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¿Debería dar un resumen a lo que ven mis ojos?
¿En qué momento me quedé dormida junto a este sujeto atractivo? ¿Por qué puede hacerlo con tranquilidad? Sonrío, mientras no dejo de escudriñar todo su rostro adormilado. Mi mejor amigo de infancia. Nada menos que Adrien Matthew. Uno de los chicos más deseados que nunca ha tenido novia. Mi primer amor escondido. ¿Cuántos años hemos estado juntos? Ya perdí la cuenta. Siempre ha estado viviendo a mi lado desde que tengo uso de razón. No solo es perfecto su rostro, sino también ese cuerpo matador de miradas. Abdominales que se marcan a través de esa ropa sencilla que lleva puesta.
Maldita sea. ¿Por qué tengo carne a mi disposición sin poder morderla?
—Oye, no me mires mucho —musita con los ojos cerrados. Rodea mi cintura, atrayéndome más a él. ¡Bendito sea el espíritu santo! Su fragancia es agradable. ¿Así huelen todos los chicos? Solo con él, he estado de esa forma.
Soy fiel a mi primer amor de infancia.
—Ángel, creo que deberíamos levantarnos —murmuro, teniendo una sonrisa de idiota en mi estúpido rostro. No deseo alejarme de su lado. Es tan cálido. ¿Serán por mis hormonas de adolescente? Si es así, están trayendo problemas a mi ecosistema racional.
─Sugiero que durmamos una hora más.
¿Quiere seguir durmiendo? ¿Acaso está enfermo?
─No puede ser, no me digas que estás enfermo, ¿Tú, el chico madrugador no quiere levantarse temprano? —pregunto incrédula. Adrien es un gallo madrugador. Por ello, siempre viene a buscarme por las mañana para ir a la secundaria.
Mueve un poco la cabeza y abre los ojos. Bellos hermosos ojos celestinos.
—¿Quien fue la persona que me hizo quedar hasta la madrugada viendo películas de terror?
Buen punto.
─Lo siento. Será la última vez. No te molestaré. A la próxima pido a Julie o a Demetri que me acompañen.
Palabras claves.
Julie y Demetri, son mis amigos. Nos conocimos desde que ingresé a primaria. Nos hicimos amigos con rapidez. La cosa aquí, es que este chico hermoso, es receloso con Dem. Siempre que le pregunto el porqué, contesta con un “No me gusta y nada más”.
¿Celos de mejor amigo?
─Prefería que sea la primera opción —contesta, besando mi frente. ¿Por qué debe ser así de cariñoso? Sus labios se sintieron tan calientes en mi piel. Ese lugar que besó, ha quedado húmedo y chispeando. Este chico, puede ser un playboy. De esos que salen en los libros, pero es al contrario. Tan tranquilo, sencillo, modesto, amable, sincero. En su mirada no hay ningún signo pecaminoso.
A veces creo que es gay. ¿Lo será?
Estoy pensando pavadas.
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Tuve que levantarme a la fuerza, dejando a un lado esa fragancia de menta y colonia que tiene su cama. ¿Por qué tengo que estar enamorada de mi mejor amigo de infancia? ¡Estoy perdida ante sus encantos innatos de príncipe! ¿Será por qué no he tenido novio? ¿Qué tal si me busco alguien? Pensar que tener alguien a mi lado de forma romántica, hace que arrugue mi frente.
Solo me gusta Adrien.
Llego hasta la cocina, donde lo veo de pie preparando el desayuno. Nos hemos levantado a las diez de la mañana. No he visto a sus padres. Si fuéramos novios, no estaríamos aquí, sino en su cama, dándonos mucho cariño.
Deja de pensar en eso.
─¿Dónde están tus padres? —pregunto, acercándome al refrigerador para sacar algo para beber.
─Mi madre fue a visitar a mi tía y mi padre a trabajar de improviso —contesta. Gira el tocino del sartén y el aroma se esparce, haciendo que mi estómago gruñera. Ríe—. Calma a tu estómago.
─Lo siento, Ángel. Mi estómago quiere alimentarse. Cada vez que te veo cocinar me entra mucha hambre —replico. En términos técnicos y literales, verlo con una camisa que define su aspecto físico, hace que despierte el deseo de abrazarlo y sentir su aliento en mi rostro—. Vaya, creo que estoy teniendo una fantasía.
Adrien sirve el desayuno sobre la mesa. El olor a huevos y tocino inunda toda la cocina.
─Espero que tu fantasía no sea pecaminosa.
Acertó, si supiera.
─Gracias por el desayuno amigo cocinero.
─No es nada, señorita pecaminosa.
No dejo de mirarlo, mientras devoro lo que preparó. ¿Por qué no hacerlo? Es tan hermoso. Nos conocimos de pequeño. Él sabe cuándo miento, estoy triste o feliz. ¿Aterrador? Puede ser, ya que no puedo ocultarle la verdad de mis emociones.
Termino de comer, lista para volver a la casa de al lado. Desde pequeños, íbamos de un lado al otro. Dormíamos juntos en la misma cama. Solo que a esta edad, donde mis hormonas están alborotadas, es complicado estar a su lado en esos términos.
─Más tarde paso por tu casa —anuncia Adrien, sentado en el mueble.
─No estaré más tarde —objeto, amarrándome el pasador de mis convers─. Mañana es domingo. Podemos irnos a dar chapuzón en el lago, ¿qué te parece?