Una navidad real

Epílogo

31 de diciembre de 2002.

 

Jean Pierre tira de mi brazo con suavidad, salimos de la biblioteca y comienza a correr hacia los establos donde el capataz nos espera con un caballo ensillado y listo para que nos montemos.

Me ayudan a subir cuando el rey ya está sentado, me quedo delante de él y guía al equino hacia el exterior para cabalgar hacia el lago de agua cristalina que vi desde el cielo al llegar a Aldenia. 

Cierro los ojos al sentir el viento frío en mi rostro y me dejo llevar.

Al llegar al lago, Jean Pierre me ayuda a bajar, me agarra de la mano y me lleva hasta la orilla de la masa de agua cristalina.

Lo noto raro. Emocionado, nervioso, preocupado… No sé exactamente cómo interpretar su estado anímico porque tampoco me da señales concretas con su cuerpo.

—¿Te encuentras bien? Has estado extraño durante toda la cena —le digo intentando encontrar la razón de sus nervios.

—Ya casi cambiamos de año y… Y volverás a España para trabajar —asiento con la cabeza gacha para que no vea mis ojos vidriosos—. No quiero que te vayas.

—Yo tampoco quiero irme, pero tengo que trabajar.

—Quiero proponerte un trato —lo miro con expectación y continúa—: Prométeme que después de que se acabe el curso escolar, volverás aquí y que… —saca una cajita del bolsillo de la chaqueta y se arrodilla delante de mí—, te casarás conmigo para quedarte para siempre a mi lado.

Mis ojos se inundan de lágrimas y resbalan por mis mejillas como la catarata del lago. No puedo creer lo que está pasando y, mucho menos, lo que siento por este hombre que, prácticamente, acabo de conocer.

Miro el anillo de diamante, después a él y regresan a la sortija. 

«Madre mía, qué largo se me va a hacer lo que queda de curso», pienso mientras asiento con la cabeza, intentando responder a la pregunta, pero sin conseguirlo. Las lágrimas han atascado mi garganta y no me dejan expresar con palabras lo que me gustaría decir.

—¿Eso es un sí? —me pregunta con confusión al ponerse de pie.

Mi cabeza vuelve a asentir, el chico me pone el anillo en el dedo y me deja un beso en los labios que me hace temblar de la cabeza a los pies. 

—Te amo —consigo pronunciar después de tragarme la congoja que me atasca la garganta.

—Yo te amo más.



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En el texto hay: navidad, amor, realeza

Editado: 29.12.2023

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