24 de Diciembre
Eran ya las 6:00 de la mañana y fui uno de los primeros en llegar ese día al coliseo, mientras caminaba rumbo a la puerta principal, veía las largas colas que se habían formado desde la noche anterior, eran pocos los niños que conocía allí, pero mis pensamientos estaban enfocados en ver a Valentino y su familia, hasta que un grito de gol -Familiar para mí, por la forma en que esta se expresaba- en medio de la autopista, hizo que mi cabeza girará y reconociera ha Valentino, ahí en medio, de ese improvisado campo de fútbol.
Ingresé presuroso al complejo, pues los minutos pasaban y aún nos quedaban muchas cosas por finalizar, pero la ilusión que nos generaba a todos los que estábamos en el lugar por poder darles a esos niños, una chispa de alegría, hacía que le pusiéramos el máximo empeño a las cosas. Mientras ordenábamos los regalos y los separábamos en diferentes categorías -por edades-, los demás iban acomodando las mesas y ordenando los cordones por donde desfilarían los niños, en pos de recibir su obsequio. La música -con los clásicos villancicos navideños, mi preferido es “El Burrito Sabanero”- empezaba a sonar a través de los parlantes y altavoces, dando así inicio, a nuestra actividad. Los demás voluntarios se posicionaban en las diferentes zonas, mientras que el personal de seguridad se acercaba hacia los portones, por donde daríamos ingreso a todos los niños que se habían congregado en el lugar.
Valentino, se me acercó al finalizar su turno y me dijo -Gracias por el obsequió, recibí el carro tanque que tanto quería y que espero sigas regalando alegría a muchos niños cada año- y yo le respondí -mientras Dios quiera que así sea, te aseguró que estaré aquí los próximos años- acto seguido, enrumbo su camino junto a su madre y sus cuatro hermanos, rebosantes de alegría, por lo regalos obtenidos, aunque yo notaba en el rostro de Valentino una ligera tristeza cuando se iba, como si esperará algo o a alguien más. Me le acerqué raudamente y le pregunté qué era lo que le preocupaba, y él me dijo, que sentía nostalgia, porque su papá no estaría con ellos aquella noche, y que eso lo ponía triste, ya que los demás, -por su corta edad- no sentían esa ausencia. Pero que, tras finalizar la noche buena, al día siguiente, ellos partirían de retorno a Pitumarca.
Tras finalizar mi participación en el evento, me dispuse apresuradamente a ir al centro comercial, para -como la mayoría de las personas- hacer las compras de navidad a último momento. Mientras subía aquella senda, para mi sorpresa, me tope nuevamente con Valentino, él seguía allí sentado, vendiendo las últimas barras de chocolate que aún quedaban en su pequeña caja. Al acercármele noté, en sus pardos ojos, una mirada atribulada; yo imaginé que era por la ausencia de su padre, así que decidí preguntarle, que es lo que le había pasado, - ¿Hola Valentino, estas bien? ¿Sigues triste por tu papá?- ha lo que él, con una voz entrecortada respondió, -En la tarde, mientras corríamos para llegar a otro evento, mi hermano Manuel, en un descuido suyo, se le fue de las manos el carro tanque que le habían dado horas antes, y producto de la prisa y el impacto contra el suelo, este se rompió; Yo y Mariano intentamos arreglarlo, mientras mi mamá y el pequeño de Javier, intentaban apaciguar su incesante llanto. Angelica se nos adelantó, para tratar de ganar un sitio en la gran cola que ya se había formado. Manuel entre su llanto, me señalaba delante de todos, como el único culpable de tal suceso, por haberle jalado demasiado apurado. Mi madre al oírlo, se me acercó raudamente y me arrebató el carro tanque que me habías dado, diciendo, que al ser yo el mayor, debería de haberlo cuidado mejor y se lo entregó, mientras yo sentía resentimiento contra él por su mentirá y me puse a llorar-; Yo quedé perplejo por lo que me había contado y la vez, trataba de calmarlo, mientras le daba un par de palmaditas en el espalda. Me puse a pensar en el accionar de su madre y tal vez, tratar de entenderla; quizá fue por la desesperación ante los llantos del pequeño, lo que la motivo a realizar ese acto de forma precipitada, mas no pensó en la tristeza que le ocasionaría a Valentino.
Mientras ingresaba al centro comercial, pasaba por las múltiples tiendas que estaban en el lugar, me disponía a realizar el mandado, pero mi cabeza no dejaba de pensar en la tristeza de Valentino. Al subir por las escaleras eléctricas, choque con un pequeño niño el cuál sostenía un gran carro tanque -similar al que le había dado a Valentino aquel día- guardado aún en su caja; le pregunté al pequeño donde se lo habían comprado y él -en su inocencia- señalo una de las grandes tiendas del lugar. Apresurado ingrese en aquel local y vi las inmensas colas que lograban formarse para pagar todos los obsequios que compraban a último momento, me dirigí entonces a la sección de juguetería y logré divisar el carro tanque que el pequeño me había indicado, esté tenía más accesorios y era más grande que el que tenía Valentino, así decidí en ese instante, que lo mejor que podía hacer por él, era tratar de reponerle en alguna medida lo que su madre le había arrebatado, cogí el último que quedaba en aquellos anaqueles y me dirigí apresurado a la caja para cancelarlo. Las colas eran interminables y el tiempo demasiado corto -aún me faltan realizar muchas compras aquella noche-, pagué con la tarjeta y les pedí al personal de apoyo, si podrían hacerme el favor de envolverlo con un bonito papel de regalo que había escogido, ellos aceptaron gustosos, y una vez acabado, me lo entregaron. Seguí mi camino hacia la parte inferior del mall, donde se encontraba el supermercado, cogí todos los productos del mandado, los puse todos en el carrito para otra vez, cancelar todo lo que había comprado. Miraba fijamente el reloj, y una vez salí del lugar, me dirigí donde estaba Valentino, pero al ir acercándome al lugar, noté a la distancia que él y Mariano ya se habían marchado, presuroso busque divisarlo a la distancia o por las cercanías, pero no logré encontrarlo, entonces por casualidad, cerca del sitio donde estaban ellos, se encontraba una señora muy amable que también vendía adornos navideños y me dijo -Si buscas a los niños que estaban aquí sentados, ellos acaban de irse, el mayor termino de vender todo lo que le faltaba y le dijo al más pequeño que vayan a ver el enorme nacimiento que habían armado en la pequeña iglesia ubicada en la parte inferior del centro comercial, antes de irse a casa-.