Veinticinco de diciembre, día para estar con la familia compartiendo, alistando ese hermoso vestido o traje que usaras para la cena, donde pasarás el día feliz con tu pareja. Y no así como yo, acostada en la cama mirando hacia el techo, sin saber qué hacer con mi vida.
Hoy la pasaré melancólica, recordando viejos momentos, creando escenarios en mi cabeza de que hubiese pasado si papá nunca se hubiese ido, no me hubiese abandonado como el cobarde que es.
Este mismo día en años anteriores estuviera con mamá y papá, preparando una pequeña cena para nosotros, donde podíamos charlar y reír.
Mi vida no ha sido color de rosas, me tocó vivir cosas que nunca quise y no sólo hablo de los malos amores, hablo de que pensé que tenía un futuro seguro, pero el destino me tenía otros planes los cuales eran trabajar en restaurantes cómo mesera, ser humillada varias veces sólo por ser gorda. Por eso cuando mamá recayó encontré un hobby, la fotografía.
En momentos libre iba a cualquier lado, bien sea una pequeña plaza o un parque a tomar fotos para luego editarlas en el computador y pegarlas en mi cuarto o regalarlas a mamá, Lucía o Margaret.
Era un escape en momentos turbios, y me ayuda muchísimo cuando mi mente es un caos total.
Hace una semana cuando vi la terraza solo pensé en la hermosa fotografía que podía sacarle.
El sonido de mi celular indicando una llamada, me hace salir de mis pensamientos. Estiro el brazo para poder tomarlo y ver el número de Lucía en el.
—Hola —saludo desanimada.
Lucia no se pudo quedar más días conmigo por estar con su ahora pareja, y lo entiendo, una de las dos debe ser feliz.
—Ay no, así no te quiero oír —me regaña —.Yo sé que no son buenos momentos para ti, así que por eso te llamo, porque seré quién siempre a pesar de todo te saque una pequeña sonrisa —termina de decir y sin duda alguna, si me saco una sonrisa.
—Vale, ¿Hoy si vendrás?
—Sabes que sí, en la noche soy toda tuya —ríe —.Por cierto, ¿Margaret aún sigue molesta?
Suelto un suspiro.
Desde el día que me escape, Margaret no nos ha querido dirigir la palabra a ninguna de las dos, y es entendible, le desobedecí, pero necesito que ella entienda que ya no soy una niña.
—Nada. Pero iré a verla —anuncio levantándome de la cama con pereza.
—Entonces te dejo para que te alistes —responde —Te amo.
—Y yo a ti —cuelgo la llamada y lanzo el teléfono a la cama.
Camino al armario y saco lo primero que encuentro para poder ir al baño y alistarme.
(...)
Tomo una respiración profunda antes de entrar al hospital y medir bien las palabras que usaré. Estar en este lugar nuevamente no es de mi agrado, pero aquí es donde encuentro a una de las personas importantes en mi vida.
Al ingresar veo que hoy está abarrotado de gente por los pasillos. Sostengo la pequeña caja entre mis manos para no perderla y empiezo a buscar a Margaret.
Camino por los pasillos del primer piso, pregunto por ella a varias enfermeras conocidas, pero no saben nada.
Ingreso al elevador para seguir a la segunda planta para encontrarla. Al abrirse las puertas del elevador lo primero que veo es a Margaret, la cual al verme pone sus brazos sobre sus caderas, y una mirada nada amigable.
Con pasos delicados salgo del elevador y me acerco a ella.
—Por millonésima vez, lo siento —me disculpo en un susurro, pero con sinceridad.
Con la mirada gacha le tiendo la pequeña caja esperando que ella la reciba. La escucho suspirar antes de tomar la caja.
—Vamos hablar —dice empezando a caminar. Sin más que hacer le sigo hasta ingresar a un cuarto.
Al ingresar ella cierra la puerta tras de nosotras.
—Emily, cariño .—Deja la pequeña caja en una mesa y me toma por los hombros —.¿Sabes cómo me sentí el día que te escapaste? —pregunta, pero no respondo —.Me sentí muy mal, sentí que si algo malo te pasaba era mi responsabilidad, porque se lo prometí a tu mamá —le miro y ella hace una pequeña pausa.
—Sabes que no soy tu responsabilidad...
—Sí, si lo eres. Porqué eres la hija que nunca tuve, eres esa pequeña luz en mi vida y no sé qué haría sin ti .— Sin esperar que ella diga algo más me lanzo a sus brazos para enfundarla en un abrazo
—Te quiero mucho —le susurro al oído con voz entre cortada.
—Y yo a ti —rompemos el abrazo y nos secamos las lágrimas —.Bueno, veamos que contiene esta pequeña caja —dice sonriente abriéndola.
—¿Te gusta? —pregunto al ver su mirada fija en el contenido. En sus ojos hay un brillo inusual, y no sé si asustarme o alegrarme.
—Me encanta —responde contenta sacando la pequeña manilla con una pequeña luna colgando. Le muestro mi muñeca en la cual tengo una manilla igual, pero esta con una forma del sol —.Esto es muy especial para mí.
—Y para mí también —respondo sincera. Le ayudo a colocar la manilla en su muñeca.
—Necesito que hagas algo por las dos —camina hacia la pequeña mesa y sobre esta hay unas flores reposando, unas rosas para ser específicas, las flores preferidas de mamá —.Llévaselas a tu madre, por las dos .—Me tiende el ramo y con manos temblorosas lo tomo.
—No creo ser capaz...
—Si lo eres —me interrumpe —.Las compré hoy para ir a ponerlas a su tumba, pero mejor hazlo tú.
Veo las rosas que tengo en mis manos, y la nostalgia me empieza a invadir al recordar que eran sus flores favoritas.
—Enfermera Margaret, solicitada en la habitación número cincuenta —se oye el auto parlante.
—El deber llama —asiento y ambas salimos de la habitación.
Empiezo a caminar hacia el elevador para salir del hospital e ir a donde mamá.
(...)
—Gracias —agradezco al taxista antes de bajar del auto.
—Siempre a la orden, y que tenga feliz navidad.
《Ojalá》 pienso.
Aprieto las flores más a mí antes de ingresar a este lugar. El olor de flores invade mis fosas nasales, algunos llantos incontrolables me reciben, muchas cruces...
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Editado: 14.05.2022