Una Melodía Mortal

Capítulo 18

Krestel

El trueno impacta entre las montañas congeladas, pronosticando que se avecina una fuerte tormenta. El clima es tan oscuro como mi amargo corazón. Nuevamente volví a demostrar quién tiene las riendas en Arkos de la única manera que me toman en serio.

Sangre y terror.

Acepté las disculpas que consideré honestas, pero otros tuvieron un destino trágico. Espero que se pudran en el bosque de los lamentos. Nadie se burla en mi cara y vive para contarlo. Mis advertencias han sido lanzadas. A partir de ahora pensarán dos veces antes de traicionarme.

El rey tirano está de regreso.

Y no conoce las segundas oportunidades.

La mayoría de los piratas me juraron lealtad, pero no fue suficiente. Varios han sido fusilados por los crímenes atroces que realizaron en nombre de Drui Kav. ¿Quién puede asegurarme que no volverían a cometer los mismos errores? Saquearon el puerto hasta dejarlo vacío. Cuando regrese al castillo me encargaré de que los habitantes reciban ayuda y provisiones. Hay muchas heridas que sanar y daños qué reparar.

—Todo está hecho —Nikov hace una reverencia —. Los tripulantes se mantendrán atentos el resto de la noche.

Mi ansiedad está al límite por la criatura que acecha el océano. La noche nos cubre con su manto y él pronto hará acto de presencia. Necesitamos estar listos. Confío en Raven, pero el plan B persiste sin la sirena. La protegeré con mi vida.

—Que nadie se acerque a la orilla del barco —mando —. Solo disparen cuando escuchen la melodía.

Asiente.

—A tus órdenes. ¿Krestel?

La sonrisa pícara en sus labios me previene cuál será su siguiente comentario morboso.

—¿Qué?

—¿No quieres fuera a los tripulantes? Hay canoas que nos llevarán al muelle —dice con diversión —. Tu excitación puede olerse a kilómetros.

—No digas tonterías, no permitiré que se vayan con esta tormenta. Fuera de aquí.

Su carcajada me pone los nervios de punta. Imbécil.

—Cómo quieras —dice, regresando con los tripulantes.

Niego con la cabeza, enfocándome de nuevo en la marea y las revelaciones que Raven soltó sin sutileza. No le he dedicado un solo pensamiento en siglos porque la simple mención de su maldito nombre me provoca tanta ira que es difícil respirar. Lo enterré en las profundidades más perturbadoras de mi pasado y nunca saldrá de ahí. ¿Cómo es posible que ella me lo recuerde con facilidad y asegure que volverá por mí?

Mi corazón enfermo apenas puede evocar las imágenes de nuestro último encuentro. Me aseguré de que reciba una tortura infinita el resto de su existencia. No le otorgué la muerte porque es un privilegio. Sería una salida demasiado fácil. El odio que siento por él es tan consumidor que no me ha permitido avanzar en años.

Sigue pegado a mi alma como cada herida que me ha ocasionado desde que era un niño. Revivo los momentos turbios y la noche que me arrebató a las personas que más amaba. Él me quitó todo.

Incluso las ganas de vivir.

—Tienes que esconderte, cariño —suplicó mi madre —. El armario está encantado y nadie podrá entrar. Te mantendrá a salvo hasta que Serenity venga por ti.

El terror puro me consumía, mi corazón se rompía mientras miraba su cara llena de pánico. Mamá era una mujer valiente, pero esta noche no tenía fuerzas. Vi la esperanza morir en sus ojos.

—Quédate conmigo —Me negué a soltar su mano —. No me dejes, mamá.

Los sollozos quebraron su pecho y sus llantos fueron más ruidosos. Estaba destruida.

—No puedo, tu padre me necesita. Lo siento tanto.

Las lágrimas me escocían los ojos mientras intentaba encontrarle sentido a cada cosa que estaba sucediendo. Escuché gritos, llantos y el castillo empezó a temblar por el ataque de nuestro propio pueblo. Los habitantes nos querían muertos.

—Mamá...

Se quitó el collar que rodeaba su cuello y lo dejó en la palma abierta de mi mano.

—No importa lo que suceda, Krestel. Nunca olvides quién eres, promételo.

—Por favor, dime que volverás.

No respondió.

Las palabras se atoraron en mi garganta. El dolor transformándose en odio puro porque ella no pronunció lo que quería oír. Yo sabía que no volvería a verla sonreír nunca más. Esta era nuestra despedida.

—Por favor... —insistí.

Las lágrimas rodaron por sus mejillas y se inclinó a besarme la frente.

—Te amo, cielo. Hiciste que todo valiera la pena.

—No me dejes solo. Tú no.

Tocó mi corazón.

—Siempre estaré aquí.

Me sonrió y cerró las puertas del armario encantado. Un estruendo me atravesó el pecho mientras lloraba y sostenía su collar en mi puño. Esa fue la última vez que escuché el sonido de su voz.

Cuando volví a verla, una soga estaba envuelva alrededor de su cuello y su cuerpo sin vida colgaba de un árbol. Su largo vestido blanco manchado de sangre y la cabeza de mi padre...

—¿Krestel?

Me sobresalto ante el sonido de su voz y miro a Raven que sostiene dos copas de vinos. Su dulce sonrisa trae un poco de alivio a mi pecho. Ella siempre será la calma que necesita mi tempestad. La luz que me arrastra fuera de la oscuridad.

—El gran strigoi acaba de asustarse —Su risita levanta mis labios —. ¿En qué pensabas?

Vuelvo a concentrarme en el océano ante mis ojos. El sol se esconde en el horizonte y las gaviotas escapan de Skar que está cazándolos desde el aire. Mi chico se mantiene pendiente de cualquier movimiento. En cuanto al kraken aún no nos encontramos en la zona que descansa. El objetivo es despertarlo y que Raven acabe con él tocando el violín.

Antes del viaje rodeé a Heliana con un escudo de protección que mantiene a salvo a todos los tripulantes y mi compañera. Mi barco es una posesión especial. No voy a arriesgarme a perderla fácilmente. El plan se verá afectado si el kraken logra atravesar la barrera. Espero que sea una criatura estúpida sin sentido común ni razonamiento.




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