Una navidad inolvidable

Un riconcito en el alma

Llegaron a la cabaña ya muy entrada la madrugada. Lexie no dejaba de sostener al pequeño que lloraba durante todo el camino, pese a que esta lo llenaba de besos y abrazos. 

Zev, lo tomó en brazos y lo desarropó del abrigo, viéndolo rojo y con abundantes lágrimas en sus mejillas. Aquello lo desespero y se sintió tan inútil.

Ahora que todo el dinero que tenía era necesario, no estaba en sus manos para usarlo y calmarle la angustia aquel pequeñito. 

– No se preocupen, debe tener hambre y mucho sueño, tengo leche de vaca en casa recién hervida– mencionó la mujer, mientras conducta. 

Se bajaron del tractor y al CEO, tuvieron que ayudarlo el hombre mayor y el joven de nombre Malcolm. 

– Tengo una habitación vieja de huéspedes, tiene una pequeña chimenea, les ayudaré a encenderla – les indicó la mujer. 

Al llegar a la pequeña estancia vieron una cama amplia junto a una mesa de noche, un árbol de navidad encendido en una esquina y una biblia abierta debajo de este, junto a las figuras del nacimiento del niño Jesús. 

Él entró con dificultad al lugar y Lexie le miró con preocupación, su frente estaba sudada y su respiración agitada, ella se acercó y le tocó la piel, la cual ardía en fiebre. 

– Tienes fiebre muy alta – le dijo angustiada. 

El hombre se sentó en una vieja silla de madera y asintió. 

– Me rompí un dedo y mis pies están lacerados, debo haberme infectado las heridas. 

—Tienes que tomar algo — comentó ella. 

—Tengo medicinas que pueden ayudar con eso, ya se las traigo— intervino la mujer. 

—Muchísimas gracias — agradeció él. 

La señora miró a la pareja con tristeza, se notaban que habían pasado muchas dificultades en las últimas horas. 

– Deben quitarse esas ropas y colocarle una ropa al pequeño de su talla. Tengo algunas ropas de mis hijos y pienso que alguno de mis nietos debe haber dejado por ahí algún body, aunque no sé si puede quedarle exacto– señaló al bebé–. ¿Cómo se llama?

Lexie, intercambió miradas con Zev, pero este tenía los ojos cerrados por el dolor. 

– N-no, no lo sabemos…nosotros encontramos a este bebé tirado en el río, venía en una caja, Zev lo rescató antes de que se hundiera en el agua helada – le contó Lexía, a lo que la señora puso las manos en sus labios para evitar un grito. 

– ¿En serio?, oh Dios mío. Es un milagro que ustedes estuvieran ahí – la mujer frunció el ceño–. Es muy raro que alguien este por estos lugares tan remotos, mucho menos un bebé. ¿Vieron alguna señal de accidente? 

Ella negó.

– No había nada cerca, solo el bebé.

– Bueno, a este punto, no hay nada que podamos hacer si hubo alguien, más– la mujer se acercó al empresario y le quitó las botas, revelando la terrible inflamación de sus pies.

– Voy a traer leche para el pequeño, algunos paños caliente y remedios para esos pies– la señora se volteó hacia la pelirroja—. Sus heridas no pueden infectarse más, no sabemos cuando volveremos a tener señal de la radio y todo se puede complicar, necesito que después de alimentar al niño me ayudes a lavarle las heridas. 

Esta asintió mirando al hombre de ojos azules, detenidamente. 

– Le diré a Malcolm que les traiga agua caliente, detrás de esa puerta hay un baño, estoy segura de que una ducha caliente los hará sentir mejor a todos. 

 

 

El primero en bañarse fue él, ya que la dueña de la cabaña, quien más tarde se había presentado como Mary, preparó un remedio de hierbas para las heridas del empresario, dicho remedio debía permanecer en los pies del hombre por algunas horas, por lo tanto, era mejor que se bañara primero. 

Mientras tanto, la lelirroja tomaba un tetero para darle la leche al bebé, quien inmediatamente empezó a succionar desesperado el líquido. 

Ella observó fascinada cómo aquella criatura se alimentaba, tratando de sobrevivir a un mundo hostil... vivir por sobre todas las cosas. 

Besó sus cachetitos rojos y lo abrazó con ternura. 

Ella estuvo a punto de soltar un gemido un tanto indecoroso, cuando aquel Dios nórdico, de cabello oscuro y ojos azules, salió de la ducha, con solo una toalla amarrada a su cintura. 

Lexie imploró a los santos que la dejaran tragar el nudo formado en su garganta por la impresión. 

Zev notó que ella se puso colorada y por alguna razón sonrió, al ver que él podía afectarla de un modo más íntimo. 

– Disculpa, no quise importunarte, pero no hay más espacio. 

La pelirroja, ahora tragando el nudo de la garganta y diciéndose a sí misma que debía dejar de ser tan mojigata, le miró a los ojos.

– No me has importunado– le aseguró y en ese momento ambos sonrieron, con un brillo un tanto más especial en sus miradas. 

El brillo que tenían los amantes, justo antes de la intimidad. 

Ambos habían tratado de suicidarse juntos, ambos rescataron un bebé, para luego ver la muerte casi tocar las puertas de sus vidas. A este punto, las nimiedades y vergüenzas entre ellos, pasaban a un segundo plano. 

Él se acercó al pequeño arrugado, besándole una de sus manitas. 

Su rostro quedó muy cerca del de Lexie y a ese punto, no solo la respiración de la criatura estaba acelerada. 

Rompió el contacto y tomó las ropas que le había dado Mary y volvió a meterse en el baño. 

 

 




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