Desde ese instante la chica se convirtió en una completa fascinación que más tarde recibiría un nombre: Zia.
Cada día que comenzó a pasar a su lado, ya que nadie sabía absolutamente nada de ella y abandonarla no estaba entre sus planes, se convencía más de que ella de una forma u otra había vuelto a nacer. Y no solo hablaba por el simple hecho de que podría haber muerto, sino por el simple hecho de cómo estaba empeñada en conocer el mundo, cada pequeña cosa que formara parte de este.
Y él decidió acompañarla en esa nueva aventura, viendo con otros ojos cosas que en otros tiempos podrían haberse pasado por simple cotidianeidad.
Y él finalmente también volvió a renacer, finalmente comenzó a tomar la segunda oportunidad que se le había sido otorgada.
Todo gracias a la pequeña rubia a su lado.
Todo gracias a su amor.