Capítulo 3 –
El timbre sonó y supe que era ella.
Samantha C.
La leyenda. La experta que podía salvar cualquier desastre navideño… y también traumatizar a cualquier novio con un pasado cuestionable.
Y Liam, por supuesto, sabía exactamente lo que eso significaba.
Abrí la puerta y allí estaba: Samantha, de pie, con los brazos cruzados, mirada de acero y un aire que hacía que hasta los árboles parecieran temerle. Su porte era tan imponente que Liam retrocedió un paso y casi se cae.
—Emma… —susurró Liam con voz temblorosa—. No recuerdo haber firmado esto.
—Shh —le dije, poniendo un dedo sobre sus labios—. Tranquilo, la necesitamos.
Samantha frunció el ceño mientras recorría con la mirada la sala.
—¿Esto… es lo que llamas un desastre moderado? —preguntó, con voz de general de ejército, arqueando una ceja al mirarme—. Me dijiste que no era tan malo, Emma.
—Bueno… —intenté justificarme, mientras Liam parecía un pajarito temblando en el suelo a mi lado—. Puede… mejorar.
Samantha lanzó un sonido de palmadas con las manos, que retumbó más que un cañón.
—¡Manos a la obra! —ordenó—. No hay tiempo que perder. Esto no se resolverá en tan poco tiempo.
Yo asentí nerviosa mientras Liam se tapaba la cara con las manos, completamente petrificado.
—Primero… —dijo Samantha, girando hacia la cocina—. Abro las fosas nasales y… vaya, el pavo sufrió una crisis de incendio.
—Bueno… solo se quemó un poquito —dije, tratando de sonar inocente.
Samantha estalló en carcajadas que me hicieron retroceder un paso.
—¿Un poco? Niña… esto es trabajo para bomberos profesionales. No para novatos con buenos sentimientos.
Luego se dirigió a la despensa y abrió las puertas de par en par.
—¿Acaso creen que esto es una broma? —preguntó, con una ceja arqueada—. No tendré tiempo de preparar una cena navideña perfecta si no tenemos todos los ingredientes.
Parpadeé varias veces, buscando palabras que no existían.
Liam, muerto de miedo, me susurró:
—Fue mala idea llamarla…
Samantha lo miró con los ojos de asesina serial más letales que había visto.
—Mala idea es que Emma siga contigo, cariño —dijo—. Eres un desastre ambulante.
—Eh… —susurró Liam—. Cierto.
—Traigan papel y lápiz —ordenó Samantha—. ¡Rápido!
Le pasé una hoja y un bolígrafo temblando, mientras ella anotaba todo con velocidad militar.
Mientras tanto, Liam y yo nos quedamos en la sala, que ahora parecía un campo de batalla de revista navideña: cajas abiertas, luces por todos lados, ramas del árbol caídas y restos de galletas que probablemente podrían haber servido como proyectiles.
—Emma… esa mujer me odia. Y… fácilmente podría meterme al horno para reemplazar al pavo —susurró Liam, con los ojos muy abiertos.
—No la necesitamos para eso —dije, intentando sonar firme mientras ella escribía con velocidad de rayo—. La necesitamos para arreglar esto. Él hizo varios movimientos como de simio remedando a Samantha, pero con mucha exageración, a mi me pareció gracioso, pero a Samantha que acaba de llegar y posicionarse justo detrás de él no le pareció tan cómico.
Me quedé petrificada y Liam lo supo.
—Está detrás de mí, ¿cierto? —preguntó Liam, con la voz más baja del mundo.
—Sí —dije—. Si intentas disculparte, te asesino — .añadí, estampando la lista de Samantha sobre su pecho—
— ¡Traigan esto y no tarden!—ordenó la general.
Y así comenzó el caos oficial.
—Emma, ¿esto es real? —preguntó Liam, mientras íbamos caminando hasta el auto para buscar los objetos de la lista de Samantha.
—Totalmente real —contesté, observando cómo Liam ojeaba el papel con las cosas que nos ordenaron que parecían más bien reliquias de un rediseño perdido de mil siglos—. Ahora, manos a la obra, ¡y rápido!
Samantha avanzó con su equipo como si cada miembro fuera una unidad de elite militar. Cada uno tenía una tarea: organizar los ingredientes, recolocar el árbol, limpiar el desastre de galletas, ajustar luces y velas, y básicamente reconstruir la sala para que pareciera que perteneciera a una revista de decoración navideña.
—¡Rápido! —gritó Samantha mientras revisaba cada esquina—. Este lugar tiene potencial… pero primero debemos borrar toda evidencia de incompetencia humana.
Liam se inclinó hacia mí, bajito:
—Emma… ¿sabes que esa mujer podría matarme y nadie notaría la diferencia?
—Sí, lo sé —contesté, mientras ella daba órdenes a todo el mundo—. Pero la necesitamos, Liam. Respira hondo y no hagas nada que pueda empeorar tu historial.
—¿Historial? —preguntó él, y yo solo suspiré.
Samantha revisaba las galletas, el pavo, las luces y hasta los adornos del árbol con una precisión militar. Parecía capaz de ver la mínima imperfección desde un kilómetro de distancia.
—Vamos a necesitar cada ingrediente y cada accesorio —dijo Samantha—No tarden en regresar.
Liam me miró con ojos de terror y murmuró:
—Emma… es como un general del ejército de Vietnam…
—Ya cierra la boca y vamos por esos ingredientes —ordené.
Él asintió, pálido. Y salimos directo al supermercado.
Y así, entre risas nerviosas, objetos imposibles, pavo a medio rescatar y galletas que parecían armas de destrucción masiva, comenzó oficialmente la operación “Navidad perfecta según Samantha”, mientras Liam y yo intentábamos sobrevivir al caos… sin quemarnos ni perder la cordura del todo.
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Buenoooo oficialmente inició el caos navideño jajaja ahora cómo estarán las cosas en ese supermercado ya quiero ver que pasará en el siguiente capítulo y ustedes emocionadas? Yo quiero ver más locuras de Liam definitivamente me robó el corazón su ternura.