Una navidad para recordar. [libro 1]

Capítulo Diez

Sebastián.

—¿Por qué la invitaste? —pregunta Patricia molesta, viendo como Emily se aleja de nosotros.

—Quiero estar cerca de ella —respondo sin más.

Ella suelta una risa amarga.

—Por Dios, Sebastián. Estoy intentando alejarla de ambos, ¿es que no vez que no es sano para ti?

—¿No es sano para mí? Eso no fue lo que me dijiste en una de nuestras terapias, donde me dijiste que tenía que conocer a alguien más —contraataco.

Ella suelta un bufido.

—Sí, a alguien que no se asemeje a ella. Sebastián, tienes que dejarla ir, ella no es Elizabeth, necesito que entiendas eso .—Se acerca hasta darme un abrazo.

—Yo sé que no lo es, sé que no debería estar con ella, pero es tan difícil, Patricia —susurro con voz quebrada, apartándola de mí —Para ti es fácil decirlo, tienes a Erik contigo, apoyándote y dándote su amor incondicional y yo… yo lo tuve en su tiempo, y ya no me queda nada.

Sin más que decir doy la vuelta, dándole la espalda para salir del lugar. Antes de llegar a la salida, le regalo una última mirada a la tumba que antes estaba despidiendo.

Elizabeth Miller, es lo último que leo antes de cruzar las enormes puertas del lugar.

 

 (...)

Emily

—No tengo nada que ponerme —resignada me lanzo a la cama.

Escucho a Lucía bufar.

—Si tienes, sólo que estas sacando escusas para no ir —ella empieza a rebuscar nuevamente en la ropa que hay sobre la cama, tal vez con la esperanza de conseguir algo decente.

—Creo que es mala idea ir —me frustró pensando seriamente en no ir, no quiero pasar un mal rato.

Lucía sigue buscando ignorando mi ánimo junto con todo lo que he dicho.

—Esto es perfecto —dice emocionada, sacando una prenda de entre la ropa.

Al ver la prenda, una sonrisa triste se cruza por mis labios. Sin pedir permiso le arrebato la prenda de sus manos. Aún puedo sentir el olor de su colonia favorita, esa de coco que amaba usar siempre. No sé en qué momento empecé a llorar, pero siento gotas caer por mis mejillas.

La última vez que utilizo este vestido fue para una cena en la cual salimos ambas. Recuerdo como el escote en V del vestido color vino hacia resaltar sus bustos, le quedaba a la perfección cuando se ceñía a su cintura resaltándola, y esa abertura en la parte de la pierna la hacía lucir realmente sexy.

¡Dios! la extraño tanto.

—¿Qué pasó? —pregunta Lucía preocupada.

Niego.

—El vestido era de mamá —respondo con voz quebrada, apartando la prenda de mi lado.

—Oh, mi Emily .—Lucía me rodea con sus brazos —.Perdón —se disculpa en un susurro.

—No tienes nada que disculpar —sonrió —.Pero tú y yo estamos claras que ahí .—Señalo el vestido —no voy a entrar.

Lucía me suelta y toma el vestido nuevamente, pero está vez estirándolo un poco.

—Si entraras, y te verás divina —afirma animadamente.

—Estás loca.

—Sólo en esta ocasión hazme caso —súplica, y a mí sólo me queda confiar en ella.

Solo un minuto pasa para que en mi mente venga lo que ocurrió en la mañana, verle nuevamente. Es extraño, es algo diferente esta vez al verle, siento como mis sentidos se vuelven difusos cuando hablamos, así sean unas cortas palabras, es extraño como mi corazón se acelera al tenerle cerca e inclusive me emociono cuando tengo que ir a trabajar, porque sé que le veré.

Con Leo esto no me ocurría, pero me dolió demasiado que haya jugado conmigo, ya que en esos momentos le había confiado todo de mí, me entregué como una estúpida, sin tapujos, pero ya lo hecho, hecho está.

—Entonces la veré esta noche, señorita Emily.

Esas simples palabras hacen que algo en mí me alerte y…

—Ay, no puede ser —digo desesperada, levantándome rápidamente de la cama para buscar mi celular como loca.

—¿Qué ocurrió? —pregunta Lucia preocupada al verme así.

Saco de mi bolso mi celular y busco el número de Patricia.

—Quedamos en vernos esta noche, pero…Yo ni siquiera sé dónde viven, ni siquiera sé su nombre completo —digo frenéticamente marcando el número.

Lucía niega con la cabeza mientras sigue en lo de ella.

Un tono, dos, tres, cuatro…

—Alo, ¿Emily? —pregunta del otro lado.

—Patricia, ¡Dios! Qué pena esto, pero es que no sé cómo llegar a su casa.

Escucho su respiración del otro lado, acompañado con una voz masculina gritando su nombre a lo lejos.

—Le diré al chofer que te busque en casa, tranquila. Solo envíame la dirección en tiempo real —es lo último que dice antes de colgar.

Niego con la cabeza haciendo el teléfono a un lado. No puedo negar que su indiferencia últimamente no me ha afectado, porque estaría mintiendo.

—¿Todo en orden? —pregunta mirándome preocupada.

—Todo en orden —respondo regalándole una sonrisa.

Ella asiente no muy convencida.

—Entonces iniciemos contigo, quiero que quedes divina comenta con ilusión señalándome su pequeño bolso.

—No me asustes...

—Taran .—Abre su bolso sacando mucho maquillaje de este.

—Empecemos entonces — comento no muy segura. Pero dicen que el que no arriesga no gana.

(...) 

—Te vez espléndida —Lucía me mira orgullosa.

Fijo nuevamente la vista en mi pequeño espejo para mirar a la chica que está tan diferente, y que no puedo creer que esa sea yo. No recuerdo la última vez que hice el esfuerzo por arreglarme, siempre es lo mismo, ropa holgada, una coleta de caballo mal hecha, zapatos bajos; pensándolo bien solo me medio arreglo para ir solo a la oficina.  

La realidad es que ciertas personas me hicieron creer que no valía la pena hacerlo, ya que será igual.

El vestido color vino me queda ajustado, demasiado para mi gusto, resaltando la poca cintura que me queda. El corte en V hace que mis bustos sobresalgan un poco haciéndome sentir un tanto incomoda, y la abertura en la pierna si no me gusta pero la paso; los tacones o mejor dicho armas mortales que Lucía me hizo utilizar completan mi look de esta noche. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.