Una Niñera para Tres

CAPÍTULO 14

Capítulo 14

Noah

Así que a la mamá de Grace yo le gustaba, aunque me viera “un poco mayor”. Me agradaba eso, sólo faltaba que le gustara a la hija, y de eso no estaba tan seguro. De todos modos, tenía una semana para comprobarlo, y a decir verdad, estaba comenzando a sentir ansiedad por el resultado. Debía aprovechar cada segundo a su lado, porque en una semana la magia se acabaría, y regresaríamos a la rutina y a la amenaza que representaba la presencia de mi hermano cerca de ella. Por esta semana sólo la compartiría con su madre, pensé que podía sobrellevarlo.

—¿Me ayudas con esto, Noah? –dijo Margaret tendiéndome un ramo de muérdago ligado con un lazo rojo.

—¿Hay algo que no me hayas contado, mamá? –inquirió Grace desde la cocina.

—¿Te refieres a si tengo novio, cariño? ¡Claro que no! “Un botón basta de muestra…”, ¿recuerdas?

»Tú que eres alto, Noah, colócalo en este marco, por favor –dijo dirigiéndose a mí y señalando el marco de la puerta que daba acceso a la terraza vidriada.

»Aunque el refrán no debe aplicarse a ti, Grace –agregó dirigiéndose otra vez a su hija–. Que el estúpido ese de Eric no defina tu vida amorosa.

—Opino como usted, Margaret –intervine sin permiso, pero el gesto de aprobación de la madre me dejó tranquilo.

Aseguré el ramo en el marco, mientras comenzaba a planear cómo atraer a Grace debajo de él en la noche de Navidad. Estaba seguro de que a su madre no le molestaría.

El lunes salí por mi cuenta a hacer las compras para Navidad, mientras Grace salía con su madre. Más tarde, a la hora del almuerzo, nos encontramos en un restaurante del centro.

—¿Qué les compraste a las niñas? –preguntó Grace mientras aguardábamos nuestra orden.

En ese momento sonó mi móvil. Antes de mirarlo ya sabía que era él.

* * *

Grace

—Bueno, creo que tienes mucho para decirme, cariño –dijo mi madre, mirándome seria, luego de que Noah se disculpara, atendiera la llamada con un “Ethan” y se alejara para hablar con su hermano–. ¿De qué niñas hablaste? ¿Quién demonios es ese Ethan que apenas lo oíste dejaste de respirar? ¿Qué relación tienes con Noah? ¿Cuántas otras cosas me estás ocultando?

Respiré hondo y pensé que no era ése el momento ni el lugar en que quería contarle todo a mi madre, pero lo había dilatado mucho y ya no tenía escapatoria.

—Estoy trabajando de niñera, mamá –disparé.

—Lo sé, algunas noches en la semana y el resto del tiempo estudias.

Negué con la cabeza.

—Estoy trabajando de lunes a sábados, “live in” en la casa de los Beckett.

Mamá enmudeció y me miró boquiabierta.

—Entonces… ¿él es tu jefe? –inquirió luego, señalando con el pulgar hacia la acera, donde Noah aún hablaba por teléfono.

—No, su hermano –respondí haciendo un gran esfuerzo para que no me temblara la voz, ya que mi madre parecía psíquica: detectaba toda mi vida con un simple gesto.

—¡Ok! ¡De acuerdo! O sea que en lugar de estudiar y terminar tu carrera, este año te dedicaste a trabajar con dos hombres guapos de los cuales al menos uno te arrastra el ala aunque a ti te quita el aliento el otro, el que seguramente está casado. Y lo que es peor, ¡recién ahora me lo dices!

En ese momento el camarero nos trajo nuestra orden, al tiempo que Noah regresaba y volvía a ocupar su lugar a nuestra mesa.

—Era mi hermano… –dijo, pero de inmediato guardó silencio al ver que ambas estábamos serias, mirando nuestros platos, sin atinar a probar bocado.

—Abrí una nueva cuenta en el banco –dije bajo.

Ambos me miraron sin saber de dónde venía el comentario.

—Es para tu retiro –continué–. Deposito todo el dinero que me envías más la mitad de mi salario.

—¡¿Por qué lo haces?! –inquirió disgustada mi madre.

—¿Quieren que me retire? –preguntó Noah, evidentemente incómodo.

—¡¡¡No!!! –exclamamos ambas al unísono.

Él guardó silencio y comenzó a comer despacio.

—¡No quiero que me sigas enviando los fondos de tu retiro! –le dije a mi madre con firmeza–. ¡Yo me ocuparé de mis gastos y además te ayudaré con eso! ¡Ya hiciste mucho por mí, mamá! ¡Ahora me toca a mí compensarte! Y terminaré mis estudios, te lo prometo. El año próximo, sin falta. Pero no voy a renunciar. Y no porque el salario sea bueno, que lo es, sino porque esas niñas me necesitan, sobre todo necesitan que cumpla mi promesa de no abandonarlas, y eso haré, al menos hasta que tengan una madre que se haga cargo de ellas.

Noah nos miraba de tanto en tanto de soslayo, pero continuaba comiendo en silencio.

Mi madre suspiró hondo, se tomó unos minutos más para elegir sus palabras, y luego dijo bajo.

—No puedo reclamarte por ser una buena hija, Grace. Pero me preocupo por ti. Sobre todo ahora que sé que él no es tu amigo, sino una especie de jefe…



#70 en Otros
#44 en Humor
#253 en Novela romántica
#106 en Chick lit

En el texto hay: romance, amor, diferencia de edad

Editado: 26.11.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.