Una navidad a tu lado [cdm]

Capítulo único

     Aquella era una noche helada. El cielo estaba nublado y aquella llovizna de copos de nieve no parecía querer cesar nunca. Comenzaba a notar los hombros humedecidos y, la chaqueta que llevaba puesta para abrigarme del frío invernal, me parecía ya completamente inservible como fuente de calor. Apreté el paso al notar cómo la bolita de pelo que se encontraba entre mis brazos empezaba a titiritar. “Ya casi estamos renacuajo... Aguanta un poco más” dije para mis adentros mientras abría mi chaqueta y lo apegaba a mi pecho, cubriéndolo e intentando darle calor. Bajé la vista un momento, asegurándome de que Demonio me seguía y tras caminar un poco más, llegamos a casa.

     En cuanto entré por la puerta, la cálida temperatura del lugar hizo que me estremeciera por completo. Había sido un cambio demasiado brusco de temperatura, aun así era bastante agradable. Me acerqué al sofá a paso ligero y dejé al cachorro sobre este mientras me quitaba la chaqueta humedecida a causa de la nieve. ¿A quién maldito degenerado se le había ocurrido abandonar a aquel pobre animal en pleno invierno? No pude evitar fruncir el ceño al recordar cómo lo había encontrado...

     Había ido a sacar aquella tarde a mi fiel can a pasear al parque a pesar del frío. Era una rutina diaria y no dejaría a mi amigo sin su deseado paseo. Nunca me hubiera imaginado que al volver a casa escucharía el gimoteo de aquella cría abandonada. Cuando me acerqué a él, se alejó asustado, pero luego de acariciarle un poco la cabeza, logré hacerle entender que no le haría daño alguno y se acercó a mí, en parte atraído por la calidez que emanaba mi mano.

     Subí rápidamente a mi habitación, aún con el ceño fruncido y tomé del armario lo primero que agarré, apresurándome en bajar y cubrir al pequeño con aquella prenda. Demonio se volvió a acercar una vez más a olfatear al nuevo inquilino y no pude evitar sonreír al ver cómo mi perro se subía al sofá y se recostaba su lado, cubriéndolo con sus patas delanteras y apoyando la cabeza sobre el cachorro, sin aplastarlo, tan solo dándole su calor, tal y como había hecho yo anteriormente.

     Me agaché, posando la mano sobre el lomo de mi perro, acariciándolo y sin borrar aquella leve sonrisa de mi rostro–. No pasaremos las fiestas tan solos como pensábamos, ¿eh, chico? –murmuré y seguidamente volví a levantarme. Ya estaba acostumbrado a pasar las fiestas como un día cualquiera sin celebraciones ni nada por el estilo, pero entonces... ¿por qué notaba aquella sensación de soledad?

     Repentinamente, sentí el móvil vibrar en uno de mis bolsillos mientras sonaba aquella típica melodía, avisando de que tenía un mensaje. Tomé el aparato en cuestión y no pude evitar sonreír de lado al leer el nombre del remitente. “¿Por qué eres siempre tan oportuna...?”.

     Me senté en el hueco que quedaba libre en el sofá y leí el contenido del mensaje. «... ¿Con quién pasarás la navidad?». Instintivamente, miré de reojo a los dos perros recostados a mi lado y seguidamente le respondí. «Con Demonio... ¿A qué viene a esa pregunta?». Pasaron dos, tres, cinco... diez minutos y nada, su contestación no llegaba.

     Dejé el móvil sobre la mesa con el ceño fruncido, cansado de esperar y, tras levantarme de nuevo, caminé hacia el baño, dispuesto a darme una ducha rápida..., una ducha que al final acabó siendo un cálido y reconfortante baño que demoró bastante más de lo esperado.

     Tras salir, dejando que la tina se vaciara, y vestirme en mi habitación, volví al salón mientras secaba mi pelo color rojo fuego con una toalla, la cual después dejé descansar en mi cuello tras escuchar cómo el móvil volvía a vibrar. Demonio alzó la cabeza con los ojos entrecerrados, observó un momento el móvil, luego a mí, y seguidamente volvió a su anterior posición. Pude notar que el cachorro ya no temblaba y, además, dormía profundamente, acurrucado entre las patas de quien lo abrigaba.

     Me acerqué a la mesa y tomé el móvil un tanto molesto. ¿Por qué había tardado tanto en contestarme? Cuando revisé los mensajes, no había solo uno, había dos. Sin siquiera molestarme en leer el de hace unos minutos atrás, leí el que me acababa de enviar y mis ojos se abrieron instantáneamente. «Ábreme..., por favor». Dejé el móvil despreocupadamente en la mesa y me apresuré en ir hacia la puerta, abriéndola y encontrándola allí, con las mejillas rojas a causa del frío, mientras que castañeaba un poco los dientes, temblorosa. Por un momento se me asemejó al cachorro que minutos antes estaba lloriqueando en la entrada del parque.

     –¿P-puedo pasar? –dijo casi en un murmullo, con un hilo de voz, mientras que sus castaños ojos no se apartaban de los míos, aquellos ojos por los que a lo largo del curso, habían ablandado el escudo que rodeaba mi corazón. Casi sin pensarlo dos veces, me aparté un poco de la puerta para que pudiera pasar y, seguidamente, la cerré tras de mí. No sabía por qué estaba aquí, aunque, de algún modo, su presencia hacía que aquella sensación de soledad se desvaneciese–. S-siento haber venido sin avisar... P-pero... me preocupé cuando dijiste que pasarías la navidad solo y he intentado venir lo antes posible –una sonrisa se alojó en mi rostro al escucharla, mientras que sentía cómo cierta calidez se alojaba en mi pecho. “Idiota...”.

     –Se nota que no puedes vivir sin mí... –bromeé mientras posaba la mano en su cabeza y le revolvía un poco el pelo, como a una niña pequeña. Ella tan solo agachó la cabeza y pude observar cómo sus mejillas se coloreaban aún más. Me encantaba que yo produjera ese efecto en ella–. ¿Y tus padres?

     Se mantuvo en silencio con la cabeza gacha y, tras unos breves segundos, respondió–. Trabajando... No vuelven hasta mañana por la noche –hizo una breve pausa y luego prosiguió–. Pensé que, si a ti no te importaba, podríamos pasar las navidades juntos... –alzó levemente el rostro, dejándome ver su notable sonrojo, y sus ojos volvieron a fijarse en los míos. Noté un tenue cosquilleo en las mejillas–… Y y-yo... bueno. E-esto es para ti –tomó una pequeña caja de su bolsillo, envuelta en papel de regalo y me lo tendió para que lo tomase. Me fue imposible no avergonzarme. Tomé el pequeño regalo de entre sus manos y murmuré un suave “gracias” mientras lo abría. ¿Hace cuánto tiempo que no recibía un regalo de alguien que no fuera de Lys? Una leve sonrisa curvó mis labios al ver el contenido. Un collar de cadenas de plata decorado con las letras de mi nombre–. Feliz navidad Castiel...

     Alcé la vista hacia ella y pude presenciar una vez más aquella sonrisa tímida en su rostro. Me acerqué a ella, encerrando el collar en mi mano. ¿Qué era lo que había en aquella chica que me atraía tanto? Posé la mano en su colorada mejilla, acariciándola con suavidad, mientras acercaba el rostro al suyo. ¿Cómo conseguía... que le mostrase mi lado vulnerable y que no me molestase enseñárselo? Deslicé la mano con delicadeza hasta su cintura, apegándola a mí. ¿Por qué no conseguía dejar de pensar en ella? Sus ojos se entrecerraron al notar el suave roce de nuestros labios, pero sin llegar a cerrarlos del todo y poder seguir viéndome. ¿Por qué mi corazón... latía de aquella manera? Ah, claro... Había vuelto a caer ante el amor.

     El silencioso lloriqueo de aquel cachorro nos interrumpió, haciendo que nos separásemos y dejándome con las ganas de probar aquellos labios que tan deseados se me hacían. Gruñí un tanto molesto y con las mejillas algo enrojecidas. Me acerqué al sofá y, con cuidado de no despertar a mi amigo de su apacible sueño, tomé al renacuajo entre mis manos, mientras este movía la cola, contento de verme. En ese instante se me ocurrió una idea–… Yo... no tengo ningún regalo para ti, pero... si prometes cuidarlo como es debido, puedes quedarte con este pequeñajo de aquí –me volteé y dejé que viera al cachorro entre mis brazos, haciendo que se apresurara a acercarse a mí y a tomarlo con una sonrisa y un sonrojo que me parecieron encantadores.

     De improvisto, me abrazó aún con el renacuajo entre uno de sus brazos y, poniéndose de puntillas, posó los labios sobre una de mis mejillas–. Gracias... –susurró y me recorrió un escalofrío al sentir su respiración en mi cuello. No lo soporté más.

     Tomé a la chica suavemente de la nuca e inclinándome un poco, dejé que mis labios cayeran sobre los suyos, acariciándolos con suavidad. Sus labios eran tan carnosos..., tan deliciosos... y tan adictivos. Podría haberme pasado horas devorándolos de no ser porque mis pulmones comenzaban a reclamarme oxígeno. Me separé unos breves segundos para respirar, pero en seguida volví a devorar sus sabrosos labios, casi con necesidad. Noté que ahogaba un suspiro y, aprovechando la ocasión, deslicé e introducí mi lengua, comenzando a saborear su paladar. Tomé su rostro entre mis manos, sujetándolo con delicadeza y acaricié su lengua, guiándola poco a poco para después entrelazarlas y besarla más insistentemente. Quería tomarla de la cintura y apegarla con fuerza a mí, pero aún tenía el cachorro entre sus brazos y, lo último que quería, era aplastar al pobre animal.

     Volví a separarme una vez más de sus labios, muy lentamente, y posé la frente sobre la suya mientras ambos tomábamos una bocanada de aire, agitados y algo jadeantes. Entreabrí un momento los ojos para observarla y mi sonrisa se ensanchó al ver que había hecho lo mismo. Me miraba con los ojos entrecerrados y, además, con un violento sonrojo en sus mejillas. Se veía hermosa.

     Sí. Aquella navidad volví a ceder. Volví a dejar mi corazón desprotegido y se lo ofrecí a aquella chica que tenía frente a mí. Aquella chica... de la que estaba enamorado.



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En el texto hay: romance, oneshot, corazondemelon

Editado: 12.04.2020

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