Alguien llama a mi puerta, y la abro. Después de varias horas, al fin alguien se acuerda de mí.
-Servicio de habitaciones -me dice una mujer de piel oscura al otro lado del umbral.
Mis ánimos decaen todavía más, ya que esperaba al rubio de Dylan, al pesado de Alex, o incluso al misterioso Ethan, pero no, tiene que ser la señora de la limpieza.
-No, gracias, pásese mañana -le contesto de forma fría y le cierro la puerta.
Me tumbo en mi cama y, sin darme cuenta, me quedo dormida.
(...)
Me despierto somnolienta, y me doy cuenta de que todavía no ha amanecido del todo.
Vale, esto es muy raro.
Miro el reloj y abro los ojos como platos al ver que son las siete y media. ¿Pero qué demonios hago despertándome a esta hora? Entonces caigo en que quizás ayer me quedé dormida demasiado pronto, algo así como a las nueve y media. Resoplo y maldigo en voz baja.
Me levanto de la cama y abro el armario, de donde saco un vestido blanco de flores. Después de vestirme, bajo a desayunar y me bebo un vaso de chocolate con dos tostadas con mermelada. Charlie no tiene por qué enterarse de que cada mañana rompo la dieta impuesta... en fin. De pronto, unas manos me agarran por los hombros, y pego un grito escandaloso al mismo tiempo que me levanto de la silla donde estaba desayunando. Todo el mundo empieza a mirarme, y mi mandíbula se aprieta de rabia al ver a Dylan cuando me giro.
-Maldito seas -mascullo, propinándole un puñetazo en el pecho.
Salgo apresuradamente del comedor hacia la playa, seguida del pesado.
-Lilian, ¿qué te pasó ayer? -me dice aguantando la risa.
-Eres un idiota.
-Uy, noto ciertos celos en tu voz -se ríe.
-Y yo noto que te voy a dar una hostia si no te callas de una maldita vez.
-Bueno, tranquilita.
Andamos unos minutos en silencio, hasta que nos cruzamos con un niño pequeño, de unos cuatro o cinco años, llorando desconsoladamente.
-Mamá -sorbe por la nariz, mirando a todos lados.
Mi corazon se parte en mil pedazos cuando me mira con sus enormes ojos verdes. Me agacho para ponerme a su altura y le sonrío.
-¿Te has perdido, pequeño? -le pregunto dulcemente.
-Mi mamá no está -murmura pasándose una mano por los ojos.
-Dylan, vamos a buscar a su madre -le digo al rubio.
-No jodas, deja al niño ahí.
Lo miro con los ojos muy abiertos, incrédula, y abro la boca para gritarle lo insensible que es, pero la vuelvo a cerrar. Es mejor no discutir con él.
-Como quieras -repongo, y cojo al niño en brazos y comienzo a andar, pero a los pocos segundos el rubio vuelve a mi lado.
-Bueno vale, voy contigo -me dice y ruedo los ojos.
-Mamá -llora el pequeño.
-Tranquilo, vamos a encontrar a tu mamá, así que no llores, ¿vale? -lo consuelo y se calla asintiendo-. ¿Cómo te llamas? -le pregunto.
-Eric -contesta con su vocecilla.
-Qué nombre más bonito -le sonrío.
Entonces pasamos por delante de un bar, y entramos.
-Vaya, se nota que el niño es vuestro. Se os parece mucho -nos dice un camarero esbozando una sonrisa.
Miro alarmada a Dylan.
-De hecho, estamos buscando a la madre del niño, que se ha perdido -replica el rubio.
-Oh, cuánto lo siento. Por aquí no ha pasado nadie buscando a su hijo, perdónenme.
-No hay problema -le contesta y salimos del bar.
Seguimos buscando a la madre, pero no aparece por ningún lado: ni restaurantes, ni tiendas, ni nada. Al cabo de un rato, Eric comienza a hacer pucheros.
-Tengo hambre -lloriquea.
-Sí, cariño, vamos al hotel y te doy chuches -le digo.
-Bueno, le damos de comer y llamamos a la policía -dice Dylan, asiento y nos dirigimos al hotel.
-Toma, patatas -le ofrezco al pequeño, y las coge encantado, sentado en mi cama.
Ahora que lo pienso, este niño es una clara demostración de cómo saldría un hijo mío y de Dylan. Qué monada.
¿Pero qué diantres estoy pensando?
-Pero no le des porquerías al niño, Lily, lo estás malcriando.
-Ni que fuera nuestro hijo, Dylan. La madre de esta monada tiene que estar súper preocupada. Deberíamos llamar a la policía ya.
-¡No! Vamos a jugar un poquito con él antes.
-Joder, Dylan, que no es un muñeco.
-Ya, ¿pero has visto que ojitos? ¿Y qué mofletitos? -dice poniendo el típico tono que se le pone a un bebé mientras le hace monerías.
Oh, se ven tan adorables, que saco mi iPhone y les hago una foto. Pero entonces, alguien llama a la puerta, y la abro, dejando delante de mí a los otros dos modelos. Cuando ven a Eric, sus ojos se agrandan.
-Ay dios mío, que habéis robado un niño -salta Ethan.
-¡Pero si es igualito que vosotros! Decidme que no teníais un hijo en secreto y nos lo estábais ocultando a todos -dice ahora Alex.
-¡Callaos! El niño se ha perdido y, como tenía hambre, lo hemos traído aquí antes de llamar a la policía -replico, y los dos asienten a la vez, antes de lanzarse a por Eric.
-¿Y si nos lo quedamos? -pregunta Dylan.
-Habló el que quería abandonarlo solo en la playa.