Recuerdo cuando era una niña y le decía a mamá que quería crecer rápido para hacer muchas cosas que en ese tiempo no podía, como por ejemplo: entrar a la universidad, tener amigas con las cuales salir de fiestas y hacer pi-jamadas, tener mi departamento, un trabajo estable y poder darle una mejor vida a mi madre y a mí, y obviamente no pasar desapercibido encontrar el amor.
Pensando que todo esto sería fácil, y creer que a mis veintidós años todo esto se haría realidad...Tal vez no todo, pero si una parte de esos proyectos.
¿Les ha pasado? Que ingenuos fuimos de niños al querer crecer.
—Emily, no es momento de entretenerse en tu mundo —escucho la voz de mi jefa a mis espaldas.
Ruedo los ojos y le encaro fingiendo una sonrisa de amabilidad.
Y ahí está mi hermosa jefa, viéndome con desaprobación por estar aquí encerrada sin hacer mi labor. Aunque no es para tanto, solo vine a buscar un dulce que tenía guardado en mi bolso.
—Sí, señora .—Le esquivó y salgo del cuarto de empleados, dirigiéndome a donde están los demás atendiendo las mesas.
Tomo del perchero mi delantal y me lo colocó.
Esto no era lo que quería. Pienso.
Esto no es lo que quería. Siempre pensaba en lo que haría de mi vida, y sí, es cierto que entre ellos estaba trabajar, pero no en esto.
Mi sueño frustrado siempre fue la fotografía, es un escape a explorar un mundo diferente, sus lugares, su gente...
Suelto un suspiro mientras hago un pequeño nudo de mi delantal.
Después de tanto tiempo me siguen quedando horribles como la primera vez.
Chuecos.
Torcidos.
Bueno, seamos sinceras, ¿Quién obtiene lo que quiere? ¿Quién es lo que quería ser?
Todavía no conozco a ningún Super-Man, policía, bombero, Power Ranger rojo y todo a la vez.
Aunque, al menos me hubiera gustado que se cumpliera uno de esos.
¿Uno era mucho pedir?
Nunca obtenemos lo que queremos, linda. Me recuerda mi subconsciente.
—¡Emily! —exclama Lucía al verme. Se podría decir que ella ha sido la única amiga que he tenido, la única que no me juzga o se burla de mi aspecto. Sí, es mi mejor y única amiga —.¿Dónde estabas metida? —pregunta caminando rápidamente hacía mí.
—Donde siempre —respondo encogiéndome de hombros —.Pero ya volví, ¿Qué hay que hacer? —pregunto a lo que ella sólo suelta una risa irónica.
—¿Es broma? —responde con otra pregunta —.Mira todo a nuestro alrededor —le hago caso, y tiene razón al reír y burlarse por mi estúpida pregunta. El restaurante hoy ha estado más abarrotado de gente que lo habitual.
Hago una mueca de desagrado, aunque debería estar feliz por ello, ya que si hay más trabajo eso significa una mejor paga.
—Toma .—Lucía me extiende unas bandejas que tomo del mesón y yo las tomo sin vacilar —.El pollo, va para la mesa nueve, y la de carne, va para la mesa cinco —me indica rápidamente leyendo su libreta de notas.
Sólo asiento con la cabeza, y sin esperar respuesta empiezo a caminar hacia las mesas correspondientes. Sin poder evitarlo bajo la cabeza al sentir miradas en mi persona, y eso me jode demasiado.
— Buen día .—saludo con una sonrisa fingida a las personas que están en la mesa número nueve. Ellos me responden muy amablemente —.Aquí está su orden. Espero la disfruten .—Pongo la bandeja en el centro y me retiro del lugar, no sin antes desearles un buen provecho.
Al empezar a caminar a la mesa número cinco me detengo abruptamente al ver a las personas que están en ellas.
Suspiro intentando calmar los nervios que tengo en estos momentos. Con pasos pausados me voy acercando. Todos están hablando animadamente, sonriendo sin siquiera notar mi presencia.
—Bu..en día —susurro hasta obtener su atención.
A la primera persona que noto es a Alana, ex compañera de universidad. Juntamente con ella está Alicia, su mejor amiga o mejor dicho, su sombra, esa que anda como perrito faldero para lograr siempre su aprobación.
Y por último a ese ser que pensé que no volvería a ver en mi vida, Leo. Ese que jugó con mis sentimientos, haciéndome sentir especial y que realmente valía la pena.
Ellos fueron mi infierno en la universidad, ellos fueron las peores personas con las que me pude topar en esos momentos duros.
—Pero mira nada mas —la primera en hablar es Alana, mirándome de pies a cabeza con asco.
—Si es la gordita que nos dejó —continúa Alicia.
—Aquí está su orden .—Intento colocar la bandeja en el centro de la mesa, pero al hacerlo alguien me empuja haciendo que la comida caiga sobre Leo.
—¿QUE TE PASA? .—Grita levantándose de golpe de la mesa.
Llevo mis manos a la boca.
—Oh Dios, lo siento, lo siento .— Me acerco a él para intentar limpiarlo con una servilleta, aunque no debería ni remediar mi daño, él se merece eso y cosas peores.
Él golpea mi mano alejándola.
—NO ME TOQUES.
Miro a mi alrededor y todas las miradas están puestas sobre nosotros.
—Nunca haces nada bien —me regaña Alana —.Necesito hablar con tu jefe, porqué personas tan inútiles no deberían trabajar aquí.
—Por favor, no. Necesito el...
—No me importa —interrumpe de manera tosca ayudando a su novio a quitar la comida.
—Chica, ella lo hizo sin querer. Hemos visto que la han empujado sin querer —interviene un cliente.
—No se meta en lo que no le importa —le responde esta de mala gana.
—¿Qué está pasando? —escucho la voz de mi jefa a mis espaldas.
Cierro los ojos fuertemente intentando calmar las lágrimas que amenazan con salir. No puedo llorar aquí, no puedo mostrarme débil otra vez.
—Pasa que esta .— Me señala como si fuera un objeto —.Le ha echado toda la comida encima a mi novio.
Mi jefa cierra los ojos, para luego abrirlos y fijar su mirada en mí.
—Emily, a mi oficina —me habla con voz dura.
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Editado: 14.05.2022