Una Melodía Mortal

Capítulo 9

Raven

Siento que el tiempo se detiene mientras me aferro al brazo de Krestel como si mi vida dependiera de ello y aguanto la respiración. Cerca de cien personas se esparcen por el salón, mirando cada uno de nuestros movimientos. Percibo los ojos críticos por mi aspecto, escucho los susurros y veo el disgusto en varios rostros. ¿Por qué no? Me presenté a la fiesta vestida de una forma que nunca vieron en Arkos.

Vulgar.

Chica corriente.

Ramera...

Las palabras golpean mi cara como un balde de agua fría y me tropiezo con mis tacones altos. Los músculos de mis piernas se tensan, las ganas de correr me invaden. Es Krestel quién me ayuda a mantener el equilibrio sin soltarme.

—¿Qué dije sobre la opinión de los demás? —susurra para que solo yo pueda escucharlo.

El simple vistazo de sus ojos rojos me ayuda a mantener la calma y me relajo en sus brazos. No comparte el mismo pensamiento que los invitados. Hay admiración en su mirada. Puedo hacer esto. Con él a mi lado puedo.

—Que están debajo de ti —respondo con un aliento tembloroso.

—También están debajo de ti. Cualquiera que se atreva a insultarte está muerto —dice alto y algunos apartan la mirada —. No agaches la cabeza ni te avergüences. Te ves hermosa.

Mi corazón da un salto y asiento. ¿Cómo es capaz de generarme este sentimiento de seguridad a pesar de lo que me ha mostrado en mis pesadillas? Krestel es la perfecta definición de contradicción.

—Gracias.

—Permanece a mi lado si te sientes incómoda.

Ava mira a los incrédulos con puro odio y le quita una copa de vino a la camarera. Si mi madre estuviera aquí se molestaría porque no tiene la edad suficiente para beber, pero es Ava Karlsson. Hace lo que quiere.

Se instala el silencio a medida que caminamos directo al centro de la habitación dónde hay escalones que conducen a dos tronos decorados con alas de murciélagos en sus cabeceros. Detrás hay ventanales que muestran el paisaje nevado de Arkos. No tiene que ser tan difícil mezclarse. Fingiré que estoy en la preparatoria y soy normal como todos. Excepto que ya no me encuentro en mi mundo. Aquí no soy una simple adolescente. Soy una reina.

Respira.

Respira.

No estás sola.

Él te sostiene.

Krestel no te dejará caer.

A la izquierda hay tres sillas dónde están sentados dos hombres y una mujer que he visto antes. Es Serenity, la encantadora de serpientes que ayudó a Allison. Está acompañada de su esposo e hijo. Me da una sonrisa suave que le da un segundo de respiro a mi tensión. No todos me odian.

Krestel sube el primer escalón y me tiende la mano para ayudarme a subir. Mis tacones altos repiquetean, el silencio absoluto es más grande cuando llegamos a los tronos y maldigo internamente. No importa las veces que he visualizado esta imagen en mis sueños. No me acostumbro al hecho de que estoy destinada a un rey vampiro y juntos gobernaremos Arkos. Esto va mucho más allá de mis expectativas.

Debería estar en la orquesta inglesa, presentando mis notas mientras toco el violín. Siempre quise aplicar en la universidad y tener mis propias giras de conciertos. Soñaba con ver a mis padres aplaudiéndome entre la multitud. Deseaba tantas cosas...

Krestel se sienta en el trono con una postura casual, los codos apoyados en los reposabrazos y una sonrisa socarrona. Me quedo de pie sin tener idea de cuál será mi próximo movimiento.

—Tú decides.

Salgo de mi estupor.

—¿Qué?

—Dónde ubicarte —Apoya la barbilla en la palma de su mano —. Puedes sentarte en el trono a mi lado o cómo segunda opción tienes mi regazo.

Mis mejillas se calientan porque lo ha dicho en voz alta. Si antes estaba avergonzada ahora peor.

—Imbécil —siseo por lo bajo, acomodándome en el trono opuesto.

Entonces Krestel sonríe ampliamente. Su sonrisa no es una que he visto desde nuestro encuentro. Es genuino, hipnotizante, hermoso. Sus labios se separan y enseña sus colmillos. Sus ojos se achinan y transforman su rostro en uno más juvenil. Me cuesta recordar que detrás de esa sonrisa hay historias trágicas, muertes, odio. Todo desaparece a nuestro alrededor. Solo somos él y yo. Siento que mis propios labios se curvan y nos observamos por lo que parecen horas.

—Majestad —La voz de Morana interrumpe el hechizo y me aclaro la garganta mientras vuelvo a enfocarme en el público. Krestel adopta su típica actitud fría.

La ninfa le entrega un cáliz de sangre mientras a mí una copa de vino. Le doy las gracias y ella se retira sin mirar al rey. Una vez que estamos cómodos, Krestel se pone de pie. Todos esperan en silencio que hable. El salón no solo está atestado de inmortales como vampiros o hadas. También hay demonios y otras especies.

—Los he convocado para que sean testigos del evento más importante que ha sucedido en Arkos después de doscientos setenta y cinco años —Su voz es profunda y dominante. Las palabras de un líder que todos temen —. Su llegada ha sido susurrada por las aguas y las campanas sonaron como señal de que es la indicada. Ella vino hasta aquí para llevar a cabo nuestra futura unión. Será mi esposa muy pronto y la nueva reina por quién deberán arrodillarse.

Se escucha murmullos y jadeos indignados.

—¿Una humana que no comparte nuestra tradición? —Se burla una mujer de espeso cabello castaño y los ojos rasgados como un felino. El odio claro en sus pupilas.

La miro con una ceja arqueada.

—Soy inmortal —Hablo en voz alta antes de que Krestel responda por mí —. Mi padre es un licántropo y mi madre una médium. Eso me convierte en una mezcla de ambos.

La conmoción estalla cuando me miran peor que antes. De acuerdo, no debí decirlo. Menos cuando Mirko mencionó sobre la extinción que sufrió mi clase en Arkos. Krestel cometió genocidio en contra de los licántropos y resulta que su compañera es una.

—Disculpe, alteza —masculla un hombre alto y robusto. Tiene dos cuernos en la cabeza y la piel cubierta de vello —. ¿Si usted pertenece al mundo mortal qué la motivó a compartir nupcias con nuestro rey? Es de un reino distinto y su ropa lo demuestra.




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