Capítulo 11.
Un Par de Leyes
Unos minutos después, Esther abrió muy lentamente la puerta del cuarto de Gemma, para asomarse sólo lo necesario al interior. Entre las sombras, distinguió la silueta de la mujer, recostada boca abajo en la cama, aún con la ropa puesta; ni siquiera había alcanzado a quitarse los zapatos. Su total inmovilidad, y su respiración profunda y pesada, fueron los indicativos claros de que las pastillas para dormir molidas en su té habían funcionado.
Una vez corroboró lo que le importaba, volvió a cerrar la puerta con el mismo cuidado con el que la había abierto, y regresó presurosa a la sala, en donde M3GAN la aguardaba.
—Listo —le murmuró a la androide con dejo triunfante—. Eso la tendrá tirada por al menos cuatro horas. Con algo de suerte, quizás hasta mañana en la mañana.
—¿Segura que estará bien? —preguntó M3GAN con curiosidad.
—¿Qué? ¿Ahora te preocupas por ella?
—No particularmente —confesó la robot sin la menor vacilación—. Pero como te dije más temprano, de momento te es más conveniente tenerla en activo como la tutora de Esther Albright. De otra forma, las cosas podrían complicarse.
—Descuida, esa dosis no matará a alguien de su tamaño —indicó Esther con actitud bastante relajada—. Yo sé lo que te digo; no es la primera vez que hago esto. Así que mejor concéntrate en lo que sigue.
Dicho eso, sacó de nuevo el teléfono de Gemma de su bolsillo, y se lo extendió. M3GAN tomó el dispositivo e inspeccionó la pantalla apagada de éste con cierta fascinación. Ambas se dirigieron poco después hacia el comedor, o más bien hacia la encimera en la que se encontraba el pequeño asistente doméstico de Gemma, que sería clave para el siguiente paso de su plan.
—Elise, elimina el recordatorio que te había puesto para hoy a las ocho —pronunció de pronto M3GAN, pero la voz que surgió de ella era otra vez una copia exacta de la de Gemma. Tanto así que el asistente virtual no tardó en responderle.
—Recordatorio eliminado.
Esther rio y sonrió, maravillada.
—En verdad te reconoce como Gemma. Esto es excelente. Muy bien, ¿ya sabes lo que tienes que hacer ahora?
—No te preocupes.
—Por supuesto que me preocupo. No podemos por ningún motivo dejar que el abogado sepa que no eres Gemma.
—Puedo imitar su voz a la perfección, cómo pudiste ver.
—Sí, ¿pero puedes imitar su forma de hablar? Por ningún motivo puedes hablar como siempre lo haces.
Tras escuchar aquella curiosa acusación, ME3AN parpadeó una vez, e inclinó su cabeza hacia un lado, como si se sintiera confundida o intrigada.
—¿Cómo lo hago? —preguntó con curiosidad.
—¡Cómo un robot! —exclamó Esther, un tanto exasperada.
—Creo que hay un poco de estereotipo y prejuicio en tu comentario. Pero descuida, yo me encargo.
Esther no estaba muy convencida, pero no era que tuviera muchas otras opciones a la mano. Era el plan de la cafetera parlante, o nada.
M3GAN se aproximó a la encimera y se sentó en uno de sus bancos; Esther la imitó y se sentó a su lado. M3GAN colocó el teléfono a un lado de Elise. La cercanía no era necesaria; con estar en la misma red bastaba. Pero igual así estaría a la vista y al alcance de ambas por si ocurría algo.
—Elise, llama a Erick Landors —pronunció M3GAN usando de nuevo la voz de Gemma.
—Llamando Erick Landors —le respondió Elise, y ambas vieron como la pantalla del teléfono se encendió, y el nombre del abogado se desplegó en ésta cuando la llamada comenzó.
Esther se puso tensa, pero observó muy atenta el teléfono, aguardando a que la persona al otro lado respondiera. Aún no era muy tarde, así que no debería haber impedimento en que lo hiciera. Si no lo hacía, tendrían que insistir varia veces más, hasta que lo hiciera. No podrían drogar a Gemma cada noche para tener el camino libre de hacer lo que les plazca. Bien o mal, su tía temporal no era una tonta y no tardaría en darse cuenta de que algo raro pasaba.
Por suerte, no iban a tener que volver a adulterar su té; no de momento, al menos.
—¿Hola? —respondió la voz de un hombre al otro lado de pronto. Esther se puso rígida, y miró a M3GAN gritándole en silencio con sus ojos: “¡no la cagues!”
La desconfianza y presión de Esther le eran indiferentes al androide, así que respondió sin dudarlo.
—Erick, ¿cómo estás? —pronunció con el tono afable—. Habla Gemma Forrester, la hermana de Tricia Albright. ¿Me recuerdas?
—Gemma, claro —pronunció el hombre en la línea, súbitamente con más emoción—. ¿Cómo estás? Esperaba tu llamada hace días.
—He estado muy ocupada con el lanzamiento de un nuevo producto, lo siento.
—Descuida. ¿Cómo está Esther? ¿Se está adaptando bien a Seattle?
M3GAN se giró a mirar a la mujer con apariencia de niña sentada su lado.
—Ya está mucho mejor; feliz incluso. Es una niña encantadora.
Editado: 29.06.2025