Una Melodía Mortal

Capítulo 7

Raven

Miro mi habitación bellamente decorada y me pregunto si las paredes siempre han sido tan blancas. Hay una luz en el techo en forma de araña compuesta por velas. La falta de tecnología no hace menos atractiva este lugar. Todo me recuerda a los cuentos de hadas que mi madre solía leerme cuando era una niña. Tomo nota mental de añadir algunos accesorios coloridos para animar el ambiente. Pasaré mucho tiempo encerrada aquí y quiero que sea soportable.

Me quito los tacones mientras camino hacia el gigantesco armario con la emoción arremolinándose en mi pecho. Contengo el aliento cuando abro la puerta y me trago el grito asombrado que quiere salir de mis labios. No voy a actuar indiferente ante la cantidad absurda de ropa que aprecian mis ojos. Es el sueño de toda chica adicta a la moda. Los vestidos tienen un estilo medieval muy elegante que solo he visto en algunos museos. Me llama la atención que la mayoría sea blanco o rojo. Falta un poco más de diversidad, pero por más que me fascinen no cambiaré mis prendas cómodas.

La siguiente puerta muestra zapatos sin tacones altos, corsés, ropa interior, abrigos, capas. Mis pisadas son silenciosas en la alfombra a medida que me dirijo al mueble con cajones adornadas a base de oro y más oro. Ni siquiera me sorprende encontrar cofres llenos de joyas: collares, aretes y pulseras compuestas por diamantes. ¿Este hombre lo organizó todo para mí?

—Esto es una locura —Hablo con un suspiro. Robin está muy ocupado mordiendo las sábanas.

Veo un jarrón con rosas rojas ubicada sobre la mesita cerca de la cama, un sofá al lado de la chimenea y la ventana con cortinas rojas. El baño es absolutamente impresionante con una tina de mármol, espejos brillantes y también una ducha. Wow... Me sorprende que aquí adentro no exista el frío. Todo es muy cálido. ¿Es por algún tipo de magia?

Me abrazo a mí misma, acercándome a la ventana que enseña la caída de nieve y el cielo rojo de un tono granate. Dudo que considere como mi hogar este deprimente castillo. Echo de menos las risas de mis primos, sus bromas, la música ruidosa que escuchaban por las mañanas y las discusiones infantiles de mis tíos. Dejé atrás mi antigua vida para tomar un lugar que no me corresponde.

No soy una reina.

Solo soy una chica de dieciocho años con sueños que nunca van a cumplirse.

—¿Majestad? ¿Puedo pasar?

Observo la puerta cerrada con el ceño fruncido. No reconozco la voz y no me avisaron que alguien vendría. Consideré que la única presencia cercana sería el del guardia que custodia mi habitación.

—¿Quién es?

—Su dama de compañía, alteza —explica la mujer —. Estoy aquí por órdenes del rey Krestel Markovic. Le traje su cena.

Ya era hora. Estoy hambrienta.

—Adelante —Doy la orden, cerrando las cortinas.

La menuda mujer ingresa con una bandeja en la mano compuesta por una copa de vino diluido, un cuenco de pollo con papas, una rebanada de pan crujiente y bol de frutas cortadas. Ni siquiera me mira mientras coloca mi comida sobre la mesita de luz. Su vestido azul marino combina con el color de su cabello ondulado. Es pequeña, pero hermosa. El collar de cuero en su cuello me hace enarcar una ceja.

—Espero que disfrute su cena. También le traje comida a su mascota —Me mira, inclinando su cuerpo en una reverencia —. Puedo ayudarla a tomarse un baño de espuma y frotar su espalda con la esponja. Imagino que su viaje fue muy duro y necesita un poco de atención.

—Agradezco tu oferta, pero puedo hacer esas cosas por mi cuenta. ¿Cuál es tu nombre?

Agacha la cabeza. Bajo la suave iluminación de la habitación, parece mucho más joven de lo que probablemente es. Su voz suena temblorosa cuando musita:

—Morana Zek, alteza. A sus órdenes.

—Soy Raven Karlsson, pero supongo que ya lo sabías —Dejo salir una risita nerviosa —. ¿Llevas trabajando mucho tiempo para el rey?

Sus hombros se tensan.

—Sí, alteza.

—Conmigo no son necesarias las formalidades —Recojo la bandeja y la pongo en mi regazo —. Al ser mi dama de compañía irás conmigo a cualquier sitio que vaya. ¿No es así?

—Sí, milady.

Bueno, milady suena mejor que alteza o majestad.

—Siéntate —Palmeo la cama a mi lado y ella echa un vistazo a la puerta antes de obedecer —. Ya que seremos lo más cercana a amigas me gustaría saber todo de ti. ¿Tu cabello es natural?

Sus labios tiemblan con la sonrisa que amenaza con revelarse.

—Sí, pero hay días que cambian de color por el uso del glamour. Hoy es azul, mañana quizás rosa, verde, naranja o marrón.

Traigo el primer trozo de manzana a mis labios. Es crujiente, mucho más dulce que el del mundo mortal.

—¿Qué eres?

—Soy una ninfa acuática, milady —explica —. Unas de las descendientes más poderosas de Arkos. La última en mi clase.

La examino atentamente sin perderme un detalle de su rostro. Es una ninfa que utiliza el glamour. ¿Por qué está sirviéndome? No veo su aura, pero sí puedo percibir su energía. No es negativa ni positiva. Es... un misterio.

—¿Qué haces trabajando como una sirvienta más?

Morana endereza los hombros.

—Estoy en un rango mucho más bajo. Soy esclava del rey.

Abro los ojos ampliamente porque la palabra esclava es muy fuerte para pronunciarla a la ligera. Sabía desde el principio que Krestel es un tirano, pero que esté a favor de la esclavitud es algo que nunca imaginé.

—¿A qué te sometes exactamente? Define qué significa esclavitud para ti —Coloco la bandeja en su lugar. Ya no tengo apetito —. Porque en mi mundo esa actividad es ilegal y cualquiera que lo ejerza es condenado.

Sus ojos oscuros son inquisitivos y se pone de pie.

—Cumplo con todas las necesidades del rey excepto las carnales —expone con la cabeza gacha y las manos detrás de la espalda —. Me retiro si no necesita nada más, alteza. Su hermana requiere de mis servicios.

Trago la sequedad de mi garganta. Le asusta hablar de Krestel, puedo notarlo en su lenguaje corporal. ¿La lastimó? Obviamente sí. El collar que trae puesto grita auxilio.




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