Una Niñera para Tres

CAPÍTULO 17

Capítulo 17

Grace

Después de esperar el nuevo año junto a mi madre -las dos solas como siempre desde que tenía recuerdo-, el jueves muy temprano regresé a Flagstaff en autobús.

Llegué a la mansión a las ocho de la mañana -una hora más tarde de lo que solía hacerlo después de mi descanso de los domingos-, ya que era la última semana de vacaciones de invierno y las niñas se levantaban más tarde.

Al bajar del taxi vi salir al señor Beckett y descender de prisa la escalinata de entrada para tomar mi maleta.

—Buen día, Grace –me saludó severo–. ¿Por qué no usaste el carro que tienes a tu entera disposición en esta casa?

—B… buen día, señor Beckett –titubeé ante su áspero recibimiento.

»No lo consideré apropiado, señor –agregué luego, molesta–. Me muevo muy bien en autobús.

Tras dejar la maleta en mi cuarto, dijo suave, recuperando el tono que en los últimos meses siempre tenía conmigo:

—¿Comenzaste bien el año?

—Sí, señor, gracias –respondí brusca, sin mirarlo–. Espero que ustedes también.

Cuando me dejó sola me abrumó la vergüenza. ¿Por qué lo había tratado con tal brusquedad? ¿Tal vez porque no saltó de alegría al verme? ¿Qué sentido tenía eso? Él no estaba obligado a ser amable conmigo; su única obligación era pagarme el salario.

¿Acaso la bufanda azul que él me había regalado y que traía puesta como un tesoro me había confundido?

La semana de vacaciones que me tomé no había servido de nada, aún me resultaba imposible recuperar la cordura.

Respiré hondo, traté de despejar la cabeza para darle permiso a la razón para dominar los sentimientos, abrí la maleta y busqué los dos obsequios navideños que aún no había entregado.

Con ellos en las manos, me dirigí al despacho de mi jefe.

* * *

Ethan

Cuando golpeó la puerta de mi despacho sabía que era ella; y absurdamente me ganó la inquietud.

Había estado aguardando su llegada desde muy temprano, pero fue verla e imaginarla junto a Noah bajo el muérdago y mi humor cambió de repente, y en lugar de ser amable me comporté como un imbécil.

¡Pero yo tenía razón! ¿Por qué no se había ido en el coche que le di para su uso personal? No le habría dado a mi hermano la excusa para llevarla. …Aunque, conociéndolo a él, habría encontrado otra.

Ahora estaba golpeando la puerta de mi despacho y de pronto me sentí avergonzado e inquieto.

—¡Pase! –dije intentando una voz neutra.

¡¡¡40 años!!! ¡¿En serio?! ¡¿A esta edad tenía las hormonas alborotadas?! ¿Y qué pasaba con mi cabeza que de pronto me sentía en una nebulosa? Volví a sentir vergüenza de mí mismo.

Ella entró con las mejillas sonrojadas -cosa que no sólo me volvía loco sino que me dio la ligera esperanza de que ya no estaba ofendida conmigo- y dos paquetes en la mano.

—Es para usted, señor –dijo con timidez–. Es mi obsequio de Navidad.

Lo abrí de prisa y me emocioné. El cuaderno de bocetos ¡tenía mi nombre grabado en la cubierta de cuero!

—¡Es hermoso! –le dije levantando la vista para mirarla.

—Lo grabó un artista de la comunidad navajo que le provee artesanías a mamá. Es para sus bocetos de arquitectura, señor, espero que le sea útil.

—No sólo me será útil, además ¡me encanta! Muchas gracias, Grace.

!Ella lo había hecho grabar para mí!, y ese simple hecho me llenó de gozo. Habría querido agradecerle con un abrazo y tal vez… ¿por qué no?... con un beso. Pero me quedé tras el escritorio sin moverme y sin encontrar qué otra cosa decirle.

—¿Aaron está en casa?

—Sí –musité–, en la biblioteca.

Ella sonrió con timidez y me dijo antes de marcharse:

—Le llevaré su regalo.

Cuando cerró la puerta me desplomé en el sillón, y sólo atiné a acariciar la portada del cuaderno de bocetos.

* * *

Aaron

No podía concentrarme en las matemáticas. Sabía que esa mañana regresaría Grace y me sentía ansioso por volver a tenerla en casa. Esa chica se había convertido en parte de nuestra familia y cuando no estaba se sentía su ausencia.

Comprendía que tenía derecho a tener una vida propia aparte de su trabajo, pero me encantaría que venir a esta casa no fuera un trabajo para ella, sino que fuera una más de nosotros, así como yo la sentía.

Y si bien, desde el principio, despertaba en mí sentimientos nuevos -y debía reconocer que también nuevas sensaciones–, me conformaría con que sólo estuviera, aunque no aceptara tener una relación más íntima conmigo.

Sabía que mi padre y mi tío eran más interesantes que yo, ya que eran hombres experimentados, pero ¿quién podía saber lo que ocultaba el corazón de la niñera? Tal vez… podía albergar alguna esperanza…



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En el texto hay: romance, amor, diferencia de edad

Editado: 26.11.2025

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