Una musa para dos

35 | El demonio del amor

Ajeno al triángulo amoroso que se gestaba entre las hermanas Bonilla y Alekséi Galvés, sin comerla ni beberla Tristán Belfas entró en el juego.

Al principio, sus atenciones hacia Ana Julia se limitaron a hacerle la conversa animada toda vez que se la encontraba en el camino, y vale aclarar que todas y cada una de esas veces, Tristán se la pasaba pendiente del local para cachar a Ana cuando saliera.

Decir que la obsesión de Tristán por Ana Julia comenzaba a escalar a niveles poco saludables resultaría una obviedad. Porque ustedes se han podido dar perfecta cuenta de ello, ¿cierto?

Por otra parte, a Ana Julia no podía importarle menos Tristán Belfas. No podríamos afirmar que la chica se tomara el noviazgo de su hermana con Aleks con filosofía. Aunque lo parecía, claro.

Ana nunca ha sido fan de rasgarse las vestiduras en público, aunque por supuesto que sí lo hacía en privado. Lloraba casi todos los días y hasta llegó a ilustrar una especie de manga gore en la que tomaba venganza simbólica de su hermana de todas las formas posibles.

Había ilustrado, por ejemplo, una oscura viñeta en la que aparecía la antagonista de la historia –con una anatomía bastante similar a la de su hermana–, suspendida de cabeza sobre un piso plagado de cuchillas y espadas de todos los grosores y diseños imaginables.

Ana Julia se cuidó mucho de no ilustrar la conclusión de su historieta –con el esperado sangriento final de la villana– porque temía que en algún momento alguien encontraría su libreta de apuntes y entonces sí se armaría la de San Quintín.

Pero, para el ojo público, Ana Julia continuaba siendo la muchacha afable y de buen carácter, aunque también lo suficientemente plantada sobre la Tierra, como para nunca haber tenido necesidad de reclamar ni a su hermana ni al novio de esta, sobre el hecho de que se hubieran elegido el uno al otro en lugar de a ella.

Lo que nadie sabía es que Ana tenía –como siempre había tenido– un as bajo la manga. Porque, vamos, al fin y al cabo, era ella la compañera de Alekséi en la universidad y la que pasaba más tiempo con él. Para bien o para mal.

Y aquel hecho tenía que pesar.

Pues vaya que pesó. Y de qué manera.

Porque se fraguó a fuego lento y comenzó oficialmente en 2019, cuando Ana Julia y Alekséi trabajaron juntos para rediseñar la imagen visual del CosaSeria.

Ya se conocían lo suficiente como compañeros de aula, pero esos tiempos habían pasado ya y ahora les correspondía colaborar en un proyecto profesional de la vida real y no solo del aula.

Alekséi boceteaba y Ana Julia ilustraba. Aleks hacía comentarios y cambios in situ hasta quedar satisfechos con el resultado para compartirlo luego con el resto de la familia, que tardó en aprobar más de la cuenta el diseño.

La principal reacia era, por supuesto Ana Karen. Inteligente y exigente hasta la médula, se la puso difícil a los diseñadores y, sin quererlo ni imaginarlo siquiera, los obligó a pasar mucho más tiempo juntos del que se hubiera imaginado que sería la perdición para sus propios intereses.

–No puedo más, necesito dormir –Ana Julia había trabajado hasta las doce de la noche de la madrugada del lunes en el diseño del logotipo final del CosaSeria, enteramente tipográfico y con vagas reminiscencias andinas, acompañado de una ilustración de ave precolombina, de esas estilizadas que tanto le gustaban a ella.

Se hallaban diseñando algunos stickers del local para entregárselos a los clientes el jueves, que se cumplía el quinto aniversario del lugar, y simplemente no podían fallar ni por un minuto ni descansar ni por un segundo.

–Yo te cubro –le había dicho Alekséi a Ana Julia, que había escapado de quedarse dormida sobre el teclado –vete a dormir en lo que yo me encargo de terminar.

Ana Julia no se fue a dormir a su casa, sino que se acomodó en uno de los espacios del local, diseñado para los clientes, y cuya mesa central estaba rodeada de alfombras y cojines, en lugar de sillas.

Así se quedó dormida un par de horas hasta que Aleks, rendido él también, se recostó junto a ella a falta de otro lugar adecuado para acostarse, reacio a dejar a su cuñada sola en aquel frío local.

No se sabe muy bien lo que pasó. Suponemos que fue Ana quien dio el primer paso, como siempre. Vamos, que era la primera vez que se quedaba a solas con Aleks en un lugar cerrado. En el pasado habían compartido espacio, pero jamás solos, siempre con compañeros o familia.

Ana Julia vio su oportunidad y la aprovechó.

Aleks dormía no tan cerca de ella, la mesilla para el café los separaba. Ana Julia se despertó aturdida, al cabo de dos horas de haberse dormido. Al principio no sabía en donde se encontraba, pero, al cabo de unos segundos, tomó conciencia.

Lo primero que notó fueron las luces apagadas, incluso la pantalla de la computadora se hallaba a oscuras, se incorporó a medias para buscar a Alekséi con la vista y tardó un poco más de la cuenta en percatarse de que se hallaba al costado opuesto de la misma salita para clientes.

Lo observó con detenimiento como por un par de minutos, hasta que su vista se acostumbrara a la penumbra. Ahí estaba él, recostado de lado, cubierto apenas por su propia chamarra y ajeno a lo que ocurría a su alrededor.




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