Una Navidad Que Olvidar

Donde todo comienza

BRUNA DE OLIVEIRA

—Mamá no puedo ir ya te lo dije, además si me voy ahora igual no llego a casa, ya es nochebuena —camino por el baño acomodando mi cabello esponjoso y con esos rizos que hacen parezca que tengo melena de león—. Es vez de hablar conmigo disfruta con los que tienes, tal vez el próximo año ya pueda ir contigo. Recuerda que te amo.

—También te amo, hija. Feliz Navidad.

Corto la llamada y lanzo mi celular al sofá, miro hacia la estatua de la libertad, tengo muy buenas vistas desde mi departamento, de hecho, desde la ventana de mi habitación puedo ver a la habitación de mi vecino y por eso mi buen día ha sido arruinado.

Voy a prepararme un chocolate caliente, es ahí cuando recuerdo que debía de hacer las compras hace unos días, pero lo olvidé por culpa de mi hermana al teléfono, no es bueno tener familia.

Me miro y sinceramente no estoy mal, mi pijama pasa casi desapercibido y es lo suficientemente abrigado cómo para no pasar frío a pesar de la nieve en el exterior. Muerdo mi labio inferior y voy a buscar un abrigo y zapatos para salir.

Y si puedo, mi cena navideña será una hamburguesa con patatas fritas de McDonald 's. Tomo las llaves, un poco de dinero y salgo del departamento.

—Hola —saluda el vecino promiscuo—. Tu eres la vecina que viene de Portugal.

—No —quiero reír porque la poca cultura de los que conozco, llega a causarme migraña y si tengo cero ganas de todo, entonces es peor.

—Pero hablás en portugués —su confusión es máxima y yo tengo cero por cierto de paciencia.

—Soy de Brasil, ahí también se habla portugués.

—¿Por qué tan hostil? ¿Tuviste que fingir un orgasmo? —cuestiona con burla y al verlo su estúpida sonrisa llama a ser golpeada.

—Por tu bien, cierra tu boca —murmuro entre dientes.

—Uy que genio —se burla libremente, no toma en serio mis amenazas.

Llega el ascensor y de él salen dos chicos que de seguro hicieron algo dentro, ni siquiera nos miran, saludan viendo al piso y se van. Me adelanto y dentro primero que el inculto.

—¿Sabes?

—No, no sé y no quiero saber —mascullo presionando el botón del aparcamiento. 

—Amargada —canturrea, se nota que para él esto es muy divertido.

—No soy amargada. Tu eres muy socializador en un pésimo momento.

—Es navidad, todos aman navidad —señala lo pésimo decorado que está el ascensor del edificio.

—No soy todos.

—No, tú resaltas por tu buen humor —su sarcasmo me fastidia, me recuerda a mi hermano menor, aunque este es guapo.

—Vete a la mierda.

—Ya estoy contigo —parpadea rápidamente fingiendo inocencia, no funciona.

—Imbécil.

—Aburrida.

—Idiota.

Las puertas del ascensor se abren y él ya no dice nada, sonrío en burla porque obviamente he ganado. Salgo y busco mi auto sin prestar atención a lo que él haga. 

—Dejaré un reclamo por ser una pésima vecina —grita tras de mí, si me está siguiendo lo voy a golpear.

—Quéjate cuando ponga música a todo volumen y baile samba como en o carnaval do rio de janeiro.

—Sí hablas en Brasileño no entiendo.

—Mi idioma se llama Portugués Brasiliero.

—Wow, no sabía que las brujas tenían un idioma propio.

Cierro los ojos y respiro profundo recordándome que saltar sobre él a sacarle los ojos no es algo que mi yo sensata haría. Enseñándole el dedo corazón abro la puerta de mi auto, luego no veo lo que él hace.

Me acomodo y enciendo el vehículo que mi hermano mayor me ha enviado, él es el único al que tolero un poco, a los demás con suerte convivo por unas horas. Doy marcha atrás y cuando siento el impacto el cinturón me tira y aprieta una teta, maldigo y por el retrovisor veo a que idiota se le ocurre salir al mismo tiempo.

—No puedo creer que seas tan pésima conductora —dice saliendo de su auto—. ¡Ay no! espera, eso no es una escoba.

Bajo a ver si ha sido mucho daño, ignoro lo que ha dicho porque obviamente este tipo es un idiota al cual le encanta fastidiar a la gente, son muy comunes y se alimentan de la molestia de las personas.

—Hagamos algo, primero salgo yo, salí primero de mi departamento, luego salí del ascensor, yo salgo de aquí antes que tu.

—Mi seguro puede pagar esto.

—El mío también.

Lo miro y estamos los dos con los brazos cruzados, muerdo el interior de mi labio y vuelvo al auto, espero a que mueva su auto y soy yo quien sale primero. Salgo del aparcamiento y voy a comprar a algún maldito lugar que se encuentre abierto, pero no hay ninguna mierda.

—¿Por qué? —grito cansada. 

Pero cuando estoy por rendirme, encuentro un McDonald 's abierto, festejo y voy entrando cuando un auto me choca al momento en que retrocedía donde no corresponde, aprieto los dientes y bajo al reconocer el vehículo frente a mi.

—¿Acaso eres tan pésimo conductor?

—¿Acaso no miras?

Ambos preguntamos al mismo tiempo, por desgracia el viento helado y la nieve cayendo no me hacen fácil mantener mi calor corporal, menos por cómo estoy vestida. Aunque viendo al idiota a mi lado, tal parece que le pasa lo mismo, igual va con esos pijamas típicos que venden acá en cada lado. Es el mismo diseño, sólo que el mío es rojo y negro y el de él rojo y verde.

—Oye genio —digo llamando su atención—.  Aquí no puedes retroceder porque es una entrada, la salida está al otro lado y se gasta la misma cantidad de combustible vayas a donde vayas.

—Da igual, nadie venía —me mira sonriendo y eso significa que insinúa que soy “Nadie” para él.

—La mierda es la misma, me cagaste un foco —le señalo lo que tendré que reparar mientras el fastidio se hace claro en mi voz.

—Uy, que grosera la bruja —se burla viendo lo que he señalado.

—Esto tienes que pagarlo, el auto no es mío —que se haga cargo de sus actos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.