Solo él casqueo del trote de de los caballos se escuchaba en él blanco, frío y resbaloso camino al castillo del Duque Diprer, la última esperanza ante la ruina de la familia Lirtam, que después de la muerte del coronel Lirman y cabeza de la familia sus dos hijos mayores se habían encargado de malgastar la fortuna de la familia en vicios y mujeres, más que daba una pequeña esperanza para ellos.
La más pequeña de los Lirtam, Abigail Elizaeth Lirtam, una hermosa joven pelo largo y rojo cómo él ocaso, en su debut fue la joven más cortejada de todas y su madre, Esmeralda, estaba más que encantada porque la inmensa belleza de su hija los libraría de la miseria, más la belleza de Abigail no era comparacion a con su destreza al hablar y hacer que cualquier hombre aunque esté completamente maravillado con su belleza, lo considere de nuevo para acercarse de nuevo.
Todas las personas en su ciudad coincidian en algo respecto a Abigail, además de su belleza que jamás fue puesta en duda, cómo tampoco su virtud y pureza, pero era su imprudencia a la hora de hablar, ella no era cómo las demás jóvenes que solo estaban ahí para ser vistas, no ella quería ser escuchada los demás lo quisieran o no y por eso todos los buenos caballeros de su pueblo no había hecho ninguna proposición para desposarla.
Su madre estaba angustiada, su hija necesitaba un marido pronto, si no los recaudadores se llevarian todas sus posesiones y lo peor es que sus dos hijos, Antonio y Fernando, habian huido cobardemente al sentirse acosado por sus cobradores, cómo había podido ella había pagado tranquilizado algunos deudores vendiendo varias de sus joyas, pero ya se les estaban acabando, además de que habian joyas muy queridas por ella que su difunto esposo le había dado con mucho cariño y no quería desprenderse de ella.
Casualidad, destino o simplemente una pequeña luz de buena suerte que Esperanza su poco de un muy rico duke que buscaba una joven doncella para convertirla en su esposa y le diera hijos, por supuesto Abigail en un inicio se opuso completamente a ir a ver a dicho duque, no quería ir, y menos tan cerca de las fiestas de navidad, ella quería estar en su casa, no en la de un extraño.
─No entiendes abigail, si no te comprometes con nadie antes de las fiestas….
─No sera él fin del mundo madre ─ la interrumpió ella mientras ambas estaban en la sala de su casa.
─Si lo sera para nosotros, tus hermanos nos dejaron sin absolutamente nada, incluso ya voy a tener que disponer de nuestras damas de compañía porque ya no tengo para pagarles ─ le dijo su madre, Abigail no era tonta, sabía que su situación era muy mala y justo por eso había aprendido lo más que pudo de la cocinera de la cansa, antes de que su madre también tuviera que disponer de ella por falta de dinero para pagarles ─ además vamos a tener que entregar la casa, todas las pertenencias de tu padre y lo peor, es que aun así no será suficiente para pagar todo lo que tus hermanos pidieron prestado ─ le dijo su madre con desesperación.
─Trabajaré cómo modista madre, sabes que no lo hago mal, he arreglado todos mis vestidos para las galas y nadie ha notado que son vestidos viejos ─ le dijo ella, era muy buena con él hilo y la aguja.
─No será suficiente hija, no para pagarle a Timoteo, él medio él plazo hasta las fiestas y si para ese tiempo ese duque no te a propuesto matrimonio para navidad, tendrás que ser la esposa de Timoteo ─ le dijo su madre y él rostro de la joven perdió todo él color.
─¡No!, ¡¿qué hiciste madre?! ─ preguntó ella con horror ─ ¿por qué hiciste un trato así? ─ le preguntó ella con horror.
Timoteo Adams, un asqueroso viejo de casi cincuenta años, dueño del casino burdel de la ciudad, se consideraba así mismo un noble cuando solo era una escoria, de estatura baja, siempre oliendo a humo y a tabaco, también siempre con la barba sucia y descuidada, varias veces había ido a su casa y cuando sabía que él estaba ahí, ni siquiera salía porque sentía náuseas de las miradas lascivas que ese asqueroso viejo le daba.
─No supe qué más hacer, él me propuso directamente que te entregará cómo esposa y me negué, por Dios hija, nunca te querría al lado de un hombre tan asqueroso cómo ese ─ le dijo su madre, era cierto, su situación era muy mala, pero no haría la vida de su única hija miserable por las estupideces de sus otros dos hijos ─ le dije que tu belleza valía mucho más que todo lo que teníamos y que no cedia para nada difícil que un verdadero noble te desposara cómo su esposa, así que le hice ese trato, pensé que al ver nuestra posición iba cayendo cada vez más serias prudente y no espantarias a los candidatos ─ explicó su madre ─ él duque Diprer, es la única opción que hay para que no terminer cómo la esposa de ese asqueroso hija.
─Necesito aire ─ murmuró Abigail sintiéndose sofocada, así que salió al jardín trasero recibiendo él helado viento, respiro profundo, dejándose caer al suelo en la fría nieve ocultando su cara en su vestido para gritar, gritar de ira, impotencia, rencor.
Sus hermanos tenían la culpa de todo lo que les estaba pasando, su familia no es que había sido inmensamente rica, no pero si tenían lo suficiente para vivir de una más o menos cómoda y con ciertos lujos, pero ellos acabaron con todo, en cuanto su padre murió y pasó él tiempo de luto, ellos comenzaron a gastarlo todo a manos llenas, sin siquiera preocuparse por las tierras y las cosechas de las cuales obtenían él dinero que gastaban. En ningún momento escucharon a su madre cuando ella les aconsejo que le prestaran más atención a la administración de los bienes de la familia y que él dinero no dudaría eternamente, no la escucharon y cuando la verdad los empezó a golpear, simplemente se fueron cómo cobardes llevando se él poco efectivo y joyas que pudieron tomar más rápidamente y cómo ladrones en la noche desaparecieron sin dejar rastro alguno, eso había pasado hace dos meses.