Una navidad para recordar. [libro 1]

Capítulo diez, parte II

Patricia.

 

Empiezo a buscar con desesperación a Sebastián por las habitaciones, en la biblioteca, en la terraza, pero aún sin tener éxito.

 

Erik está a mi lado, ayudándome a buscar al gran idiota, porque estoy más que segura que se fue a buscar a Emily, cuando le dije que Paolo la iría a buscar.

 

—Idiota, idiota —empiezo a balbucear enojada, azotando la puerta de su habitación al verla también vacía.

 

—Calma, amor. ¿Por qué no lo dejas ser?

 

Le fulmino con la mirada al oír su pregunta estúpida.

 

—Cuando la conozcas lo entenderás —giro sobre mis talones para dirigirme hacia las escaleras y avisar a mi padre que Sebastián no está.

 

—Creo que estás exagerando —escucho decir tras de mí.

 

Me detengo abruptamente y le encaro.

 

—Lo viste como se desmoronó cuando Elizabeth se suicidó, estuviste con él y viste a tu mejor amigo caer en un pozo sin fondo —le recuerdo —.Emily es el vivo recuerdo de Elizabeth, y eso no es sano para él.

 

Erik parece razonar ante mis palabras, por lo que asiente y se acerca a mí para rodearme con sus brazos. No puedo evitar sentirme mal por Sebastián. Hace mucho no lo veía sonreír de esa manera como cuando ve a Emily, sus ojos tienen ese brillo característico nuevamente.

 

Sebastián no está bien, y él lo sabe. En nuestras terapias solo menciona los recuerdos felices con Elizabeth, y compara a Emily con ella, y por más que le he intentado decir que no son la misma, él está en su mundo. Lo menos que quiero es que Emily salga lastimada en todo esto, porqué sé lo jodida que está, por lo que pasó.

 

—Lo hago por su bien —susurro.

 

—Lo sé amor, lo sé —me aprieta más a su pecho.

 

—Tengo que avisar a papá que Sebastián no está.

 

Erik me suelta, no sin antes regalarme un beso en la frente y decirme que todo estará bien.

 

Ambos bajamos por las escaleras tomados de la mano, mientras vemos como la “pequeña reunión familiar” se extendió más que solo a la familia. Al llegar al último escalón el bullicio de la gente se hizo presente.

 

Familia paterna y materna unidas hoy, amigos de mi padre, algunos que otros famosos a los cuales les hemos hecho trabajos, entrevistas, hasta reporteros hay incluidos en este lugar.

 

La pequeña cena familiar se convirtió en una fiesta, y no es para menos, si la encargada de esto fue mi amada prima Samara, la cual está hablando animadamente con su grupo de amigas, hijas de algunos amigos de mi padre.

 

—Pero mira que preciosa estás —dice con una sonrisa hipócrita la tía Edén —¿Y este joven es…

 

—Mi novio, y ya nos tenemos que ir —anuncio arrastrando a Erik lejos de esa arpía.

 

—Pero que grosera —le escucho decir.

 

—Igual de metiche —susurro para mí.

 

—Cálmate amor —me detiene, jalándome hasta estar pegada nuevamente a su pecho —Disfrutemos la noche, sin meternos en problemas de los demás. Sebastián ya sabe lo que hace, no puedes estar por la vida de él como si fueras su niñera.

 

Suelto un suspiro y medito un momento lo que me dice Erik, y tengo que darle la razón en todo lo que me ha dicho. Desde que ocurrió todo solo he estado detrás de Sebastián, observando que no cometa una locura.

 

—Tienes razón —digo por fin.

 

Una sonrisa se forma en sus labios, y acerca mi rostro hasta el suyo y unir nuestros labios en un corto beso.

 

 

Emily

 

Lo primero que veo al llegar al lugar es una fila de carros estacionados alrededor de la gran fuente que hay frente a la casa. La casa no es precisamente esa casa pequeña, no, es esa parecida a la gran casa blanca, una majestuosidad para mis ojos.

 

Sebastián estaciona el auto frente a la casa, y es ahí donde mi fijo algunos reporteros fuera de la casa. Dirijo la mirada hacia Sebastián el cual me mira esperando mi reacción.

 

Maldigo el momento en el cual me dejé convencer de venir aquí, pero la realidad era que después de ese momento entre nosotros no quería ir a casa, por lo que me ofreció si lo quería acompañar, alegando que sería una cena discreta entre la familia.

 

—Esto es todo menos discreto —digo sintiendo que en cualquier momento voy a desmayarme.

 

Sebastián toma mi mano entre las de él, y le da un casto beso.

 

—Mi familia es muy importante en el país, por lo que sabía que esto iba a ocurrir, pero sabía que si te decía te ibas a negar en acompañarme.

 

—Obviamente me iba a negar, esto no es para mí, Sebastián.

 

Llevo mis manos a mi rostro. Fijo la mirada hacía fuera y algunos reporteros están alistando sus cámaras esperando que bajemos del auto.

 

—Me niego hacer esto. Por favor llévame a casa —suplico mirándole —.Yo sé que esto es importante para tu padre, pero puedes llevarme a casa y luego venir, no soportaría esto.

 

Sebastián asiente.

 

—Te entiendo, y tranquila —dice encendiendo el auto —.Todo para que estés cómoda.

 

Sin decir más arranca el auto.

 

—Perdón, pero es que no…

 

—Tranquila, cielo —me interrumpe saliendo por el gran portón que da a la casa.

 

No respondo, pero no puedo evitar el latir acelerado de mi corazón al oírle decirme de aquella manera.

 

En lo que resta de camino a mi departamento, no hablamos, nos sumimos en un silencio cómodo, cada quien en sus pensamientos.

 

En los míos está lo que pasó esta noche. Nuestra conversación en la terraza, nuestras risas, su sonrisa, esa que me prometí guardar en mi memoria.

 

El camino se hizo corto, y en menos de lo que pensé ya estábamos frente al gran edificio.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.