?

Cuando Damiana escucho la voz de su abuela, las lágrimas empezaron a brotarle de los ojos. No quería que ellos la vieran así, no podía soportar la triste en sus ojos, rápidamente se tapó el rostro con la colcha para que no la vieran.

—Fuimos a tu casa y la señora Ford nos dijo que estabas en el hospital, vinimos rápidamente a verte y nos alegra que estes bien —soltó el abuelo mientras le daba varias palmaditas en el hombro.

—¿Cuándo regresaron? —preguntó mientras miraba de reojo a la cama—, ¿vinieron con mis padres?

—Si, llegamos hoy en la mañana —la abuela estaba dispuesta a ingresar, pero Marco le prohibió el paso.

—¡¿Qué pasa?! —preguntó sorprendido el abuelo—, no nos dejaras ingresar.

—No es prudente —añadió un poco nervioso.

—Si estas con alguien, por nosotros no te preocupes —la abuela habló-, me alegra que al fin puedas volver a ser feliz. Puedo verlo en tus ojos.

—Vamos cariño, no lo avergüences —le sujeto del brazo a su esposa—, nos vemos otro día hijo.

—Claro que si —se despidió y vio como la pareja de más de cuarenta años de matrimonio se aleja sonriendo.

—No tienes por qué esconderte —habló una vez que cerró la puerta—, ya se fueron.

—No me gustaría que me vieran así —añadió mientras miraba a la ventana—, ellos sufrieron demasiado cuando me fui. No podría verlos a los ojos.

—Sabes que ellos te aman —añadió mientras se acomodaba a su lado y la abrazaba—, siempre te amaron y sé que ellos sabrán perdonarte.

—No me comunique con ellos todos estos años —soltó resignada.

—Pero… ellos me dijeron que les llamabas y hablaban.

Marco se sorprendió ante la sorpresa.

—No tuve el valor de llamarlos.

Lo miro a los ojos y sintió las lágrimas aproximarse.

—¡Quisiera verlos!

A Marco le dolía verla así, jamás en su vida le había visto tan triste, le abrazo y dejo que llorara en sus brazos, no tenia idea de todo lo que había vivido en esos años, ahora que la tenia a su lado no permitiría que nada malo le pasara, la cuidaría con su propia vida. Sabía que los abuelos aun tenían la esperanza de verla de nuevo, ellos la echaban mucho de menos y el cariño de Marco y de la pequeña Damaris había apaciguado un poco el dolor que sentían.

Debía de buscar la manera de hablar con ellos y explicarles las cosas que pasaron, las cosas que tuvo que vivir Damiana, sabía que ellos entenderían y perdonarían a su nieta.

Los convocaría a todos mañana en su oficina. Esa era la mejor solución que había encontrado. Con sus padres y los abuelos de Damiana, hablaría y les diría sus intenciones, la haría su esposa, de eso estaba seguro, una vez que se recuperara de los golpes y moretones, organizaría una cena en su casa, y allí se volverían a reencontrar. Estaba decidido.

—Amor mío —soltó Marco mientras Damiana levanto la cabeza y lo observo—, cuando te recuperes me gustaría organizar una cena y avisarles a mis padres y a tus abuelos que nos casaremos.

—En serio… —agregó con una sonrisa.

—Claro que si —deposito un beso en su frente—, si por mi fuera me casaría contigo de inmediato, pero quiero que te recuperes por completo.




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