Un camión de auxilio pasa y nos ayuda a regresar a la ciudad. Aunque estoy agotada, no puedo evitar sonreír al recordar estos pequeños momentos que hemos compartido.
Han sido unos momentos breves e inesperados, pero el beso ha sido tan real que todavía siento el calor de sus labios sobre los míos.
Sin embargo, Daniel, como siempre, parece haberlos olvidado por completo. Se pasa todo el camino callado, mirando por la ventanilla.
El conductor nos deja en la entrada de la oficina, y Daniel se baja primero, ayudando a descargar el árbol sin decir una sola palabra. Me esfuerzo por actuar normal, aunque su silencio me molesta más de lo que quiero o puedo admitir.
—Bueno, creo que este árbol es oficialmente un sobreviviente de la navidad —bromeo, intentando romper la tensión.
—Más que nosotros, diría yo —responde con una sonrisa ligera antes de volver a enfocarse en el árbol. Es amable, pero no como unas horas atrás.
Entramos a la oficina cargando el árbol, y aunque es tarde, algunos de mis compañeros todavía están ahí, terminando tareas. Todos se detienen a mirarnos. Carla, una de mis compañeras, se acerca entusiasmada al verlo.
—¡Por fin llegó el árbol! —exclama mientras corre a ayudarnos.
—¿Qué les pasó? Parecen como si hubieran peleado con un oso —añade Luis, mirando nuestras ropas empapadas por la nieve.
—La naturaleza y yo tuvimos un pequeño desacuerdo —respondo, sonriendo, intentando mantenerme ligera.
Daniel no dice nada. Solo deja el árbol en su lugar, asiente hacia los demás y camina hacia su escritorio sin siquiera mirarme. Algo dentro de mí se encoge. ¿Qué le pasa ahora? ¿Porque esa actitud?
Paso las siguientes horas decorando el árbol con Carla y algunos compañeros más. Las luces parpadean, y las bolas doradas y rojas reflejan el brillo cálido de la oficina. A pesar de que el ambiente es de felicidad y festivo, siento un pequeño nudo en el pecho.
Daniel sigue en su escritorio, ajeno a todo, fingiendo que está concentrado en su trabajo. Pero en el fondo sé que me está evitando.
Cuando los demás empiezan a irse, me quedo recogiendo los restos de cajas y papeles. No tengo prisa por salir, pero tampoco quiero quedarme demasiado tiempo, solo quiero saber qué es lo que pasa. Daniel sigue en su lugar, como si estuviera esperando a que yo me vaya primero.
—¿No te vas? —le pregunto, intentando sonar despreocupada mientras recojo lo que queda cerca de su escritorio.
Él levanta la vista, con esa expresión neutral que me pone de los nervios. ¿Porque este hombre es así?
—Todavía tengo cosas que terminar, saldré más tarde, en un rato —responde, volviendo a su computadora.
Asiento, aunque no estoy segura de qué esperaba que dijera. Tal vez algo más, una invitación a tomar un café o algo que me hiciera sentir que no me he imaginado ese momento que hemos vivido en el café. Pero Daniel sigue siendo Daniel, es un hombre diferente, complicado, cerrado y, al parecer, completamente idiota con las mujeres.
—Bueno, buenas noches entonces —murmuro, sintiéndome un poco ridícula por quedarme ahí de pie, mientras él trabaja.
—Buenas noches. —Levanta la vista, me da una breve sonrisa y vuelve a su trabajo.
Recojo mis cosas y salgo al frío de la noche. La nieve sigue cayendo suavemente, y aunque debería sentirme feliz porque todo ha salido bien, el árbol, la decoración y por todo lo que logramos hoy, solo puedo pensar en lo distante que ha estado Daniel desde que regresamos.
Camino hacia mi apartamento con mis pensamientos y el sonido de la nieve bajo mis botas. Me digo que tal vez él no ha sentido lo mismo que yo, que ese beso solo ha sido un momento de impulsividad, algo a lo que él no ha dado importancia y ha dejado atrás. Pero no puedo evitar preguntarme por qué en cambio para mí ha sido diferente y me afecta tanto.
Tal vez lo estoy complicando todo. Tal vez Daniel simplemente no es el tipo de persona que se abre fácilmente. Subo las escaleras hacia mi piso, sé que hay algo más. Algo que está ahí, aunque él no quiera admitirlo.
Cuando abro la puerta de mi piso, Lucas está ahí, sentado en el sofá, con una bolsa de patatas fritas y el mando a distancia en la mano. Me mira levantando una ceja.
—¿Y tú de dónde vienes tan tarde? Pensaba que salías antes —pregunta con su tono despreocupado, pero sé que en el fondo está atento.
—De elegir el árbol para la oficina... —respondo mientras cierro la puerta y me quito el abrigo.
Lucas se levanta y me observa detenidamente.
—¿Con Daniel? ¿Has conseguido que te acompañe? —dice, como si no necesitara confirmar nada más.
Suspiro y dejo mi bolso en la mesa.
—Sí, con Daniel. Es... complicado. Hubo una tormenta, nos quedamos atrapados un rato, y... —me detengo, mordiéndome el labio. No estoy segura de cómo explicar todo lo que pasó sin sonar como una loca confundida. Pero lo hago y le explico todo lo que va pasado hasta ahora.
Lucas se acerca y me abraza sin previo aviso. El abrazo de mi hermano es justo lo que necesitaba.
—Mira Am, cada persona tiene sus luchas internas. A lo mejor Daniel es de esos que necesitan más tiempo para abrirse, o... —hace una pausa dramática— simplemente es un idiota.
No puedo evitar reírme mientras apoyo la cabeza en su hombro.
—Gracias por eso, Lucas. Siempre tan directo.
—Es mi encanto natural hermanita. Ahora, ven y olvídate de Daniel un rato. Vamos a ver algo en la tele. Tengo una película malísima preparada para que la veamos juntos.
—¿De esas películas navideñas que no sabes de dónde sale la trama?
—Exacto, el mejor tipo de cine —dice, guiñandome un ojo.
Me siento con él en el sofá mientras busca algo para ver en la tele. Entre sus bromas y sus comentarios graciosos, por un rato dejo de pensar en todo lo que me preocupa. Lucas siempre sabe cómo hacerme sentir mejor, y en ese momento no podría estar más tranquila.
Editado: 11.01.2025