Una niñera diferente

Capitulo 13

El auto se deslizó por el camino empedrado que conducía a la residencia Torres, una mansión clásica rodeada de pinos y jardineras impecables. Las ventanas altas reflejaban la luz de la tarde, y al fondo se distinguía la silueta elegante de su madre esperándolos en el pórtico, con la compostura de quien siempre debía aparentar perfección.

Liam aparcó frente a la fuente central y respiró hondo antes de bajar. Sabía que las reuniones familiares nunca eran simples encuentros: eran escenarios donde cada palabra tenía peso, donde su madre analizaba cada gesto y su padre lo juzgaba en silencio.

—¡Mi amor! —la voz de Isabel Torres se alzó en cuanto lo vio.
Lo abrazó con afecto contenido, de ese que se siente más como un acto social que como algo espontáneo. Luego se agachó hacia Matías, que apenas despertaba, y lo llenó de besos—. ¡Ay, cómo has crecido, mi cielo!

—Hola, abuela —balbuceó el niño, aún medio dormido.

El padre de Liam apareció desde el salón, impecable en su traje oscuro, con una copa de vino en la mano.

—Llegas justo a tiempo, hijo —dijo, estrechándole la mano con formalidad—. Tu madre preparó la cena favorita de Matías.

Liam esbozó una leve sonrisa.

—Gracias, padre.

Entraron y el aroma a madera pulida, flores frescas y el ligero perfume a canela proveniente de la cocina impregnaban el ambiente. Todo estaba dispuesto con la elegancia acostumbrada: la mesa larga con mantelería beige, las copas brillantes y la luz cálida de la chimenea encendida.

Durante la cena, las conversaciones fueron triviales al principio. Matías contaba pequeñas anécdotas con la inocencia que lo caracterizaba, e Isabel reía encantada. Pero Liam notaba cómo sus padres intercambiaban miradas que anunciaban el tema inevitable.

Y no tardó en llegar.

—Liam —empezó su madre, apoyando con delicadeza la copa sobre la mesa—, supe que tienes una nueva niñera para Matías.

Liam levantó la vista lentamente.

—Sí. Es responsable y Matías la adora.

—Ah, sí que bien —repitió Isabel, —. Qué interesante. ¿Y por qué no la trajiste? Nos habría encantado conocerla.

Liam dejó los cubiertos con calma.

—Porque no era necesario, madre.

Su padre, Eric, alzó una ceja.

—Como que no es necesario, es nuestro nieto…

El tono era firme, cargado de ese juicio que conocía demasiado bien. Liam se mantuvo sereno, pero sus dedos se crisparon sobre la servilleta.

—Pero es mi hijo, yo decido quién está al lado de mi hijo —repitió, marcando cada sílaba.

Isabel suspiró teatralmente.

—Hijo, sabes que solo queremos asegurarnos de que Matías esté en buenas manos. Sabes lo que paso...

Liam se reclinó en la silla, con la mirada fija en ellos, ya casi molesto por el tema que estaban tocando.

—Elena solo se interesa por el bienestar de Matías. Y está haciendo un excelente trabajo.

—Claro —intervino su padre, con una sonrisa irónica—, excelente hasta que descubras lo que puede obtener de ti.

Liam lo miró con una mezcla de frustración y cansancio.

—O que termine sin vida, querrás decir.

—Por favor, Liam —replicó Isabel, con un gesto delicado pero autoritario—. Eres demasiado confiado. Nos preocupa verte tan involucrado otra vez. No queremos que se repita lo de… —calló, mordiéndose el labio.

Liam apartó la mirada, respirando hondo.

—No tienen por qué preocuparse. Elena no es una amenaza. Ni para mí, ni para ustedes.

Eric dejó la copa con un golpe seco sobre el mantel.

—¿Y por qué tanto empeño en defenderla? Ni siquiera la conocemos, y tú ya hablas como si fuera indispensable.

—Porque lo es —respondió él, con calma, pero con una firmeza que no solía usar frente a ellos—. Mi hijo necesita estabilidad, confianza, paz y mucho amor, y ella se la da. Eso es todo.

Isabel entrelazó las manos, intentando recuperar el control de la conversación.

—No te pedimos que la despidas, cariño. Solo que la traigas un día. Queremos ver por nosotros mismos qué tipo de mujer cuida a nuestro nieto.

Liam sonrió con ironía.

—¿Para qué? ¿Para qué empiecen a hacer lo mismo de siempre?

Su madre frunció el ceño.

—¿A qué te refieres?

—A lo de siempre, madre. Analizarla, manipularla, hacerle creer que pertenece a este mundo solo para después juzgarla por no ser como ustedes.

El ambiente se tensó de inmediato. Isabel se quedó helada; Eric, en cambio, se recostó en la silla con los brazos cruzados.

—No tienes idea de cuánto hemos hecho por mantener el apellido Torres limpio.

—Y en el proceso —replicó Liam, sin alzar la voz, pero con los ojos fijos en su padre—, se olvidaron de los demás.

Isabel apartó la vista, con el rostro endurecido.

—¿Estás enamorado de esa mujer?

—Esa mujer —corrigió él, con un tono que sorprendió incluso a Matías—, ha hecho más por mi hijo en un mes que ustedes en años.

El silencio fue absoluto. La tensión podía palparse en el aire, como una cuerda a punto de romperse. Eric apretó los labios, conteniéndose.

—Cuidado con lo que dices, Liam.

—Solo digo la verdad —contestó, bajando la mirada hacia Matías, que lo observaba en silencio, confundido por la discusión.

Isabel intentó sonreír, recuperando el tono amable.

—Hijo, sabes que lo hacemos porque te queremos. Nadie te conoce mejor que nosotros.

Liam se puso de pie, dejando la servilleta sobre la mesa.

—Precisamente por eso, madre. Porque me conocen, saben que cuando digo “no”, es no.

Isabel frunció el ceño, ofendida.

—Estás exagerando.

—Tal vez —dijo él, con voz más suave—, pero necesito que respeten mis límites. No quiero que interfieran con mi trabajo ni con la gente que trabaja conmigo.

Eric lo miró, desafiante.

—¿Y si ella resulta ser como las anteriores?

Liam sostuvo la mirada, sereno.

—Las anteriores no eran malas, solo aceptaron sobornos de ustedes por necesidad.



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En el texto hay: niñera y ceo, niño travieso

Editado: 22.11.2025

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