Los días después de nuestro reencuentro con Daniel en la oficina, pasan volando. Son días llenos de pequeñas cosas que parecen confirmar que algo especial está naciendo entre nosotros. Aunque al principio Daniel se muestra algo distante, empieza a abrirse poco a poco. Lo he convencido para que me acompañe al mercado navideño y, aunque refunfuña un poco, termina disfrutando más de lo que quiere admitir. Prueba su primera taza de ponche caliente e, inicialmente, hace una mueca como si no le gustara, pero sé que no está tan mal porque da otro sorbo.
En la plaza principal, le pido que me ayude a decorar un árbol comunitario. Al principio dice que no es lo suyo, pero termina colgando las bolas navideñas con una torpeza que me hace reír. Su esfuerzo significa mucho para mí, más de lo que él sabe. Cuando Lucas aparece de repente, riéndose y diciendo que Daniel “parece experto”, el ambiente se llena de risas y cambia a uno feliz a pesar de sus bromas.
Así, día tras día, llega la Nochebuena, con un cielo despejado y el aire frío colándose por las ventanas.
Hemos decidido pasarlo juntos, incluyendo por supuesto a Lucas. Mi apartamento, aunque pequeño, se siente acogedor. Lucas llega temprano,con un montón de bolsas, y nos dice que él se encargará de la cena.
—¿Tú cocinando? ¿Desde cuándo? —le digo, burlándome.
—Tú confía en mí, hermanita. Esto será inolvidable.
—Eso suena como una advertencia, —añade Daniel, con su humor seco.
Mientras Lucas está en la cocina, donde parece manejarse bien, Daniel y yo preparamos la mesa. No hay nada lujoso, es un mantel sencillo, unas velas y las servilletas con dibujos de renos que compré en el mercadillo. Pero el ambiente es cálido.
Cuando nos sentamos a cenar, entre bromas y recuerdos, la comida, aunque simple, sabe deliciosa.
—Adjudicado, Lucas será nuestro cocinero en navidades. —Sonrío.
—Te lo dije hermanita. Esto es lo mío, pero tal vez sea Daniel el que lo haga el próximo año. —Suelta sin pensar, ya que no sabemos que pasará. Por el momento lo estamos intentando pero no quiero presionar.
—Quien sabe, pero creo que seguirás siendo tú el que la haga. Aunque si quieres el año que viene podemos celebrar en mi apartamento. —Guiña un ojo y Lucas sonríe.
Después de la cena, nos acomodamos en el sofá con unas mantas. Lucas nos sorprende sacando una guitarra y comenzando a tocar canciones navideñas. Su voz llena el apartamento y, aunque Daniel al principio parece tenso, poco a poco se relaja. Incluso lo escucho tararear una canción, algo que me hace sonreír como una tonta.
—¿Siempre fuiste tan… “anti-Navidad”? —le pregunto en un momento.
Daniel se queda pensando, mirando por la ventana hacia las luces de la calle.
—No siempre. Pero como te conté, la vida a veces te aleja de estas cosas.
—Entonces, quizás sea hora de volver a ellas —le digo con suavidad. ¿No crees?
Él me mira, y en su mirada hay algo que me hace sentir mariposas en el estómago.
—Si. Lo creo.
Cuando Lucas nos deja a solas, Daniel se queda en silencio un momento. Luego se acerca, toma mis manos y, con una timidez que no le había visto antes, saca una cajita de su bolsillo.
—Tengo algo para ti —dice.
Abro la caja y veo un colgante en forma de copo de nieve. Es delicado, sencillo, pero precioso. Cuando lo miro, él sonríe con esa media sonrisa que tanto me gusta.
—Quiero que recuerdes que, aunque las cosas no siempre sean perfectas, pueden ser hermosas —dice en voz baja. —Es pronto para un anillo, pero no quiero que esto acabe nunca.
Siento un nudo en la garganta y no puedo evitar abrazarlo.
Me quedo ahí, entre sus brazos, sintiéndome feliz y agradecida por este momento, por él.
Un rato después, Lucas regresa al salón y nos ve abrazados frente al árbol.
—Bueno, parece que esta Navidad salió mejor de lo que esperaba, —dice riendo.
Nos reímos los tres, y mientras la noche avanza, me doy cuenta de lo especial que ha sido todo. No hay grandes fiestas ni regalos caros, solo momentos reales y auténticos.
Antes de irse a celebrar con sus amigos, Lucas me da un abrazo.
—Ves, hermanita. A veces, lo que no es perfecto termina siendo lo mejor. La Navidad no es perfecta, pero la persona que has conocido gracias a ella la hace así.
Y tiene razón. Esta Navidad, aunque distinta a lo que había imaginado, es exactamente lo que necesitaba. Mis padres no están, y aunque su ausencia impide que sea perfecta, será inolvidable en su imperfección.
Editado: 14.01.2025