Una navidad inolvidable

Un motivo de vida

Zev Crawford 

La forma del cielo me indicaba que una fuerte tormenta se avecinaba. Estaba solo ahí, en medio de la nada, con mi auto descompuesto, con una mujer indefensa y un bebé abandonado. Esa mañana, al despertar, por primera vez en muchos años, tenía un motivo de vida, proteger a la pelirroja extraña y a la diminuta cosa arrugada en sus brazos.

Podría decirse que un hombre como yo, que lo tenía todo, debía vivir con metas, propósitos, estimulaciones, pero yo no sentía nada de eso respecto a mi vida. 

Traté de encender la radio de mi auto y nada. No llegaba la señal. Decidí colocarme mi ropa medio mojada y salir a buscar ayuda, fracasando miserablemente. 

Esperé por una hora en el puente a ver si algún auto pasaba y nada. Luego caminé hasta la dirección donde Lexie me había indicado más o menos que dejó su auto y lo revisé, para encontrarme con la sorpresa de que no solo no tenía gasolina, sino que por alguna razón extraña el auto no encendía. 

Hurgue por todo el auto en busca de objetos que nos sirvieran, encontrando varias cosas como una manta, un encendedor, varios abrigos, un foco y varios guantes de invierno de mujer. Tome todo lo que pensé que pudiera ser necesario.

Pero caramba, lo que más necesitaba era una brújula, una hacha y una jodida cabaña, como esas que te encuentras en el medio de la nada en las películas cutres. 

Al llegar a mi auto ambos estaban despiertos, el pequeño arrugado y Lexie. Con disimulo le expliqué todo lo que había hecho y la observé, y casi de inmediato esquivé la mirada. La verdad se me hizo muy difícil hacer que no la veía, porque era hermosa. Su cabello era rojo y algo ondulado.

Su cara estaba repleta de pecas, diminutos puntitos marrones que me fascinaron. 

Se puso roja ante mi escrutinio y pude confirmar que no me equivocaba… Era muy hermosa. 

¿Por qué esa mañana tenía una perspectiva diferente de la vida?

¿Tal vez porque había salvado a un bebé?

Uno que no merecía morir, pues apenas empezaba a vivir. 

Aquel suceso definitivamente me había marcado muy profundo.

No creo en los cambios de un día para otro, aún siento que no valgo nada…pero salvarlo a él y cuidarla a ella, dio agua de vida a mi alma seca y sedienta. 

Tenerlo en mis brazos llorando, pero vivo fue algo extraordinario.

Dicen que solo cuando estás al borde de la muerte valoras muchas cosas, pero yo fui diferente, yo vi un ángel al borde de la muerte y algo me dice que salvar a ese niño cambiaria mi vida.

Y mi corazón palpitaba por primera vez… Ilusionado. 

– Debo salir a buscar un refugio o ayuda – le comenté a Lexie un rato más tarde.

Ella me miró, por alguna razón que no quise preguntar, estaba abrazada a mí y no lo cuestioné, no quería cuestionarme nada, solo quería tenerla ahí, sentir su respiración y la del bebé arrugado. 

– Es mejor que vaya yo, tú ya estuviste mucho tiempo afuera...

Negué con ímpetu.

– Es mejor que te quedes con el bebé– declaré–. Eres pequeña, cualquier cosa podía pasarte. 

Ella bufó. 

– Ni que fuera de vidrio, de niña en el campo, hacía de todo, desde cortar leña hasta domar caballos, no soy una princesa en apuros– debatió. 

Sonreí y en las últimas horas me encantaba hacerlo bastante seguido. 

– Aun así eres pequeña y quiero cuidarte– no sé en qué momento me salieron esas palabras, tal vez el frío y el hambre me estaban entumeciendo el cerebro.

Lexie carraspeó sonrojada. 

–Estamos en los noventa, las mujeres somos más capaces, las responsabilidades deberían ser igualitarias, yo deseo ir.

Terca, muy terca. 

– Lexie a la hora de la verdad la naturaleza pone a cada quien en su lugar, la mujer debe ser protegida por el hombre, no porque sea menos que él, sino porque así fuimos diseñados. El hombre provee refugio, comida y protección – solté. 

– Siento un poco de machismo en tu comentario. 

– No veo machismo en eso. 
– Estoy segura de que no pensabas así ayer– dijo. 

Asentí.

– Tal vez, pero eso no cambia que voy a ir yo.

Y después de una discusión de una hora, donde me llamo retrógrado, machista y descarado, salí del auto con la esperanza de encontrar ayuda o algún refugio. 

Por primera vez en mi vida tuve una conversación larga con alguien, por primera vez me reí de los chistes malos de alguien, por primera vez le conté a una extraña sobre mí, sobre mi infancia y mis temores.

Conocer los detalles de la vida de Lexie solo me hicieron admirarla más y a la vez sentirme aturdido de como la vida la había dañado tanto... al igual que a mí. 

Algo seguro, ambos odiábamos la navidad, pero esta navidad venía con un toque diferente y mi corazón sintió tanta emoción... ganas de vivir. 

 

 


 




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