Ese día no me había ido al instituto, había corrido para alejarme cuanto antes de Adrien, aún no sabía el porqué de sentir que necesitaba alejarme cuanto antes de él, y sabía que mi mejor amigo de infancia estaba preocupado por mi actitud, además de que su prima lo detuvo- que le agradezco desde el fondo de mi alma- el seguiría preguntándose el porqué de mi rechazo tan incoherente, ni yo sabía la respuesta a eso, solo sabía que tenía que alejarme de él hasta desaparecer la huella que había dejado el demonio en mí, ya que sentía claramente la presencia asquerosa.
Cogí una bandeja grande de agua en el patio de la iglesia, el padre Francis me esperaba a metros de mí, le había dicho que me hiciera un favor, y ese favor era que bendiga el agua que iba lanzarme encima, así podría purificar todo lo malo que se me pegó al estar amordazada por un demonio y por supuesto me preguntó el porqué, yo solo le atiné a decir “Solo quiero purificarme”, luego de eso fui a ver la bandeja de agua.
─En el nombre del padre, del hijo, y el espíritu santo, bendigo a este recipiente de agua.─ hizo una cruz y tocó el agua.
─ ¿Puede dejarme a solas?─ dije mirando la bandeja. El padre Francis me miró confundido.─ necesito estar a solas.
─Está bien, Alyssia, pero no veo el motivo de que me retire….
Yo sí, y no quiero que vea algo que lo asustará.─ solo quiero estar sola, ¿bien?
Me miró fijamente y dio un suspiro profundo.─ como digas.
─Gracias padre.─ sonreí. Lo miré hasta que se había alejado cerrando la puerta del patio. No sabía que iba a pasar si me lanzara el agua bendita en el cuerpo, quizás me queme y me derrite como hacen los vampiros cuando los ilumina la luz solar, si iba a pasar eso, al menos dejaba las cenizas de mi cuerpo en la iglesia, estaría en tierra santa.
Dejé la mochila a un lado, saqué mi abrigo y cogí la bandeja mientras me lanzaba encima, y por suerte no me convertí en cenizas, solo sentí como todo mi cuerpo se purificaba, era una sensación extraña, era como cuando uno se cae en una suciedad y se va a limpiarse, era como un sentimiento de paz y tranquilidad.
Cogí mi mochila y me fui a casa empapada pero no sin antes agradecerle al padre Francis por el gran favor que me había hecho, sabía que tenía preguntas que hacerme, pero sabía perfectamente que no le iba a dar respuestas diáfanas, así que lo dejamos así como estaba, sin preguntas y sin respuestas. Cuando llegué a casa, no estaban nadie, era un alivio saber que estaba sola, subí hasta cuarto donde tomé un baño de agua caliente para luego acostarme y dormirme.
…
Un golpe me hizo despertar, era mamá que había vuelto del trabajo, ella trabaja en una oficina como secretaria, siempre llegaba en la noche, había veces que se tomaba el día libre donde salía a comprar lo que faltaba. Bostecé y me levanté.
─Cariño, Adrien está en la sala, dice que quiere hablar contigo.─ me informó mamá con el rostro preocupado. Me sorprendí, ya que Adrien siempre venía a mi cuarto a despertarme, su acción me dio a entender que me estaba dando espacio a escoger entre irlo a ver o no.
Suspiré y fregué mi cabeza, en ese momento no me apetecía verlo.
─Dile que estoy durmiendo, no tengo ganas de verlo.─ dije. Mamá puso un rostro confundido, no estaba de más, ya que era la primera vez que le decía que no quería ver a Adrien.
─Cariño, ¿Ocurrió algo para que no lo quieras ver?─ preguntó. La miré fatigada, ya no quería preguntas que no podía dar respuestas diáfanas. Solo atiné a decir:
─No pasó nada, solo dile eso.─ toqué mi frente.─ estoy cansada mamá, más tarde bajo para comer. Nos vemos.─ y cerré la puerta de mi habitación dejando a una madre preocupada por su hija. No me sería extraño escucharla diciendo “Estás distante” ya que lo estaba de verdad. Había cambiado desde que un par de alas negras habían aparecido como arte magia en mi espalda y desde que me había convertido en la “chica cuervo”.
Poco después de mirar por la cortina como Adrien se marchaba a su casa, bajé para comer, en la mesa me esperaba Ian y mamá que al verme sonrió. Me senté y comí callada, no me molesté en hablar con mi odioso hermano, solo comí y nada más. Poco después mi celular sonó, era Julie, contesté y me dijo preguntó que me había pasado, suspiré con fatiga y contesté de nuevo “No pasa nada” la frase más famosa de este año, me informó que al día siguiente iba a venir a mi casa para irnos al bar, no estaba segura de querer ir, pero acepté de mala gana, cuando colgué el timbre de la casa sonó.