Una Niña y Su Muñeca

Capítulo 09. ¿De qué rayos estás hecha?

Capítulo 09.
¿De qué rayos estás hecha?

Ese es tu nombre, ¿no es así? —pronunció M3GAN con absoluta naturalidad, como si preguntara algo de lo más común del mundo, como de qué color eran sus ojos. Esther permaneció en silencio—. Leena Klammer, ciudadana de Estonia, treintaiún años, diagnosticada desde joven con hipopituitarismo, una deficiencia en la producción hormonal del cuerpo, causada por un daño en el hipotálamo, que en tu caso detuvo tu desarrollo y crecimiento a los diez, dando como resultado que tengas esa apariencia pese a ser, en realidad, una mujer adulta.

La mandíbula de Esther se tensó aún más, y sus ojos se abrieron casi desorbitados. Su mano derecha se cerraba y abría, ansiosa, nerviosa… furiosa.

Se te busca en Estonia y Rusia por múltiples robos, extorsiones y asesinatos —prosiguió M3GAN—. Incluidos en estos últimos están el de tu propio padre biológico, una familia de acogida que te adoptó creyendo que eras una niña, y al menos tres empleados del sanatorio mental del que te escapaste hace sólo unos meses. Supongo que a esa lista habría que agregar a Tricia, Allen y Gunnar Albright, ¿o me equivoco…?

De pronto, la frágil calma que las envolvía fue rota de golpe por un estridente y agudo grito proveniente de la propia Esther, que resonó con fuerza en toda esa sala.

—¡¡AAAAAAAAAAAH!!

El rostro de la “niña” se tornó totalmente rojo, y sus ojos se encendieron con el fulgor de una ira totalmente incontrolable. Aquello dejó desconcertada por un momento incluso a la propia M3GAN, que intentó procesar cómo actuar a continuación. Pero claro, no fue lo suficientemente rápida, antes de que Esther tomara de una vez por todas las lámparas de la esquina con sus dos manos, y la lanzara con todas sus fuerzas contra ella. La lámpara golpeó a M3GAN directo en la cabeza, haciéndose pedazos al contacto. La androide dio dos pasos hacia atrás, como una reacción refleja un poco tardía.

Casi al mismo tiempo que lanzaba la lámpara, Esther se lanzó ella misma hacia el frente, corriendo en una fracción de segundo la distancia que las separaba, derribando su caballete y lienzo en el proceso, pero sin que esto le importara mucho en realidad. Luego saltó en contra de la androide para taclearla con el cuerpo entero. M3EGAN y ella cayeron al suelo con fuerza. Esther se sentó por completo encima de ella, presionándola con todo su peso, e intentó someterla con una mano contra su cuello, mientras con la otra buscaba a tientas algún pedazo de la lámpara rota.

M3GAN, sin embargo, no era que se estuviera resistiendo demasiado en realidad.

Tu reacción es comprensible, pero innecesaria —indicó la androide con asombrosa calma.

Esther ignoró por completo sus palabras. En cuanto su mano tocó un pedazo lo suficientemente largo y afilado, lo alzó en alto, empuñando la punta de éste hacia abajo como una daga, y la dejó car con todas sus fuerzas hacia M3GAN; en específico, hacia su ojo izquierdo. Todo con tal que dejara de mirarla con esos malditos ojos engreídos que creían saberlo todo. Ella detestaba que la miraran así; había apuñalado a un psiquiatra con su propio bolígrafo justo por hacer lo mismo.

Sin embargo, antes de que el afilado pedazo de lámpara la tocara, M3GAN alzó rápidamente una de sus manos, aferró fuertemente sus dedos alrededor de la muñeca de Esther, y la detuvo en el acto. La “niña” se sorprendió ante esto, e instintivamente intentó empujar más fuerte, o jalar para zafarse de su agarre. Ninguna de las dos cosas funcionó.

Estamos muy alteradas —señaló M3GAN—. Intentemos respirar: inhala, exhala… inhala…

Esther alzó su otra mano, y la dejó caer con un fuerte bofetón contra la cara de la muñeca. Pero más allá de empujarla para que girara la cara hacia un lado, el golpe pareció dolerle más a ella.

De acuerdo… —masculló M3GAN con mayor seriedad, y al instante se movió, jalando a Esther hacia un lado para quitársela de encima, y en el proceso prácticamente estampándola contra la alfombra de la sala.

Esther no se quedó quieta, y de inmediato se giró sobre su costado y extendió una mano hacia la mesita a lado del sillón, jalándola de una pata para hacerla caer, con todo lo que tenía encima: un libro, una taza con apenas un poco de café en el fondo, y uno de los estúpidos posavasos de Gemma. Esther tomó con fuerza la taza con una mano, que logró no romperse gracias a que cayó en la alfombra. Se giró rápidamente, y estrelló la taza con fuerza contra la cabeza de M3GAN. La suerte de la pobre taza terminó ahí, pues al igual que la lámpara se hizo pedazos al chocar contra la cabeza de la robot. Pero ésta, salvo por una apertura en su piel de silicona bajo de la cual se asomaba su cráneo robótico, siguió bastante intacta.

—¡¿De qué rayos estás hecha?! —exclamó Esther entre confundida y molesta; más lo segundo.

M3GAN extendió de nuevo su mano hacia ella, y aunque Esther intentó retroceder para esquivarla, la robot fue más rápida esta vez. La tomó del brazo, le hizo una llave (con bastante maestría, cabe mencionar), pegando el brazo de la niña contra su propia espalda para someterla, y luego la pegó contra el suelo, quedando la mejilla de Esther contra la alfombra. Adicionalmente se sentó sobre ella para inmovilizarla, sin soltarle su brazo en ningún momento.

Esqueleto esculpido en titanio, diseñado para una alta y extensa durabilidad, y soportar cualquier situación que la vida diaria me depare —le explicó la robot con calma mientras la sujetaba—. ¿No leíste las especificaciones del producto en el manual de usuario?



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En el texto hay: m3gan, orphan, orphan first kill

Editado: 22.05.2025

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