Una Niñera para Tres

CAPÍTULO 3

Capítulo 3

Grace

—¡Vamos, comienza! –dijo Hazel una vez que hubimos pedido al camarero la tarta de vegetales asados con queso de cabra.

—¡¿Por qué yo?! –protesté–. ¡Todas tuvimos una semana intensa!

—Pero la tuya fue más interesante, Grace –dijo June–. Nuevo trabajo, tres hombres guapos cruzándose contigo en una mansión elegante… Ya quisiéramos nosotras haber tenido una semana así.

—¡Ay, es cierto! Yo en la escuela me cruzo todos los días con los mismos compañeros de siempre. Nada nuevo. Los únicos divertidos y que te sorprenden a diario son los niños.

—Y yo estoy harta de estudiar y no conseguir trabajo –agregó June–. Tengo las mejores calificaciones y mis currículums siguen siendo ignorados. Lo dicho: nada nuevo.

—Tal vez esperan que termines la carrera y más adelante te llamen –le respondí a mi amiga.

—No lo sé, pero cada vez se me hace más difícil pagar la renta.

—Ahora cuéntanos detalles, que tus mensajitos nocturnos no son suficientes. Lo prometiste –insistió Hazel.

—Bueno… ¿Qué puedo decirles que no les haya contado ya?

—Muy escuetamente, por cierto –dijo June–. Sólo amplía.

—Mmm… Las niñas son maravillosas; son muy educadas -lo que habla muy bien de su padre-, dulces y cariñosas, y con un gran temor al abandono. Supongo que es a causa de su madre, porque cuando le pregunté al señor Beckett se alteró mucho.

—¡Wow! –exclamó Hazel–. ¡Secretos de familia! ¡¿Pero quién dejaría a ese bombón?!

June y yo estallamos en risas. Las ocurrencias de Hazel eran habituales, y aún así seguían divirtiéndonos.

—¿Y los hombres?

—Los tres más que guapos. Parecen salidos del Olimpo.

Ahora rieron ellas, mientras el camarero nos dejaba nuestro almuerzo.

Era el primer domingo desde que empecé a trabajar en la mansión de los Beckett, y mis amigas estaban ansiosas por las novedades.

—¿Cómo son ellos? –inquirió June.

—El señor Beckett me confunde y me intimida. Ni me mira ni me habla, y si lo hace parece que gruñera. Sin embargo, el martes, después de dejar a las niñas en la escuela, pasé por mi apartamento por un poco de ropa y al llegar y descargar la maleta, se apareció en el garaje no sé de dónde, me la quitó de las manos y la llevó a mi cuarto. Todo sin hablarme y sin mirarme. Y cuando le dije “gracias” no respondió, se marchó sin más.

—¡Seguro no quiere enamorarse de ti! –exclamó Hazel.

—Tú siempre pensando en el romance –le respondí moviendo la cabeza de un lado a otro.

—Es lo más lindo de la vida.

—¿Y por qué no tienes novio?

—Es que aún no encontré a nadie que me mueva el piso.

—¿Y el hijo? –inquirió June, volviendo al tema de los Beckett.

—Es un crío guapo como su padre, pero alegre y encantador.

—Tú dices “crío” pero tiene casi tu edad –dijo Hazel.

—¡Tres años menor! Además, ¿eso qué tiene que ver? ¡Dejen ya de querer verme con pareja! Después de Eric prefiero a todos los hombres del otro lado del mundo.

—¡Olvídate del idiota y vuelve a intentar, Grace! –dijo June con cariño.

—Estoy bien así: “soltera y sin apuro”.

—¿También monja? –se burló Hazel.

—También –respondí con convicción.

Las tres volvimos a reír. Nuestros encuentros siempre resultaban refrescantes.

—¿Y el tercero? ¿Qué tal? –esta vez preguntó Hazel.

—A Noah lo conocí el jueves…

—¡Ah! ¡Noah…! –se burlaron ambas porque no dije “señor”.

—Él me dijo que lo llamara así. Además no es mi jefe.

»Es casi tan apuesto como su hermano, pero del tipo conquistador. Si no fuera tan amable y considerado, me provocaría rechazo. No me agradan los conquistadores.

—¡Grace! ¡De todos tienes un “pero”! ¡Así no se puede contigo! –exclamó Hazel, frustrada.

Ellas querían verme olvidar a Eric. Porque si bien mi corazón ya lo había dejado atrás, no así mi memoria. Aún conservaba muy vívida su imagen teniendo intimidad con una desconocida, en mi apartamento y en mi cama.

No sólo dolió su infidelidad -de la que yo ya venía sospechando hacía un tiempo-, sino su falta de respeto por ese espacio que yo pagaba con mi trabajo, y que ambos compartíamos desde que dejamos la preparatoria.

No. Definitivamente no quería más hombres en mi vida, aunque el destino me llevara a trabajar en una casa donde eran mayoría.

* * *

—Buen día, Grace –me saludó Aaron cuando entré con las niñas en la cocina–. ¿Qué tal tu domingo?

—Buen día, Aaron. Muy lindo, gracias por preguntar.

—¿Tienes amigos?

—Dos amigas de oro.



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En el texto hay: romance, amor, diferencia de edad

Editado: 05.11.2025

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