Una Melodía Mortal

Capítulo 2

Raven

El olor a sangre sube a mi nariz mientras camino por los extensos pasillos oscuros. El pequeño farol en mi mano ilumina las paredes decoradas por cuadros antiguos acompañadas de telarañas. Una pintura en particular me detiene en seco y contemplo el arte en su máxima expresión. En medio de la penumbra logro ver su perfecto rostro esculpido.

Este hombre, vestido en su traje real y una capa roja, es la definición de perfección. A pesar de la dureza en sus elegantes rasgos, hace que mirarlo me provoque un dolor en el pecho. Mi mente es un caos, enredada en una especie de pánico mientras analizo el contorno de sus labios gruesos y los ojos rojos. Todo en él grita peligro y me incita a querer perderme en sus fuertes brazos.

El calor de ese pensamiento me envuelve y trago saliva. Es una reacción primaria y normal. No puedo detener las ansias de estar cerca ni desearlo como lo hago. No importa si solo lo he visto en mis sueños más retorcidos.

Krestel Markovic es mi compañero y lo anhelo.

Un destello de luz atrae mi atención hacia unas de las habitaciones y me dirijo a ella sin pensar demasiado. Mis pies descalzos no suenan al pisar las frías baldosas, pero un pequeño charco líquido me hace frenar el siguiente movimiento. Al bajar la mirada noto algo pegajoso cubriéndome los dedos. Sigue fresca.

Es sangre y forma un camino que me conduce a una puerta. ¿Sería buena idea seguirla? Hago caso omiso de los instintos que me piden retroceder. No es la decisión más sabia, pero me niego a retractarme. Apago el farol en mi mano, mi corazón se acelera e inhalo bruscamente mientras asomo mi cabeza a través de una grieta para obtener un mejor vistazo.

Hay una mujer delgada y frágil tendida en los brazos de un hombre. Su cuello está expuesto mientras él le hunde los dientes en la yugular. Ella sigue quieta, su vestido blanco tiene manchas de sangre y su largo cabello rojo fluye como la seda.

La conozco. Sé quién es esa mujer.

Mi estómago se revuelve mientras me esfuerzo por asimilar lo que estoy viendo. El pecho de la mujer no se agita con señales de que está viva y confirmo mis sospechas cuando su cabeza se mueve y vislumbro su rostro cubierto por pecas... Ojos azules abiertos, pero sin vida, cabello rojo lacio, cuerpo frágil y expresión perdida.

Me veo a mí misma muerta en los brazos del rey vampiro.

Mi mano libre reprime cualquier sonido que amenaza con escapar de mi garganta y doy un paso atrás. El terror me congela hasta en los huesos y me ahogo en el miedo, la confusión y el shock. De repente, ojos rojos chocan con los míos y esta vez no me callo nada. Grito tan fuerte que el resto de mi cuerpo tiembla y algunos objetos del pasillo caen al suelo. La boca del vampiro se tuerce en una sonrisa y su lengua limpia la comisura de sus labios.

Él está alimentándose de la chica muerta.

Y esa chica soy yo.

Despierto desorientada y mareada. Mi pecho agitado se mueve bruscamente por las inhalaciones. La ventana está abierta dando paso a la luz de la luna. Ava sigue dormida a mi lado mientras Robin me mira con atención.

Mis maletas en la esquina me recuerdan que partiré dentro de unas horas en el reino maldito y no me siento feliz. Dudo que lo esté. Dejaré atrás varios trozos de mi vida y mi familia no podrá consolarme en los momentos más difíciles a excepción de Ava.

Me levanto de la cama con una bata alrededor de mi cuerpo y camino a la cocina. Me encuentro con la sorpresa de que papá está sentado en una silla mientras fuma casualmente. Sus ojos azules me perforan, su mandíbula contraída señala que sigue molesto con la idea de dejarme ir. Él no apoya la decisión de que me traslade a Arkos.

Su pequeña, la niña que le pedía entre llantos una paleta, no volverá a verlo en mucho tiempo.

—He sido muy pesimista —empiezo en voz baja —. No le he visto nada positivo a mi viaje cuando no soy así. No juzgo a nadie antes de conocerlo.

Mi padre le da una larga calada al cigarro. El humo sube al techo, llenando la cocina. Me molestaría muchísimo si fuera humano. Sus pobres pulmones sufrirían terribles consecuencias.

—¿Sabes qué me pone furioso? Mañana cumplirás dieciocho y no estarás con tu familia para festejarlo. Y tu cambio de forma...

La tristeza en sus ojos me aplasta y el miedo regresa con el recordatorio del cambio. Dioses...

—No hay motivos para celebrar —omito mencionar la transformación —. No estamos en las mejores circunstancias.

—Tampoco he pensado en nada positivo —dice —. Me quedo con la peor impresión de él porque sabe de tu existencia y no fue capaz de presentarse aquí para pedir tu mano como se debe.

Una sonrisa se dibuja en mi rostro.

—Él no es un príncipe azul y tampoco un caballero. No esperes mucho, papá.

Termina su cigarro antes de apagarlo en el cenicero.

—No lo conozco personalmente, pero si hay algo que puedo asegurar es que existe un lazo que lo une a ti. Está en su naturaleza protegerte como si fueras su vida. Confío en la elección de la diosa luna —Me toca la mano —. No permitirá que nadie te lastime.

Sí, quiero creer lo mismo, pero Krestel es un monstruo. El dolor es una de sus pasiones.

—No quiero que te preocupes por mí, estaré bien. Mamá te necesita tranquilo para el nacimiento de mi próximo hermanito.

Los extrañaré cada segundo de mis días, me sentiré incompleta sin ellos, pero lograré salir adelante porque son mi motor. Cualquier sacrificio que haga será por mi familia y no lo lamentaré. Son mi todo.

—Te amo, Raven.

Me hundo en su abrazo mientras lágrimas silenciosas caen por mis mejillas.

—También te amo, papá.

—No te irás sin saber el nombre de tu hermanito.

Sonrío.

—¿Cuál es?

Acaricia mi cabello.

—Aaron.

Mi corazón da un tirón debido a la felicidad. Aaron es un nombre precioso.

—Me encanta —Levanto la cabeza de su pecho —. Aaron es hermoso y al fin tendrá tu cabello.




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