Una Noche Como el Día

Capítulo 4: Culpa y esperanza.

                 Siempre fue ella quien le dio un latido diferente a mi corazón. Desde el primer momento que la vi, sentía que debía cuidarla.

          Tenerla frente a mí; poder respirar su olor; que sus ojos se encontraran con los míos; no pedía más.

   No fue casualidad haberla encontrado en ese lugar. La conocí hace mucho tiempo, cuando era una niña. Le gustaba jugar entre los árboles; amaba nadar en el mar. Me enamoré de ella; de su sonrisa; de su ternura.

   Me conocía más que yo mismo; solía tomar mi mano para darle calidez. Sonreíamos cuando juntos contábamos las estrellas. Esa eras tú, esa era mi Holy.

   Los días y las noches con ella eran cálidos. De tan solo pensar en reunirnos a la orilla del mar me daba paz; todo sobre ella me daba tranquilidad. Es brillantemente hermosa, es mi primer amor.

Su vida cambió esa noche.

   Su padre quería sorprenderla por el día de su cumpleaños, así que fuimos juntos al lago. Fue un día único; todos éramos felices. Dicen que cuando vives todo un día de plena felicidad, algo malo sucederá.

   Volviendo a casa se nos hizo muy tarde. Todos cantábamos canciones populares. Cuando de pronto, se atraviesa un venado. El padre de Holy quiso esquivarlo, no logrando ver el barranco. Pesadilla.

   Desperté después del accidente, estaba todo oscuro. Comencé a llamarlos a todos pero ninguno dió respuesta. La vi afuera del auto y corrí a ayudarla. Ella aún respiraba. La moví a un árbol cercano para intentar reanimarla.

Al ver que no funcionaba, la alcé y en ése momento el carro explotó.

Muriendo así, su padre y su hermana...

   La vi muy golpeada. El mayor daño lo recibió su cabeza. Su abundante cabello de color marrón estaba cubierto de sangre; aún seguía desmayada. Nadie llegó.

   Luego de salir del asombro empiezo a caminar con ella en hombros, sin saber hacia dónde iba; todo estaba oscuro. Por donde caminara solo se escuchaba el sonido del viento que acariciaba los árboles. Muy difícilmente pasaban carros por ese lugar, ya que tomamos un atajo para llegar mas rápido a la ciudad.

   Caminé y caminé. En todo ese tiempo no hubo reacción de su parte. Mis píernas temblaban; mis brazos dolían pero no la solté en ningún momento. Entonces vi, a lo lejos, una luz. Parecía una estación de servicio. Pedí ayuda y terminé por desmayarme con ella.

Días después... Desperté en el hospital.

   Mi cuerpo dolía; estaba rodeado de cables y un respirador; aun con mi borrosa vista, percibo a una persona salir de la habitación, exaltada. Quité todos los cables y aparatos de mi cuerpo. Mi hermana estaba ahí conmigo, evitando que me lastimara, pero fue inútil.

Necesitaba verla.

   Y ahí la vi, detrás de un cruel vidrio; sin poder tocarla. Sin poder ver su sonrisa. Solo estaba dormida; queria abrazarla, poder ver su sonrisa uan vez mas. Mi corazon dolia de solo verla rodeada de vendas en el rostro,  aún así era bella para mi.

Lloré. Lloré como un niño; el amor que sentia por ella iba mas alla de lo que podia imaginar.

Siento una mano en mi espalda: era mi hermana.

   —¿Estás bien? —susurra Bianca.

No reacciono, solo me quede mirandola.  En ese instante Bianca me abraza.

Ella me hizo saber que, debido al golpe tan fuerte que recibió, perdió gran parte de su memoria. Decidí entonces quedarme con ella a cuidarla.

Dias tras dia solo podia estar con Holy una hora; pues debia compatir la visita con dos personas más.

Así pasaron los años.

Cuatro años después despertó.

Ella crecía; se veía más y más hermosa.

   Observé como su personalidad cambiaba. No era la misma. Se convirtió en una persona fría; difícil de tratar. Después del accidente no volví a hablarle.

Fue así como, desde lejos, la amé.

   Desde lejos la cuidaba, desde lejos veía cómo lloraba. Notaba como caminaba sola por la orilla de la playa y cuando le rompieron por primera vez el corazón. Desde lejos, la cuidé lo suficiente. 

Así pasó el tiempo. A los veinticuatro años se mudó.

No pude seguirla; tenía que quedarme. No podia dejar solas a mi hermana y a mi madre. Fue una desición difícil, luchaba para no salir corriendo detrás de ella. Todas las noches observaba el cielo estrellado con esperanza de volverla a ver. 

A mis veintiséis años me mudé.

Cuatro años después la encontré en ése restaurante por accidente. No la busqué: apareció delante de mis ojos; en el día más agradable, la noche más fria y con un aroma diferente.

...

La tomo del brazo.

   —¡Hey! Suéltame —me decía mientras estaba perdido en aquella historia.

   —¿Qué estás haciendo aquí? ¿Trabajas en este lugar? —le respondí alterado.

   —Necesito irme. ¿Puedes soltar mi brazo?

Vi como algunos policias venían hacia ella.

   —¿Estás lastimada? ¿Te sucedió algo?




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