Me ha parecido escuchar mal la pregunta, por lo que inquiero:
—¿Puedes repetirlo?
—Claro. Quiero saber si vendrías conmigo a Aldenia —me repite con total serenidad.
«Madre mía, creo que está hablando en serio», pienso dando un sorbo al vino de mi copa.
No tengo ni la más remota idea de qué decir ni cómo actuar ante tal proposición. «Por amor del cielo, solo hace tres días que nos conocemos. ¿Cómo se le ocurre preguntar eso?», cavilo intentando aparentar calma.
—Supongo que estás demasiado sorprendida como para poder responderme ahora mismo —me dice con una sonrisa encantadora en los labios.
—No me lo esperaba, la verdad. Es navidad y no quisiera celebrarla lejos de mis padres. Soy hija única y no los veo en todo el año porque trabajo en Madrid…
—Anabella, tranquilízate. Respira —me aconseja al interrumpir mi perorata.
—Lo siento.
—¿Vendrías si tus padres también van?
—Pues… no lo sé. Mi padre supongo que tendrá que trabajar y mi madre ya habrá preparado la cena para nochebuena y navidad…
Jean Pierre se inclina en la mesa para estar más cerca de mí, me dedica de nuevo su sonrisa encantadora y me interrumpe:
—Creo que será mejor que le pregunte directamente a tus padres.
—¿A mis padres? No creo que acepten —bufo con la voz rota por las palabras atascadas en la garganta.
—No perderé nada por intentarlo.
Una sonrisa arrogante se refleja en la comisura de su boca y siento un escalofrío recorrer mi cuerpo de la cabeza a los pies.
***
Son casi las once de la noche cuando el chófer de Jean Pierre frena delante de mi casa.
Los dos hombres se apean y me flanquean hasta la puerta de entrada. Saco las llaves del bolso y la tabla de madera se echa a un lado para dejar ver a mi madre con el ceño fruncido y los brazos cruzados a la altura del pecho.
—¿Qué tal el tour por Sevilla? —pregunta con sequedad y la mirada clavada en mi acompañante.
—Estupendo, al igual que su hija. Me disculpo si hemos llegado demasiado tarde, pero nos hemos deleitado hasta el último momento de la belleza de esta ciudad —responde Jean Pierre con galantería y zalamería mientras se inclina para hacer una leve reverencia a mi progenitora.
Mi madre parpadea con perplejidad, después me mira a mí que asiento con solemnidad para confirmar las palabras del hombre y regresa su atención a él. Deja caer los brazos a sus costados, deja de fruncir el ceño y casi puedo ver una leve sonrisa en sus labios.
—Lo dejaré pasar por esta vez, pero que no se vuelva a repetir —le advierte con un dedo amenazador un poco tembloroso.
—Lo prometo. ¿Me permite hacerle una pregunta? —mi madre asiente y el hombre continúa—: ¿Querría pasar estas navidades en un destino distinto al habitual?
—No lo entiendo. ¿A qué se refiere?
—Le he propuesto a su hija pasar las navidades en mi país y ella me ha dicho que no quiere dejar a sus padres solos en estas fechas tan señaladas, así que he pensado que, tal vez, usted y su marido quisieran acompañarnos y pasar las navidades en mi país —narra el chico con una voz suave y dulce que hace que mis vellos se pongan de punta.
Mi madre se ha quedado con la boca abierta y sin saber qué decir. Pasa su mirada de él a mí con rapidez y el asombro reflejado en sus ojos.
—¿Está hablando en serio? —me pregunta mi progenitora sin poder creer lo que ha oído.
—Me temo que sí —contesto con el corazón a mil por hora.
Mi madre abre la boca para hablar, pero él la detiene:
—No me responda ahora. Supongo que querrá comentarlo y discutirlo con su marido. Mi vuelo sale mañana a las cinco de la tarde, tienen hasta entonces para pensar en ello. Ha sido un placer conocerlos. Anabella, muchas gracias por haberme enseñado esta ciudad tan maravillosa. Buenas noches.
El hombre hace otra reverencia, da media vuelta y entra en el coche para poner rumbo hacia su hotel.
Mi madre y yo nos hemos quedado petrificadas y con la mirada clavada en la esquina por donde ha desaparecido el vehículo.
Entramos en la casa cuando el aire frío nos hace temblar y mi cabeza no deja de dar vueltas y vueltas a la propuesta del hombre.
«Madre mía, ¿qué debería hacer? ¿Y por qué me lo ha pedido tan repentinamente?», me pregunto sin poder dejar de pensar en ello.