Una Misión Con Alas

EXTRA 2: SORPRESA

Estaba durmiendo a lado de mi pequeña hija, tenía dos años de edad, su pequeña cabecita estaba cubierta de cabello negro azabache, ella había salido a mí en ese aspecto, tenía ojos azules celestinos por su padre, era hermosa, parecía una muñequita, y era la adoración de su padre, mi hermoso y sexy esposo, era doctor, así que casi siempre pasaba encerrado en el hospital, a veces iba a cirugía, cuando llegaba a la casa, corría a verla, ella no se quedaba atrás, era engreída de él, de verlos juntos hacía que mi corazón se llenara de felicidad, éramos una familia feliz, aún recuerdo cuando nació, Adrien la miró con amor y ternura, al principio le daba miedo cargarla, pero luego la acunó en sus brazos, de sus hermosos ojos azules celestinos les resbalaron lágrimas de felicidad, ella era un trocito de los dos, ella era la evidencia del amor que nos teníamos, nuestra pequeña hermosa Judith, yo le había escogido ese nombre por el anterior amor de mi esposo, de mi anterior reencarnación.

Miré como movía su cuerpecito y respiraba tranquilamente, un ruido de la puerta hizo levantarme. La puerta del dormitorio se abrió suavemente, apareciendo un joven de veintinueve años, se acercó suavemente hasta la pequeña cama, y miró a su hija con adoración.

─Vine tarde de nuevo, quería verla despierta.─ musitó algo acongojado. Me levanté y lo besé en la mejilla.

─No te preocupes, ella te verá mañana por la mañana, cariño.

Sonrió tenue, y se acercó a su hija para darle un beso en la frente, luego la arropó y salimos silenciosamente del dormitorio. Fuimos cogidos de las manos a nuestro cuarto.

Se sentó en la silla que estaba cerca de la cómoda y desató la corbata, se veía serio con su traje de doctor y muy sexy.

─No pasaste por el hospital, te estaba esperando para hacerte los análisis.─ dijo, desabotonándose la camisa de manga larga blanca. Su pecho desnudo apareció, tenía el pecho tonificado, era como un Dios griego. Giré mi mirada y comencé a sacarme la ropa para ponerme un camisón.

─Me di cuenta que no era necesario.─ contesté, poniéndome el camisón. Adrien me miró fijamente, sus ojos recorrían por todo mi cuerpo, mi camisón era de seda translúcida, se podía apreciar mi ropa interior.─ ¿Qué pasa?

Se levantó y se acercó hasta mí, envolviéndome en sus brazos.

─Dame un motivo para no quitarte la ropa y hacerte el amor.─ susurró ronco. Su boca recorrió mi cuello y llegó hasta mis hombros donde me dio una mordida suave.─ hueles bien, me encanta cuando utilizas ese perfume de rosas.

Sonreí, y comencé a sacarle la camisa. Él frunció el ceño.

─ ¿Qué? no te tengo que dar ningún motivo para que no me ames.─ besé sus labios levemente.─ pero, creo que deberías quitarte la ropa y ponerte la pijama, se te ve cansado, no quiero tirarme encima de ti, no quiero que te duermas en plena acción.

Adrien soltó una risa sutil.

─ ¿Piensas que me dormiré cuando esté amando?─ preguntó sonriendo.─ creo que te equivocas. Si, tienes un grave error pensar que me puedo dormir cuando te esté haciendo mía.

─Ya soy tuya, cariño.

─Lo sé, linda.─ cogió mi rostro tiernamente.─ te amo Lyssi.

Y comenzó a besarme apasionadamente, sus manos acariciaron todo mi cuerpo, comenzó a sacarme el camisón, sus ojos me miraron con hambre pasional, amaba cuando me miraba de ese modo, nunca me iba a cansar de él. Me cargó y me recostó en la cama, venerándome, como si fuera algo exótico de admirar.

─Tengo que decirte algo.─ hablé. Él se inclinó y comenzó a besarme por todo el cuerpo. Arquee la espada por las caricias recibidas.

─ ¿Podrías decirme luego? En este momento estoy amando a mi hermosa esposa.─ murmuró en mi cuerpo. Puso su rodilla para separar mis piernas, sus manos comenzaron a quitarme la ropa interior.─ eres hermosa.

Su voz era ronca, él se quitó su ropa y se puso encima de mí, besó mis labios, y acarició mi pierna, la puso encima de su cintura, mientras entraba lentamente en mí, me aferré a él, mi cuerpo lo reconocía, él era dueño de todo de mí, mi único amante de por vida, mi primer amor, mi mejor amigo de infancia, mi primera vez, y mi esposo, en todo era mi primero, igual que yo lo era para él.

Enredé mis piernas en su cintura, para acercarlo más a mí, él gimió, y sus estocadas fueron más fuertes, mordí suavemente su hombro, el clímax se acercaba rápidamente dentro de mí, iba a explotar en miles de pedazos, iba a llegar a la cúspide, pero antes de que llegara, cambió de posición, me llevó con él, se sentó en la cama y yo enrollé mis piernas en su cuerpo, nuestros cuerpos se movían en unísono.




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