Una Navidad Con El Duque Amargado

Víboras

¿Cómo se respiraba?

Abigail había olvidado por completo cómo se respiraba, había olvidado por completo cómo hacerlo, así cómo la capacidad estaba completamente paralizada mientras el duque estaba muy cerca de ella, bastante cerca, nunca antes había estado tan cerca de un hombre antes y no tenía idea de cómo actuar, aunque sí sabía que él no debía de estar tan cerca.

Franco no pudo evitarlo y aunque sabía que lo que estaba haciendo estaba mal, no podía evitar estar cerca de ella, era tan hermosa, tan inocente, tan frágiles, aunque no por completo, también era una mujer fuerte y de mucho carácter.

—Abigail — susurro él con voz suave y profunda, acariciando su mejilla con ternura y en momento que sus manos tocaron su piel ella perdió las fuerzas en las piernas, además se había negado a respirar porque de marco tanto que se desmayó frente al duque — ¿Lady Lirtam?, ¿Abigail?, Abigail — le llamo sometiéndola en sus brazos mientras la sabía esperando que ella recuperará la conciencia, pero no sucedía.

—¿Qué paso aquí? — preguntó exaltada Lady Esmeralda al encontrarlos en aquella posición.

—No sé qué le ocurrió, estaba despierta frente al librero y de un momento a otro se empezó a sentir mareada y se desmayó — mintiendo descaradamente el duque, no podía decir la verdad, no quería perjudicar de ninguna manera a Abigail y por supuesto que su madre no iba a ver para nada apropiado la forma en la que él se le había acercado a su hija, mientras ella estaba sola.

—¿Cómo que se desmaya así sin más? — cuestiona Lady Lirtam.

—Yo tampoco lo entiendo, pero eso pasó, llame a Joseth — le indico tomando a Lady Abigail en brazos para recostada en él mueble más cercano con cuidado — Abigail reacciona — le pidió preocupado mientras daba pequeños golpecitos en su mejilla, de a poco empezó a reaccionar — gracias a Dios — dijo él con alivio y justo regreso Lady Esmeralda con Joseth.

—Hija, despertaste que alivio — dijo su madre al verla, el duque se apartó.

—Joseth manda por el médico — le ordeno a su mayordomo, el cual asintió y se dispuso a irse para cumplir con su orden.

Aunque completamente adorable y encantador la reacción de Lady Abigail a su cercanía, no era para nada normal, no olvidado que ella hace pocos días había enfermado, por lo tanto, ella podía seguir débil por ello.

—Hija, ¿qué paso?, ¿te sentiste mal? — le preguntó Lady Esmeralda a su hija y el duque se tensó por la respuesta que Lady Abigail dijera.

—Yo… solo me empezó a sentir mareada de repente — contestó ella completamente avergonzada de cómo había reaccionado a la cercanía del duque.

El duque, por su parte, se alivió mucho de que ella no lo delatara.

—He mandato a por el médico — aviso el duque.

—Eso no es necesario — dijo Abiagil enseguida

—Si lo es, no es normal que se esté desmayando así sin más — dijo el duque mirándola, ella desvió la mirada con la cara completamente ruborizada —enviaré unas doncellas para que la ayuden a llevarla a sus aposentos — para después irse a su oficina.

Cuando estuvo ahí se dejó caer en una de las sillas agotado cómo si hubiera corridos kilómetros, lo que hizo estuvo mal, muy mal, además de que fue bastante impulsivo de su parte, pero él no lo pudo evitar, de verdad que no pudo evitarlo cuando la vio ahí sola.

Tenía que dejar de jugar, en todo caso ya había tomado un decisión, la única razon por la que no la había anunciado era porque aun faltaban cuatro días más para la fiesta que había prometido de navidad, debía apresurar las cosas o al menos hacer todo lo posible por mantenerse a alejado de ella y así no hacer nada estupido.

Abigail por su parte, después de que el médico la revisara y dijera que ella estaba bien, lo que le había pasado solo fue algo momentáneo, pero que no era nada grave, se mantuvo en su habitación descansando. Su madre, por su parte, no puso ninguna queja, ya que prefería que su hija descansara, mientras que la joven doncella no dejaba de revivir una y otra vez lo que había pasado en su cabeza y cada vez que lo recordaba su corazón se aceleraba cómo si se le fuera a salir del pecho.

Franco solo salió de su oficina cuando fue la hora de cenar, él sabía que Abigail y su madre no estarían en la cena, aún tenía el miedo de que ella le pidiera a su madre que ya no quería estar más allá, siendo sincero con él mismo, le sorprendía bastante que eso no haya pasado ya, pero tampoco descartaba completamente la posibilidad de que pasara.

─No es que quiera hablar mal de nadie, por que eso no está nada bien, además solo estamos nosotras ─ escucho decir a Lady Given, solo porque se dio cuenta de que él duque se estaba acercando ─ pero, Lady Abigail se enferme con tanta facilidad, mareos y desmayos sin razón …. ─ dijo con sopecha.

─Madre, ese es una insinuación muy delicada ─ dijo su hija con horror.

─Lo es de verdad ─ coincidió Lady Delancy─ pero también es la única explicación a lo que está pasando, además no podemos olvidar de los comentarios acerca de los amoríos entre Abigail y Timoteo ─ dijo ella.

─Víboras ─ insulto Lady Esmeralda, había bajado un momento buscar algo a la cocina cuando las escucho.

─¿Por qué?, ¿por decir la verdad?, nos tratas muy mal Esmeralda ─ dijo Lady Given ofendida.

Lady Esmeralda solo las miro molesta para después continuar con su camino y salir de ahí, no valian la pena, eran unas posoñosas que solo iban a lograr algo esparciendo su veneno.

─Duque ─ dijo Lady Esmeralda al verlo en la puerta del comedor.

─Si no está ocupada, me gustaría hablar con usted ─ le dijo él.

─Ahhh, si por supuesto duque ─ dijo ella.

─Empiecen sin mí damas ─le dijo él Duque a las mujeres del comedor, mientras le indicaba que empezara a caminar a Esmeralda.

Esmeralda caminaba hasta la oficina del duque, completamente derrotada, su última oportunidad de la miseria se les había escapado, ya no volverían a su ciudad de nuevo, debían empezar en una nueva ciudad de cero, y de manera humilde, no le molestaba, estaba dispuesta a ello y sabía que su hija también lo estaba.




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