Una Noche Como el Día

Capítulo 15: Venganza.

             Lo esperé durante un largo tiempo.

            Abracé el tubo con todas mis fuerzas, que eran pocas, no era nada fácil sobreponerme. En cualquier momento podía volver el deseo de consumir. Mis ánimos estaban decaídos. Me sentí mal de haberlo tratado tan mal por tanto tiempo, estaba arrepentida de toda mi vida. Haber desgastado mi juventud y mi adultez en una adicción…

            Pasé mucho tiempo llena de amargura, de confusiones continuas, de tristezas y soledad. Nadie me había hecho daño, nadie me había golpeado, nadie me había obligado. Pero… Sí dañé, juzgué, maltraté y hasta por mucho tiempo desprecié a las personas a mi alrededor, creyéndolos culpables de mi desgracia solo para darme cuenta ahora de que todo fue mi decisión.

            Ahora solo lo tenía a él, todo lo que había sucedido me había demostrado que la vida es muy corta como para reprochar el pasado; ya eso quedó atrás. Ahora deseaba estar con él y amarlo; reponer todo.

            Luego de que todo pasara podría confesarle mis sentimientos pues jamás se los hice saber. Cuando era niña amaba estar junto a él, sonreía solo de pensar que podría volver a verlo. Pero, luego de que todo aquello ocurrió, jamás pude decirle que durante toda mi vida lo amé, guardando así mis sentimientos en un baúl, del cual ahora logré conseguir la llave.

            Lo veo acercarse a mí. Tan solo eso me hace sonreír. Estaba feliz. Estaba llena de esperanza. Mi vida, de nuevo, se llena de luz pues lo tenía cerca y nadie me lo arrebataría.

            Tomó mi mano y me abrazó. Al fin podré descansar. No más mentiras ni ocultar lo que soy; no más tristezas ni vanidad. Ahora sólo habría paz.

            Lloré, por primera vez, de felicidad.

            En el momento menos pensado, entre vítores y aplausos, escuché un estruendo; su cuerpo se pegó al mío; cayendo ambos al suelo.

            Abrí los ojos. Vi la sangre de James esparcirse por el piso.

            Mani estaba ahí. Solo pude ver su cínica cara sonreír mientras él se desangraba.

   —¡¿James?! ¡No, no! ¡¿Qué hiciste?! —lloré con desespero.

   —¿Creíste que te ibas a salir con la tuya? ¡Verás ahora que no estoy jugando! —dijo entre risas.

            Se acercó a mí y, sin poder defenderme, golpeó fuertemente mi cabeza. Con los ojos entre abiertos, vi cómo se llevaba a James.

             Alcé mi mano queriendo tocarlo…

 

 

“Camino en medio de un campo de margaritas. El viento mueve mi negro cabello, que cae justo en mi vestido blanco. Mariposas revoloteaban a mi alrededor, escuchaba olas romper en las piedras; no había mejor lugar para mí que el lugar de mi infancia.

Escuché una voz.

   —¡Holy!

Vi la figura de un hombre con cabello negro y de buen cuerpo; la luz del sol brillaba tanto que no podía ver su rostro con claridad.

   —¿Quién eres?

Tapó mis ojos con sus manos.

   —Mi niña hermosa.

   —¿Papá?

En ese momento se aclaró todo el panorama.

   —Lo has hecho bien, mi pequeña, aunque has sufrido tanto…

Acarició mi cabello.

   —Ya no recordaba tu voz.

   —No se trata de mí, hija, se trata de ti. Debes vivir. No dejes que el miedo y el desamor te sigan consumiendo.

   —Papá… Te extrañé tanto...

Lo abracé y lloré como una niña pequeña.

   —Estás tan hermosa, mi niña, lamento no haber podido hacer más por ti pero llegó la hora de vivir.

   —Me quiero quedar contigo, papá.

   —No es tu momento.

En eso, escuché una voz lejana.

   —Papá, ven, es hora de irnos.

Era mi hermana, Ali. Lloré aún más.

   —Te amaré por siempre, mi niña.

Caminaron hasta perderse en el hermoso paisaje, por encima de las aguas.

 

...

               Sentí un balde de agua fría caer sobre mí. Me desperté de inmediato.

            Estaba atada de manos y pies en lo que parecía ser un almacén. Aún estábamos en el barco pues pude sentir cómo se mecía. A mi espalda estaba James, inconsciente. La sangre estaba regada por todo ese lugar. Su sangre cubría gran parte de mis piernas.

   ¡James! ¡James! ¿Puedes oírme? golpeé su espalda con la mía intentando que reaccionara pero no funcionó, seguía con el rostro caído.

            Traté de desamarrarme. Mis manos estaban tan ajustadas que parecían romperse.

            De pronto, una puerta comenzó a abrirse lentamente. Era Mani.

   —No sabes el gusto que me da verte sufrir —dijo mientras cerraba la puerta.

            Caminó lentamente hasta donde estaba.




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