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Estoy rodeada de árboles. Está lloviendo. El ambiente es sombrío. Bajo mi mirada directo al vestido sucio y andrajoso, el cual, tiene cieno. Todo duele. En especial, mi brazo derecho. Algo viscoso cae en él. Al darme cuenta que es, pego un susto. Es sangre que salía de una herida de ese lugar. Ladeo el cuerpo y retrocedo, tropezando. Una figura familiar se hace presente; no obstante, antes que viera su rostro, despierto de un salto.
¿Un sueño?
Casi me he pasado una estación. Bajo y tomo otro bus. Mi cabeza se siente confusa. El sueño fue extraño. Pude sentir la lluvia, el dolor, mi respiración y el miedo. Es la primera vez he tenido un sueño tan alucinante y perturbador. ¿Es por no haber dormido bien? Suspiro y deshago esos pensamientos.
Solo fue un sueño. Nada más.
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Medio que piso el asilo, saludo a las enfermeras. Siempre que vengo, les suelo compartir un poco de las delicias preparadas por mi madre. Medio que piso la habitación que está mi tía, golpeo suave y la abro con suavidad. No deseo asustarla y darle un paro cardiaco.
─Oh, querida ─dice mi tía Dia. Está semi recostada en la cama. Su cabello blanco rizado le cae por su rostro. Sus ojos mieles que eran igual los míos tienen pizcas de felicidad.
Sonrío, acercándome más.
─Hola tía Dia. —Saludo, dándole un fuerte abrazo y un beso en la frente─. Por cierto, he traído los pastelillos que tanto te gustan.
─Muchas gracias. —Sonríe, mostrando esos dientes completos─. Katherine siempre cocina espectacular.
─Mi mamá es una cocinera fabulosa.
─Eso ni lo dudes —concuerda. Ambos reímos—. Ven. Cariño. Siéntate. Quiero que platiques un poco de tu vida. ¿Tienes algún novio?
─ ¡Tía! No hay ningún novio.
─Por Dios, mi niña. Eres hermosa. Debes tener uno. Cualquier chico se puede enamorar de ti.
Si supiera que soy mala para el amor.
─No tengo ninguno.
─¿Alguien que te guste?
─Se podría decir que sí, pero es un amor platónico.
Hago énfasis a mi mejor amigo de infancia. No evito sonreír al recordar su rostro.
─Un amor platónico no es nada. —Suspira con nostalgia. Sus ojos se llenan de un brillo sombrío—. Deberías tener uno real.
─Tía…. ¿Te has enamorado? —pregunto sin tapujos. La tía Dia se queda callada mirando por las rejas de la ventana. Sonríe triste—. ¿Lo estuviste?
─Se podría decir que sí, pero entre esa persona y yo, nunca hubo más que amistad decorosa. —Sus ojos se llenan de nostalgia pura—. Era muy apuesto. Muy popular con las chicas. Nunca estuvo en una relación. A veces creía que era gay.
Pestañeo con rapidez. Lo que ha contado, se hacía conocido.
─Con que era guapo, ¿tan guapo como Leonardo Di Caprio cuando era joven?
Suelta una carcajada.
—Tan guapo como Leonardo Di Caprio antes de que convertirse en lo que es ahora.
─Entonces, era un chico sexy y sensual.
─Sí. Tenía un cuerpo formidable. Su sonrisa era encantadora. Ni que hablar de su voz. Cuando hablaba parecía que cantaba.
─Tía, hasta te está saliendo baba.
Ríe de nuevo.
─Cariño, es la verdad. En esos tiempos, solo me importaba estar a su lado.
Ha apretado las sábanas. ¿Un tema delicado para ella?
─¿Ese es el motivo de no tener pareja hasta ahora?
Queda callada. Busca mi mirada y sonríe tan triste que estremece mi corazón.
─Se podría decir que sí —declara, volviendo a mirar a la ventana—. Enamorada de alguien imposible.
─Lo siento, tía Dia. Si no quieres hablar del tema, está bien para mí. No deseo ponerte triste. Eres más bonita cuando sonríes. Esa es mi recompensa de venir de mi casa hasta acá.
─Cariño, no te preocupes. Es un tema del que quiero hablar. Es momento que te cuente mi historia de amor. —Sonríe, cogiendo la canasta de pastelillos—. Mejor prepara té y siéntate a mi lado.
─Claro.
Acato a su mandato. Estoy ansiosa de escuchar lo que tanto oculta. Siempre quise saber su historia de romance que tuvo en el pasado. ¿Una tragedia romántica? ¿Es igual que esas novelas que salen en la tele?
─¿Sabes que hace años atrás los jóvenes eran diferentes a la actualidad?
─¿En qué forma?
─Antes eran más caballerosos. Si querían salir con una chica, pedían permiso a sus padres.
─Antes era más ordenado que ahora.
─Cierto. —Asiente con la cabeza—. En esos tiempos, era una muchachita de dieciséis años. Amaba leer libros y escribir historias. Estaba muy enamorada al afecto que traía mis escritos. Siempre suspiraba al imaginarme que podía tener una historia llena de romance que escribía.