Una niñera diferente

Capitulo 1

La lluvia llevaba tres días cayendo sobre la ciudad como si el cielo también estuviera en huelga. Las gotas golpeaban los ventanales del pequeño apartamento de Elena Marceau, mientras ella miraba la pantalla del ordenador con el mismo entusiasmo con el que uno mira un plato vacío después de una dieta larga.

El asunto del correo decía: “Lamentamos informarle…”

Elena suspiró, no necesitaba seguir leyendo para saber lo que decía. Otro rechazo más. Otro currículum que nadie leería más allá de la primera línea.

El olor a café recalentado y a desesperación con un toque de champú barato era lo que abundaba en el pequeño apartamento. Sobre la mesa, tres tazas de distintos días, restos de pan tostado y una pila de papeles arrugados con notas motivacionales que ella misma había escrito la noche anterior.

“¡No te rindas!”, “Todo llega”… y su favorita: “Respira antes de llorar”.

Desde la cocina, una voz alegre interrumpió su deprimente banda sonora interior. La única persona que estaba para ella, en esos momentos tan difíciles.

—¿Otra carta de amor de Recursos Humanos? —preguntó Lara Dupont, su mejor amiga, con una cuchara de avena en la mano y el cabello recogido en un moño que desafiaba la gravedad.

Elena rodó los ojos, apoyando la frente sobre el teclado.

—Sí, la típica. “Nos encantó tu perfil, pero hemos elegido a alguien con más experiencia... o con menos necesidad de comer”.

—Bueno, al menos tienes experiencia en recibir rechazos. Podrías poner eso en tu currículum —bromeó Lara, sentándose frente a ella.

Elena la miró con una sonrisa cansada. Los chistes de su amiga la reconfortaban, pero eso no quitaba que necesitaba un empleo lo más pronto posible.

—No sé si reír o llorar.

—Haz ambas. Quemar calorías siempre ayuda.

Un trueno sacudió las ventanas y ambas rieron. Era esa risa breve y cómplice de las amigas que saben que si no se ríen, se derrumban.

Elena cerró la laptop y se dejó caer en el sofá, abrazando un cojín. Su cabeza explotaba con miles de pensamientos.

—No entiendo, Lara. Estudié, trabajé, sobreviví a tres jefes y a una oficina sin aire acondicionado. Y ahora… nada. ¿Estaré pagando algo?

Lara se acercó y le acarició el cabello con una ternura que disimulaba bajo su sarcasmo habitual.

—A veces el universo no dice “no”. Solo dice “espera”.

Elena soltó una risa incrédula.

—¿Y mientras espero, qué hago? ¿Colecciono facturas?

—Podrías buscar algo temporal. Cuidar niños, pasear perros, vender muffins… algo que no requiera jefes ni corbatas.

—No sé cuidar ni de mí misma, y tú quieres que cuide niños.

—Perfecto, aprendizaje intensivo —replicó Lara, levantándose para servirse más café.

Elena la observó con una mezcla de ternura y envidia. Lara era ese tipo de persona que siempre parecía flotar sobre el caos. Ella, en cambio, se hundía en él con elegancia. Se estresaba de cualquier cosa y casi se rendía a las primeras.

Miró por la ventana, la lluvia se volvía neblina y las luces del bulevar se difuminaban como un cuadro impresionista. Era una tarde gris, pero tranquila. De esas en las que parece que el mundo entero se detiene solo para dejarte pensar.

Entonces el teléfono vibró sobre la mesa.

Un nuevo anuncio de empleo y era anónimo:
“Se busca una niñera responsable. Pago generoso. Horarios flexibles. Abstenerse de curiosidad.”

Elena arqueó una ceja.

—¿“Abstenerse de curiosas”? ¿Quién escribe eso en un anuncio?

—Alguien con dinero y mal humor —respondió Lara desde la cocina.

—Y seguro con un niño insoportable.

—O con un gato, nunca se sabe.

Elena suspiró.

—No. Seguro es un hombre solitario con un hijo mimado y una casa enorme que huele a desinfectante caro.

—¿Y tú cómo sabes eso?

—Porque esos anuncios siempre suenan igual. “Pago generoso”, “horarios flexibles”… traducción: esclavitud emocional con beneficios mínimos. Y súmale que es anónimo.

Lara sonrió.

—Dinero es dinero, chérie.

Elena la miró en silencio. Sabía que tenía razón. El alquiler no se pagaba con sarcasmo.

Suspiró, abrió el portátil y empezó a rellenar el formulario. Cada clic sonaba como un paso hacia lo desconocido.

Nombre: Elena Marceau.
Experiencia laboral: organización, atención al cliente, redacción creativa.
Experiencia con niños: limitada, pero entusiasta.
Motivo para aplicar: Necesito el trabajo.
Lo borró y escribió algo más profesional. No quería parecer desesperada… aunque lo estaba.

Lara la observaba desde la barra, divertida.

—Te imagino rodeada de juguetes, cambiando pañales y tomando café frío mientras un niño te pinta el pelo con témpera.

—No lo digas tan alegremente. Suena a tortura medieval.

—O a un buen comienzo —replicó Lara, dándole un guiño.

Elena presionó “Enviar”.
El sonido del correo saliendo fue como un suspiro liberado.

—Ya está hecho —murmuró.

—¿Y cómo te sientes?

—Como alguien que acaba de subirse a una montaña rusa sin cinturón.

Ambas rieron, y el eco de esa risa se mezcló con el sonido de la lluvia.
Por primera vez en días, Elena sintió algo diferente. Una vibración extraña en el pecho, algo entre miedo, alivio y presentimiento.

No lo sabía aún, pero ese correo acabaría cambiando todo su mundo: su rutina, su corazón… y su idea del amor.

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