Aquel lunes por la mañana luego de que Valeria recibiera la llamada que la alertó, le encogió el corazón y la preocupo, salió del instituto a hurtadillas, no asistió a sus clases de la tarde, tampoco respondió a las llamadas de Martin o de Rita, solo se subió en su cicla oxidada y huyó del lugar como perro con la cola entre las patas, ella solo necesitaba asimilar las cosas , no preocuparse, cosa que le resultó difícil y aclarar un poco su mente para adivinar el lugar en que le había citado aquella voz masculina con el número de teléfono de su hermana.
Ya habían pasado tres días, luego de la llamada, lo que indicaba que Valeria aún no descifraba con exactitud el lugar de la citación, sentada en el césped del patio trasero de su casa, forzaba a su mente a recordar el lugar preferido de ellas dos, y su mente le indico decenas de lugares, como el parque de diversiones o la biblioteca en donde los paparazzi no las molestaban allí podían leer historias y novelas todo el día hasta que se cerrará el lugar, también estaba la heladería en donde suelen sentarse cerca de las neveras en un día caluroso y disfrutar de un cono de helado sabor fresa mientras conversaban de todo lo que se habían perdido mientras estaba separadas por un largo día de trabajo por parte de Vanessa, pero ninguno de esos lugares eran sus preferidos, eran sólo sitios que frecuentaban por puro placer. Ella desanimada se hecha en el césped contemplando el claro cielo color azul que se confundía con el color de sus ojos, intentando recordar el rostro de su madre, la extraña como nunca antes, desea con todas sus fuerzas volver a sentir sus brazos rodeándole la espalda y sentir sus palmaditas de Consuelo, luego poder mirar sus ojos de ensueño y que su madre le presione sus carnosos labios sobre su frente para que después le sonría y ella se pueda sentir a salvo, pero sabía en el fondo de su corazón que eso no iba a volver a pasar, que sus cariños y mimos ya nunca más los iba a poder recibir, que en lugar de eso solo le quedarían sus anhelos y deseos de poder abrazarla una vez más. Con sus ojos vidriosos se levanta del suelo verdoso, se adentra a su casa, como zombie sube a su habitación y se recuesta sobre la cama de su hermana, abraza uno de los peluches preferidos por ella y llora, llora como niña pequeña que ha perdido su juguete preferido, llora como si no hubiese un mañana, sus sollozos recorren toda su casa desolada, sin vida, seca de emociones y felicidad, su casa, la que guarda tantos recuerdos de su madre cargándola en su espalda, de su madre curando sus heridas, recuerdos de ella con su hermana jugando con su imaginación, su casa era una caja de recuerdos dolorosos que quería sepultar bajo tierra y no volverla a abrir, si eso lograba que ella dejara de sentir tanto dolor, desaparecer el peso que cargaba día a día en su pecho, y eliminar el dolor que ocultaba con una sonrisa, ya estaba harta de eso.
-Vanessa-susurro-ven por favor-su voz se quebrantó –por favor,... ¿vane?-sus ojos se desbordaron en lágrimas y su respiración se minimizó, su garganta emitía quejidos de dolor al tratar de no gritar, las gotas de agua tibias recorrían sus mejillas para posarse en los bordes de sus labios, apretó contra su pecho el peluche que yacía en sus brazos quedándose dormida con sus ojos húmedos y con los quejidos que no podían salir de su boca.
Ya era viernes, sus recuerdos no le indican ningún lugar preferido por ellas dos, le dolía mucho la cabeza y su contestadora estaba a punto de reventar con tantos mensajes de voz por parte de los profesores, también por parte de Martin y Rita, era de esperarse pues Valeria no había asistido al instituto desde el lunes por la mañana, no había abierto la puerta de su casa para recibir visita y tampoco daba señales de vida para tranquilizar a sus conocidos, ella solo se enfocaba en adivinar aquel lugar que se alejaba de sus más remotos recuerdos que se ocultaban en algún rincón de su mente, acostada aun en la cama de Vanessa, recorrió con la mirada toda su habitación posando su vista en un cuadro familiar que se posaba olvidado en un estrecho lugar de su alcoba, el polvo que lo cubría no dejaba ver con claridad la foto que contenía dentro, Valeria se levantó sin ganas de la cama y caminó hasta el cuadro, lo descolgó de la pared, lo limpio con la mano dejando un rastro medio limpio que le permitió distinguir su contenido, sus ojos se humedecieron una vez más en toda la semana, un rostro tierno y cálido, con ojos azules claros como el agua, con una sonrisa brillante y blanca dibujada en sus labios, de cabellos cortos y castaños como los de ella, con la mitad del rostro decorada por una simpática barba, a su lado se encontró con una mujer joven, sana y sonriente luciendo su cabello negro y ondulado, con sus labios curvados anunciando una sonrisa, con sus manos pálidas descansando en dos hombros diferentes, pertenecientes a dos niñas iguales dentro de sus 10 u 11 años, ambas sonriendo alegremente, era una foto realmente hermosa que tenía por misión hacer conocer tanta felicidad contenida, Valeria dejó caer algunas lágrimas sobre el vidrio del cuadro y se limpió las mejillas con las mangas de su saco, luego sonrío inconsciente acariciando el rostro de su hermana, trató de reconocer el rostro del hombre junto a ellas tres y supo con un mal sabor en la boca que era su padre, una ira le recorrió el cuerpo, sin retirar la vista de la mirada del hombre, a su cabeza se le vinieron algunas vagas imágenes.