Una Niñera para Tres

CAPÍTULO 21

Capítulo 21

Grace

—El señor Beckett está estable. La cirugía salió bien –dijo el cirujano de pie frente a nosotros.

Era todo lo que necesitábamos saber.

Al verlo salir del área del quirófano, Aaron y yo nos vimos impulsados a ponernos de pie sin poder controlar el intenso temblor que nos sacudía, pero esas palabras suyas liberaron el dique y rompimos en llanto.

Lo que siguió después, de lo cual sólo percibí frases sueltas como “hemorragia interna”, “lesiones en los pulmones”, “fractura de costilla y fisura de clavícula”, “leve contusión en la cabeza”... todo, fue eclipsado por “está fuera de peligro aunque debe quedar en observación”.

Esas palabras fueron vivificantes. Las traduje en mi mente a “está bien”, “está vivo” y “seguirá vivo”. Y eso era lo único importante. El tiempo que le llevara recuperarse no importaba, estaríamos a su lado, y él estaría con nosotros.

—Ya está consciente –concluyó el doctor–, pero todavía algo desorientado, suponemos que es por la medicación y el impacto. Habla de un medallón y que tiene que llegar, probablemente un asunto que lo tiene preocupado, así que les pido que intenten no hablar de temas que puedan alterarlo. Por el momento necesita calma.

»Podrán verlo en unos minutos, pero sólo una persona a la vez.

Después de esto, y viendo que no atinábamos a hacer preguntas, el médico se marchó.

Aguardamos unos minutos más y vimos salir la camilla, transportada por dos fornidos enfermeros, que condujeron al señor Beckett a un cuarto de Cuidados Intermedios.

Tras volver a esperar un tiempo que pareció eterno, nos autorizaron a pasar.

Aaron pasó primero, mientras yo aguardaba de pie en el pasillo para verlo de lejos.

La cantidad de aparatos a los que estaba conectado resultaba intimidante.

—Hijo… –dijo arrastrando las palabras, tras quitarse la boquilla– Dis… cúlpame… te… dejé a cargo de mucho…

—No fue así, papá. Tú sólo ocúpate de recuperarte, que todos te necesitamos.

—¿Grace? ¿Cómo está ella?

—Está aquí, papá, después entrará a verte.

—Bien… ya salió…

Se colocó la boquilla, aspiró dos veces y luego volvió a quitársela.

—¿Tus hermanas?

—Están bien. Lucy las cuida.

—Bien… mañana voy a encargarme de la abuela.

—Eso puede esperar. Por el momento descansa.

Volvió a dormirse enseguida, entonces Aaron salió para hablar conmigo.

—Ve a descansar, Grace. Él estará bien. Preguntó por ti y se tranquilizó al saber que estabas aquí.

—No me iré a ninguna parte, Aaron. Ve tú, descansa y mañana me relevas. De paso controlas cómo están las niñas.

—¿Estás segura?

—¡Claro! ¿Después de un día como éste quién podría dormir? –agregué con una sonrisa tranquilizadora–. Nos ayudaremos. Podemos turnarnos cada doce horas.

—Está bien. Si me necesitas, a la hora que sea, me llamas, ¿sí?

—Por supuesto.

Al marcharse Aaron, entré a la habitación de Cuidados Intermedios donde se hallaba el señor Beckett. Se me encogió el alma al ver su rostro amoratado, el labio partido, la boquilla conectada al respirador mecánico, el suero, el monitor que marcaba el ritmo cardíaco. Parecía que no pudiera sobrevivir por sí mismo, sin embargo el médico había dicho que estaba bien, así que elegí, con todas mis fuerzas, creerle.

Acerqué una silla al borde de la cama, tomé su mano y me quedé allí, acariciando sus dedos y controlando su respiración.

En algún momento me quedé dormida, con la cabeza apoyada en la cama, a su lado y aún tomada de su mano, hasta que escuché un suave:

—¿Grace?

Entonces me levanté de un salto.

—¿Sí, señor? ¿Necesita algo?

—Ve a descansar –dijo con una sonrisa, tras quitarse la boquilla–. Yo estoy bien.

—Disculpe si lo incomodé, me quedé dormida… Pero no me iré.

—No te disculpes, me agradó sentirte a mi lado.

El ardor en mis mejillas fue inevitable, y bajé la cabeza.

—Discúlpame por mi abuela –continuó él–, debí saber que te haría daño.

—Olvídelo, usted descanse que Aaron y yo lo cuidaremos. Vuelva a colocarse… eso –agregué señalando con el dedo índice la boquilla que se había quitado.

Él sonrió y obedeció. Enseguida cerró los ojos y, extendiendo su mano para que volviera a tomarla, volvió a dormirse.

Yo ya no pude volver a dormir. En cambio, me dediqué a acariciar sus dedos, a controlar su respiración… Al cabo de un rato comenzó a agitarse y a fruncir el ceño, como inmerso en un mal sueño, entonces me levanté y acaricié su frente hasta que volvió a relajarse. Pero ya era tarde para mí porque no pude detenerme, comencé a recorrer con mis dedos su perfil perfecto, sus mejillas angulosas, su mandíbula firme… y, loca de mí, le quité la boquilla y recorrí lentamente sus labios, acariciando la herida profunda que tenía en ellos.



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En el texto hay: romance, amor, diferencia de edad

Editado: 16.12.2025

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