Capítulo 2
Ethan
Apenas vi a la señorita Whitmore pensé que no funcionaría para este trabajo. Parecía una cría de 18 y encima temerosa. Además carecía de experiencia.
Sin embargo, lo que me gustó de ella era que no parecía coqueta -los jeans gastados y la camiseta básica lo demostraban-, ya que si lo fuera no les daría prioridad a mis hijas. Por otra parte era maestra, lo que significaba que amaba a los niños.
Por eso decidí dejarla a prueba por una semana. Trabajaría desde casa para observarla de cerca, y si las niñas la aceptaban y ella respondía como yo pretendía, se quedaría.
Aunque casi desisto cuando quiso saber de Mildred, comprendió enseguida que no debía preguntar y entonces seguí con el plan de probarla.
Para sumar a su favor, pareció entenderse con mis hijas de inmediato.
Cuando las niñas regresaron de la escuela observé atentamente cómo se desenvolvía ella, y me di cuenta de que, aún siendo su primer día, su capacidad de organización resultó eficiente.
Apenas llegaron les sirvió la merienda, luego las llevó a jugar al patio, al poco tiempo regresaron a hacer la tarea y al terminar tomaron un baño, y después de la cena, a las 8 pm en punto vino a llamarme para que les leyera un cuento.
Quedé sinceramente sorprendido por su trabajo.
Cuando las niñas se durmieron, me quedé a observar con cuánto cariño las arropaba. Creo que ese gesto fue el que más me convenció de que era la persona correcta. Mildred jamás había tenido un gesto tan maternal con sus hijas. Ni siquiera con Aaron cuando era pequeño.
Ese momento de intimidad compartida, de pronto amenazó con sacudir mi tan preciado control, por eso al salir del cuarto me esforcé por recobrar mi compostura y ensayar nuevamente el tono indiferente y serio que me hacía sentir seguro. Aunque no pude dejar de preguntarle:
—¿Está conforme con su cuarto, señorita Whitmore?
—Sí señor, gracias. Es más de lo que esperaba –me respondió menos temerosa de lo que se había mostrado esa mañana–. Es amplio y luminoso. Muy confortable.
—Cualquier cosa que necesite no dude en avisarme. Que tenga una buena noche –le dije al dejarla a la puerta de su cuarto, muy próximo al de mis hijas.
“¿Que tenga una buena noche?” “¿No dude en avisarme?” “¿De dónde estaba sacando yo tanta amabilidad con una mujer?”
* * *
Aaron
Grace es linda, me gusta.
Aunque parece preparada, tiene una humildad innata que la desborda.
A pesar de que debe tener mi edad, no es como las chicas que conozco, vanas y egoístas, con un culto especial por la apariencia. Ella es simple y no parece consciente de su belleza.
Al menos fue la primera impresión que tuve de ella, y esperaba no equivocarme, porque su presencia en esta casa podría alegrarnos la vida a todos, no sólo a mis hermanas.
Éramos demasiados hombres. Muy aburrido.
Cuando ella salió del garaje rumbo a la escuela con las niñas, me dirigí al despacho de mi padre.
—Buen día, papá. ¿Desayunaste?
—Hola, hijo. Sólo un café apurado.
—¿Trabajarás en casa hoy?
—Toda la semana. Quiero observar cómo se desenvuelve la niñera. Ya hemos tenido muchas experiencias frustrantes este año y no les hace bien a tus hermanas.
—Ojalá esta vez resulte. Grace parece muy eficiente.
—Sí, eso parece. Y conectó rápido con las niñas. Eso es bueno.
—Me gusta la chica.
Mi padre me miró atentamente y, tras unos minutos, me dijo con gesto severo:
—¡Ojo, Aaron! ¡Ya sabes que no debes involucrarte con las empleadas de la casa!
—Lo sé, papá, no lo dije en ese sentido –mentí.
—Bien –respondió a secas, zanjando el tema.
Una vez que hube salido de su despacho, me detuve indeciso, recordando que él siempre nos había enseñado a ser sinceros. “La sinceridad –decía– permite solucionar cualquier problema con rapidez y eficacia”.
Entonces me volví y abrí de nuevo la puerta.
—Sí lo dije en ese sentido, papá. La chica es linda y tiene una dulzura que jamás encontré en una chica de nuestro círculo. Tal vez es lo que busco en una mujer y por eso no tengo novia.
—Ella no puede ser tu novia, hijo. Tiene 23 años. No sólo es mayor que tú, sino que además la mujeres son más maduras que nosotros, por lo que la diferencia es aún mayor. Además…
—Sí, lo sé. “No involucrarse con las empleadas”.
Con un gesto de desacuerdo, volví a salir de la oficina.
* * *
Ethan
Tuve un fuerte presentimiento de que se avecinaban problemas y de pronto me sentí derrotado.
Sabía que esa sensación pasaría, pero por el momento me la permití. Era humano después de todo y la vida no me había sido fácil.