Una navidad secreta.

Prólogo.

Leila

Tres años antes.

Me deje caer en sofá de mi departamento e inevitablemente las lagrimas empezaron a salir de mis ojos.

—Te casaras mañana temprano Leila. Entiende hija que eres la única que puede salvar a la familia, debes sacrificarte por nosotros para gratificar todo lo que hemos hecho por tí, todo esté tiempo.

—Esta bien madre lo haré. -acote sin mirarla. —Mañana me casaré con un hombre que me triplica la edad, solo por la ambición que tienes.

La mujer que se hace llamar mi madre soltó un gran bufido.

—Entiende Leila qué es por el bienestar de todos en esta familia. No seas incensata.

¿Bienestar de toda la familia? Si, como no.

—Despreocupate madre. Haré lo que dices... -me atreví a levantar la cabeza para mirarla a los ojos después de decir estás palabras. —Todo saldrá de maravilla, te lo prometo.

Para que todo se viera creíble le di una sonrisa, la cuál ella puso en duda.

—Ire a llamar a Gustov para darle las buenas nuevas.

—Ve tranquila madre.

La mujer que se hacía llamar mi madre sacó su teléfono de los bolsillos y tras darme una mirada camino hacia la salida del lugar.

—Si piensas que me sacrificaré para tú llenes tus bolsillos estás muy equivocada. -dije en voz alta.

Me levanté del sofá y con rapidez me dirigí a mi habitación.

Abrí la puerta de mi armario y de allí tomé la bolsa que había preparado una horas antes, justo después de escuchar la conversación que sostenía mi madre con el viejo decrépito que me quería comprar.

Si tanto quiere llenar sus manos de dinero tendrá que casarse ella con ese vetusto. Porque yo ni muerta.

Le di una última mirada al que había sido mi hogar todos estos y con gran pesar me despedí de este lugar porque estoy seguro que no volvería.

—Fue un placer vivir aquí. Fue un placer tener momentos bonitos en este lugar.

Con dolor camine hacia la salida del lugar. Tomé el pomo de la puerta y lentamente lo giré.

Con rapidez salí del lugar y justamente tras cerrar la puerta escuché la voz de uno de los gorilas que había enviado el viejo.

—¡Se escapa....! -maldije y no dude en correr por le inmenso pasillo. —Refuerzos, refuerzos.

Escuché al hombre gritar e hice una mueca.

Si no actuó rápido esos gorilas me atraparán.

Corrí por el pasillo como si mi vida dependiera de ello.

Tenía que encontrar una salida rápido porque si no lo hacía estaría perdida.

Y Dios escucho mis plegarias porque al final del pasillo visualice a una mujer.

Ella me podía ayudar a salir de esto.

—Ayuda.. ¡ayúdame...! -exclame estando cerca de ella y la chica por su parte me miró fijamente —Me quieren obliga a casarme. Tienes que ayudarme por favor.

—¡Jeff, Craston vengan aquí..!

Ante el llamado de la chica aparecieron dos hombres con aspecto de guarda espaldas.

—Necesito que me ayuden a sacarla del hotel sin que nadie se entere que va con nosotros..

Ambos hombres me escanearon de pies a cabeza, logrando que me sonrojara.

Malditos especimes tan buenos y sexis.  

—Busquenla, rápido vamos.

Escuché la voz d ellos hombres que me venían persiguiendo y mi corazón volvió a dispararse.

La chica miró a los dos hombres y estos con rapidez abrieron una de las maletas que llevaban sacaron la ropa y me miraron.

—Es lo único que le podemos ofrecer princesa.

La mujer negó con una sonrisa en su rostro.

—Si quieres salir de aquí tendrás que entrar en la maleta.

—Con tal de salir de este infierno hago cualquier cosa. -dije decidida y sin perder tiempo entre en la maleta. Dejándole mis pertenencias a la chica.

Los hombre se encargaron de cerrar la maleta y poco después se pusieron a andar.

—Hola, disculpen... ¿Han visto a una chica pelinegra pasar por aquí?

Escuché la voz del hombre de seguridad del Gustov y el miedo logro que mi respiración se irregularizara.

Qué no me encuentren. Qué no me encuentren.

—No hemos visto nada señor.

Escuché la voz de la chica hablar con tranquilidad. Y esto logró calmarme.

—Esta bien gracias.

Coloque uno de mis ojos en una de las rendijas que tenía la maleta y observé cómo el hombre se marchaba.

Salvada por la princesa y por su maleta.

Luego de salir del lugar, los hombres abrieron la maleta para que yo saliera de está.

—Gracias por ayudarme. Sin su ayuda no hubiera podido lograrlo.

La chica asintió.

—¿Tienes a donde quedarte?

—Para ser sincera esta es la primera vez que salgo a la calle sola. No conozco a nadie, no tengo a donde ir.

—¿Nunca habías salido a la calle sola? -negué. —¿Por qué?

—Mi madre se jactaba de decir que era peligroso. Y por eso me prohibió las salidas a solas.

—Ella te privó del mundo -la vi hacer una mueca luego de estas palabras —¿Te gustaría trabajar conmigo? Me he mudado en esta cuidad y recientemente inauguré  mi propia empresa. Así que como verás necesito una asistente personal que se encargue de llevar mi agenda y todo lo demás. ¿Te gustaría ser mi asistente?

—Me encantaría trabajar con usted princesa.

Ella se sorprendió.

—No se preocupe princesa, su secreto estará a salvo conmigo.

—Es un alivio.

—Acepto trabajar con usted. Soy Leila. -le extendí una de mis manos y ella sin dudar la tomó.

—Soy Aileen. -inquirió con una gran sonrisa en sus labios.

Después de ese día todo marchó viento en popa, todo estaba excelente hasta que vi una foto de él.

De Xander, el hermano de Aileen y futuro rey.

En cuánto lo vi me gustó el condenado, ese hombre desató en mi algo que nunca antes había sentido, me había acelerado el pulso con tan solo verlo y me idiotizo por completo.

Desde ese día había perdido la cabeza por él.

Por Xander, el futuro rey y un hombre totalmente inalcanzable para mí.

Xander me había vuelto totalmente loca con solo ver su foto pero, cuando lo vi frente a mi.




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