—¡No puede ser! ¡Otra vez se han quemado las luces del árbol! —dejo caer los brazos, frustrada, mientras el último juego de luces parpadea débilmente antes de apagarse por completo.
—Tal vez sea una señal del universo —dice Lucas, mi hermano, desde el sofá. Está cómodamente envuelto en una manta con un tazón de palomitas en las manos viendo la televisión—. No todo tiene que ser perfecto, Am.
—¿Perfecto? ¡La perfección es lo mínimo que se merece la Navidad! —respondo, plantándome frente a él con las manos en las caderas—. ¿Acaso no entiendes? Este es el primer año sin mamá y papá. Si no lo hago todo bien, si no es tan mágico como siempre, todo va a sentirse... vacío.
Lucas baja la mirada, y su sonrisa habitual desaparece un poco, pero vuelve rápido.
—Am, no creo que ellos quisieran que te estreses tanto por esto. A veces, la magia está en las cosas pequeñas, no en las luces perfectas ni en los árboles perfectos.
Suspiro y dejo caer mi cuerpo junto a él en el sofá. Miro el árbol a medio decorar, con adornos desordenados y las luces muertas que parecen burlarse de todo mi esfuerzo.
—Es que... no sé cómo hacerlo sin ellos. Mamá siempre hacía el postre perfecto y papá contaba los mismos chistes malos mientras colgaba las estrellas en las ventanas. No hacían nada, y el ambiente era especial. Ahora solo somos tú y yo. Es nuestra primera Navidad solos, Lucas, y quiero que siga todo igual. No puedo dejar de pensar en el accidente, en lo rápido que todo cambió, quiero que nuestra primera navidad sin ellos también sea especial.
Lucas me observa en silencio por un momento. Ambos recordamos muy bien esa fatídica noche de Enero en la que los perdimos. Un conductor imprudente se cruzó en su camino, y, de repente, nuestra familia quedó reducida a nosotros dos.
—No tienes que llenar ese vacío, Am. Nadie espera que hagas todo como ellos lo hacían. No podemos reemplazar lo que perdimos, pero podemos crear algo nuevo... aunque sea un desastre navideño. —Sonríe.
Miro de nuevo el árbol y siento que esas luces apagadas reflejan cómo me siento por dentro.
—Es que duele. Duele mucho… Intento hacer las cosas bien porque quiero que, al menos por un momento, todo se sienta como antes.
—Bueno, para empezar, tal vez no deberías haber comprado un árbol de tres metros para una sala que mide dos y medio —bromea Lucas, intentando aligerar el ambiente.
Dejo escapar una carcajada, aunque mis ojos se llenan de lágrimas.
—Quizás tengas razón. Pero no puedo evitarlo. Me aferro a esta idea de que, si todo luce perfecto esta Navidad, se sentirá perfecto otra vez.
Lucas me rodea con un brazo, me da un apretón cariñoso y besa mi frente.
—¿Sabes qué pienso? Lo que sea que salga mal este año será lo que más recordemos el próximo. Y eso también está bien. Es bonito crear recuerdos nuevos.
Asiento lentamente, aunque en el fondo sigo sintiendo la necesidad de que todo salga como lo planeo.
—Prométeme que al menos no harás comentarios sarcásticos durante la cena —le pido, intentando mantener el tono ligero.
—No puedo prometer algo que sé que no voy a cumplir —me contesta Lucas con una sonrisa traviesa—. Además, ¿qué más da, si solo estaremos los dos y tú los ignoras siempre?
En ese momento, mi teléfono vibra sobre la mesa, interrumpiendo nuestra conversación. Lo tomo y frunzo el ceño al leer el mensaje de mi jefe.
—Genial. Ahora también tengo que encargarme de organizar la fiesta de Navidad de la oficina.
Lucas se echa a reír.
—Eso es genial, suena divertido. Te queda al dedo.
—¡No suena divertido! Suena estresante. ¿Y sabes por qué? Porque tengo que trabajar con Daniel Santos.
—¿Daniel? Esto va a ser muy divertido, —ríe con ganas—. ¿Así que debes planear la fiesta de Navidad con el Grinch en persona? —arquea una ceja, todavía riéndose.
—Exacto. Odia la Navidad y todo lo que representa. Es tan... —Ni siquiera sé qué adjetivo usar para describirlo—. Esto será un desastre, Lucas, un gran desastre navideño.
Pero mientras vuelvo a mirar las luces quemadas del árbol y pienso en lo que me espera, no puedo evitar sentir que, tal vez, Lucas tiene razón: los desastres también pueden ser bonitos e inolvidables. ¿No?
—Lo que no entiendes, Am, es que las navidades perfectas no son, ni mucho menos, las perfectas. Yo creo que son más bien, las inolvidables. Relájate, y verás que al final estaremos bien…
Editado: 11.01.2025