Una Niñera para Tres

CAPÍTULO 23

Capítulo 23

Ethan

—¡Ay Ethan! ¿Cómo sucedió? ¡Siempre fuiste tan prudente al volante!

Me sorprendió ver que Claire se atreviera a venir a verme. Era cierto que hacía muchos años teníamos nuestros “encuentros”, pero los dos sabíamos que sólo eran eso: encuentros sexuales sin compromiso. Y si bien el sexo con ella era bueno, no pasaba de ser eso, y ambos habíamos acordado no involucrar nuestras vidas privadas.

—Ya ves, siempre hay una primera vez. Y… ¿qué te trae por aquí? –inquirí con la esperanza de que hubiera venido a ver a alguien más y se topara sin querer conmigo.

—¡¿Quería verte?! ¡Casi mueres, Ethan! ¡En el noticiero apareció tu foto y tu carro destrozado! ¡Decían que era un milagro que sobrevivieras!

—Ya ves que soy más duro de lo que parece –repliqué incómodo, ya que pensé que no tenía derecho a presentarse sin aviso y con mi familia presente– pero no debiste venir. Tú lo sabes.

—¡Llevamos muchos años juntos, no podía quedarme en casa como si nada!

Miré instintivamente al pasillo, inquieto por saber si Grace y Aaron estarían escuchando nuestra plática, y al parecer eso no pasó desapercibido para Claire.

—¿Quiénes son? –inquirió bajando la voz.

—Mi hijo y mi novia.

—¿Tu… qué? ¡¿Esa chiquilla?! ¡¿Tu novia?! –casi gritó–. ¡Qué! ¡¿Entraste en la crisis de los 40?! ¡¿Es por esa cría que ya no me visitas?!

Aaron y Grace entraron a la habitación antes de que respondiera con algún exabrupto, demostrando que ciertamente habían escuchado.

—Disculpe, señora –dijo mi hijo con firmeza, llenándome de orgullo–, mi padre necesita calma. Será mejor que se retire.

La mirada que Grace le lanzó fue dura y desafiante, cosa que también me llenó de orgullo. Probablemente Claire tenía razón y había entrado en la crisis de los 40, pero esa joven me tenía cada vez más loco y enamorado como un adolescente.

—No vuelvas a buscarme, idiota –fueron las palabras despectivas de Claire a modo de saludo, y se marchó.

Aaron me sonrió con picardía; no sabía si era por Claire o por Grace, pero no quería averiguarlo; sentía mucha vergüenza ante mi hijo.

Grace, por su parte, se despidió sin mirarme para irse a descansar.

* * *

Grace

Apenas me tendí en la cama, tras una ducha restauradora, me dormí casi de inmediato con una sonrisa.

Lo último en que pensé antes de caer en la inconsciencia fue en sus palabras:

“Es mi novia”

Sabía que mentía, como yo le había mentido al enfermero, pero qué dulce se sintió.

Desperté horas más tarde y miré la hora. Tenía el tiempo justo para comer algo -hacía más de 24 horas que no ingería nada más que un par de cafés- e irme al hospital.

Llegué a las diez y encontré a Noah en la habitación, quien evidentemente había relevado a Aaron. Él me sonrió nada más verme.

—¿Vienes a pasar la noche? –preguntó en un susurro.

—Sí. ¿Duerme? –inquirí también por lo bajo viendo que el señor Beckett tenía los ojos cerrados.

—Sí, le aplicaron calmantes. Estaba muy nervioso y ansioso por volver a trabajar.

—Mejor que duerma entonces. Usted vaya a descansar, yo me quedo. Pero antes… ¿cómo están las niñas?

—Preguntan por ti y por su padre, pero aún están tranquilas.

—Bien. Iré a verlas pronto.

—Me dijo Aaron que renunciaste.

—Sí, pero aún no se lo dije al señor Beckett.

—No le gustará.

—Niñeras hay muchas, le será fácil conseguir otra –le respondí convencida de que era la mejor decisión, aunque adorara a esas niñas y las echara de menos.

Cuando Noah se marchó, ocupé la silla junto a la cama, y me dispuse a responder la infinidad de mensajes de mis amigas preguntándome por mi “jefe”.

Les escribí detallándoles los pormenores de su convalecencia pero sin incluir el beso; ése era un tema para hablarlo frente a frente, y lo dejaría para el próximo domingo.

—Regresaste –sonó la voz suave y ronca del señor Beckett.

—Claro. Así le ayudo a su familia –argumenté como si hubiera podido quedarme en mi casa sin comerme las uñas por la ansiedad.

—Pensé que no volverías.

—¿Por qué pensó eso? ¿Porque dijo una mentira? Yo también la dije, no puedo reclamarle nada.

—Entonces… ¿era una mentira?

—¡Claro! ¿En qué cabeza cabe semejante disparate?

—Ah, es un disparate –dijo cambiando el gesto.

Yo volví a la pantalla de mi móvil y fingí volver a concentrarme en él.

—¿Cómo me explicas el beso? –dijo al cabo de un largo silencio.

—Olvídelo.

—¿Fue un acto de generosidad con un viejo moribundo?



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En el texto hay: romance, amor, diferencia de edad

Editado: 16.12.2025

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