El inevitable adiós llegó.
Zia desapareció en una explosión de magia, como solo ella era, y luz, una luz que había iluminado el camino de Oziel.
Con el pasar de los días, Neida, quien fue la que encontró la forma de llamar a nuestra Lucerna, creyó que su hijo de corazón caería nuevamente en los malos hábitos que supo tener en el pasado y que logró olvidar en ese último mes.
Sin embargo, lo que no sabía era que Oziel simplemente debía recuperarse de la despedida para seguir con su vida. Su Zia le había enseñado a ver con ojos distintos el mundo y le había dado la chispa exacta para mantener encendido por siempre su fuego interior.
Y gracias a ello le estaría eternamente agradecido.
Y gracias a ello, no iba a desperdiciar la segunda oportunidad que alguien le supo regalar.